Usos completamente estúpidos de la tecnología: el sistema sanitario español
El martes pasado viví una experiencia completamente absurda: todos los años, desde hace ya catorce, imparto un programa de alta dirección, un Advanced Management Program, en el Balneario de Mondariz, en el Sur de Galicia. En esta ocasión viajaba acompañado de mi mujer: habíamos pasado las vacaciones de Semana Santa en nuestra casa en La Coruña, y aprovechamos para prolongar un día, bajar en coche, detenernos en Mondariz, y después, continuar viaje de vuelta hacia Madrid.
Mi mujer sufre de migrañas con cierta regularidad, lo que hace que lleve siempre encima un medicamento, Sumatriptán, que le hace efecto generalmente con cierta eficiencia. Sin embargo, tras una semana de vacaciones y con la mala suerte de haber sufrido ya un par de crisis migrañosas, había consumido ya las pastillas que llevaba encima, y se encontraba en ese momento sin ninguna encima. Cuando estamos en Madrid, adquirir Sumatriptán es tan sencillo como acudir a una farmacia con la tarjeta sanitaria de la seguridad social y, dado que se trata de una dolencia crónica, mostrarla para que comprueben en el ordenador que puede adquirir una o dos cajas de cuatro comprimidos cada cierto tiempo, en función del cálculo de sus posibles necesidades de consumo.
El Sumatriptán es un principio activo que puede adquirirse como Imigrán, de GlaxoSmithKline, o algo más barato en su versión genérica. No tiene ningún tipo de uso secundario, posibles utilizaciones como psicotrópico o valor alguno en el mercado negro: es, simplemente, un medicamento contra determinados tipos de migraña, que debe como tal ser prescrito por un médico. Dado el funcionamiento de las farmacias en España, es un medicamento que, de manera habitual, puede adquirirse sin necesidad de exhibir la correspondiente receta: yo mismo lo he adquirido en numerosas ocasiones sin problemas cuando mi mujer está con alguna de sus crisis. Sin embargo, es perfectamente posible que el farmacéutico decida que, por la razón que sea, quiere exigir la receta, e incluso que se niegue a dispensarlo en función de criterios de difícil explicación.
El martes por la tarde, mi mujer comenzó con uno de sus episodios migrañosos, y se encontró sin ninguna pastilla a mano. En esas circunstancias, lo mejor es tratar de tomar la primera pastilla lo antes posible: una vez que la migraña supera un límite determinado, ya no hay quien la pare, y puede durar más de un día con dolores fuertes. Acudimos a una farmacia rápidamente, para encontrarnos con que el farmacéutico decidió que, por la razón que fuese, debía exigirnos la receta. Le comentamos que la receta era electrónica y que dependía de la tarjeta sanitaria de mi mujer, de la Comunidad de Madrid. Ante esa circunstancia, el dependiente nos dijo que le resultaba completamente imposible verificar esa información porque el sistema no le permitía acceder a ella al ser de un sistema sanitario de otra comunidad autónoma, y que por tanto, no podía vendernos el medicamento. Como solución, nos ofreció irnos al ambulatorio de la Seguridad Social de Ponteareas, donde podríamos acudir al servicio de urgencias y pedir a un médico que nos extendiese una receta.
Un poco de sentido común, por favor: como solución a un problema completamente absurdo y puramente tecnológico, me proponen que acuda a un médico que, sin ninguna posibilidad de determinar de una manera mínimamente rigurosa si un medicamento es adecuado a una dolencia determinada o no (diagnosticar una migraña requiere diversas pruebas y lleva tiempo), tiene que aceptar que el paciente le dice que su dolencia es crónica, que está perfectamente diagnosticada por un médico en Madrid, y que por favor, le extienda la receta de un medicamento que el farmacéutico se niega a venderle.
Obviamente, no acudimos al ambulatorio. Contribuir a saturar el servicio de urgencias para que simplemente me extiendan un papel es algo que resulta suficientemente absurdo e ineficiente como para intentarlo primero de otras maneras. Entré en otra farmacia, pedí el medicamento, y me lo vendieron sin ningún problema. Obviamente, no intenté beneficiarme de la bonificación en el precio a la que me daría acceso la receta de la Seguridad Social, cosa que tampoco había pretendido en la farmacia anterior, pero a la que hipotéticamente debería tener derecho: simplemente pagué el precio completo y me fui a buscar un vaso de agua.
¿Qué país desarrollado genera un sistema sanitario tan profundamente disfuncional que obliga a semejantes cuestiones? ¿Qué estúpida razón llevó a transferir a las comunidades autónomas las competencias de Sanidad, para que dieran lugar a un demencial sistema que multiplica los gastos, los priva de posibles economías de escala, y encima convierte a cada comunidad autónoma en un compartimento estanco, que imposibilita o dificulta profundamente que los ciudadanos accedan a los beneficios de un sistema de ámbito estatal como la Seguridad Social? Lógicamente, eso implica que tampoco se podrá acceder a datos de cualquier paciente de una comunidad autónoma desde otra, sean pruebas diagnósticas, historiales médicos o lo que sea… ante un accidente en una comunidad autónoma distinta de la tuya, olvídate que que quienes te atiendan puedan acceder a todos los datos que la Seguridad Social de tu comunidad podría hipotéticamente tener sobre ti. Genial.
En pleno siglo XXI, en un país relativamente pequeño como España y dotado con uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, hemos decidido que el mejor uso de los recursos públicos era crear diecisiete sistemas de información diferentes, uno para cada comunidad autónoma, no conectados entre sí, completamente independientes y estancos, de manera que un ciudadano español con una receta perfectamente válida en Madrid no pueda obtener el medicamento que necesita para su dolencia si está en algún otro lugar… de su propio país!!!! Uno de los grandes beneficios que se supone debería traernos la tecnología, la capacidad de acceder a datos que se encuentran en otro lugar, convertido en completamente inútil. Enhorabuena: hemos conseguido rizar el rizo de la estupidez y darle un par de vueltas más.
https://www.enriquedans.com/2016/04/usos-completamente-estupidos-de-la-tecnologia-el-sistema-sanitario-espanol.html