Los dados han empezado a rodar. Si nada lo remedia habrá elecciones el 26 de junio. La campaña electoral no puede acortarse. Pero sí tendrá que ser más sobria. El Rey no puede hacer nada más y tendrá que poner el reloj en marcha.

Los que piensan que todo seguirá igual en esta segunda vuelta pueden llevarse una sorpresa. El electorado no es un rebaño de ovejas que sigue ciegamente a los que no han parado de discursear, importunar al personal con declaraciones de duración castrista, omnipresentes, reunidos, vetados, estériles.

No pasa nada si se repiten elecciones. Lo que ocurre es que en la segunda vuelta los resultados suelen ser distintos. Desde poco después de las elecciones del 20 de diciembre sostuve que Mariano Rajoy y Pedro Sánchez habían de dimitir. Los dos perdieron. El PP más de tres millones y medio de votos y los socialistas obtuvieron el peor resultado de la historia dejándose por el camino más de un millón y medio de votos.

Y por si esto no fuera preocupante, los dos han sido incapaces de tomarse un café tranquilamente para buscar salidas a una situación que ha acabado desprestigiándoles a los dos. Las encuestas indican que Rajoy volverá a ganar. ¿Y qué? La corrupción le perseguirá hasta que abandone la política. Nunca tantos casos corruptos han salpicado a un partido de gobierno sin que nada ocurriera. Sostengo que Rajoy debería dar un paso atrás y dejar que otros tomaran el relevo.

Lo mismo creo de Pedro Sánchez que escenificó un acuerdo con Ciudadanos que sumaba sólo 130 diputados. Con este papel sellado fue a buscar a Pablo Iglesiasque ha dicho que no se sentaría en una mesa de gobierno o no firmaría una coalición con Albert Rivera.Tampoco al revés. Sánchez, por lo tanto, ha quedado inoperativo.

Mientras tanto, ruedas de prensa casi diarias de todos ellos, excepto el quietismo estudiado de Rajoy que se ha encontrado cómodo estando en funciones. El gobierno no ha salido de su soledad, en Europa no se cuenta con él, el Rey ha tenido que aplazar viajes de Estado, la economía marcha però le falta la inevitable confianza en la estabilidad política.

Los independentistas catalanes van a su bola y no parecen muy interesados en España. La Esquerra que escenifica Joan Tardà en Madrid no se ha dignado acudir hoy a la Zarzuela. Y Francesc Homs ha hurgado en la herida del fracaso de la política española después de verse con el Monarca.

Ayer, Artur Mas se exhibía en un largo artículo en La Vanguardia hablando de las bondades del independentismo. Hoy el president Puigdemont ha dicho en la radio que no cree en los liderazgos mesiánicos. ¿Alguna relación entre las palabras de los presidentes saliente y entrante? Me parece que sí.
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