Debate: ¿las humanidades se encargan de alimentar el ego humano, la ciencia se dedica a bajarle los humos?
¿Los que no saben ciencia están completamente ciegos? (I)
La ciencia no matará a la filosofía: solo a la mala filosofía.
¿Los que no saben ciencia están completamente ciegos? (I)
Hasta qué punto es importante la ciencia para desenvolvernos en el mundo? No ya tanto la acumulación de datos científicos inequívocos (como que las espinacas en realidad no tienen demasiado hierro, por mucho que lo dijera Popeye) sino el hecho de contemplar las cosas a través de un prisma científico.
¿Se puede decir que la gente que observa el mundo y a sí misma bajo ese prisma tiene las gafas mejor graduadas que el resto de la gente? ¿Es exagerado afirmar que los segundos sufren de presbicia o cataratas?
En la actualidad, la gran línea divisoria entre los seres humanos ya no es tanto la raza o la religión. Tampoco es tan importante el alguien sea culto o analfabeto. Todas esas personas, en mayor o menor medida, en el fondo son muy similares a la hora de discurrir.
Lo que divide a los seres humanos y los convierte en criaturas altamente diferenciadas, como podrían serlo los Australopitecus y los Homo Sapiens, no es otra cosa que el saber científico. Entonces es cuando las personas viven de verdad en universos diferentes.
Un individuo que ha crecido ajeno al saber científico está incluso más huérfano que alguien nacido en una cultura preletrada. Un individuo así podría, de hecho, definirse en gran parte como C. R. Hallpike define las culturas preletadas en The Foundations of Primitive Though (y además alardeará de ello y lo considerará más humano, más holístico, más prístino):
Intuitivo y dogmático, ligado a relaciones emocionales específicas más que a la causalidad física, opaco a la abstracción lógica o a conjuntos de lo que es hipotéticamente posible, propenso a usar el lenguaje para la interacción social más que como herramienta conceptual, limitado a cuantificación principalmente a imágenes burdas de frecuencia y rareza.
Todos estos rasgos impregnan y enriquecen las metáforas del arte. Son parte de la civilización moderna. Pero no son más que rémoras en cuanto ponemos en marcha el pensamiento lógico-deductivo, que es en gran parte un producto especializado y raro, basado en oleadas de emociones encontradas cuya influencia recíproca se resuelve mediante una interacción de factores hereditarios y ambientales.
Las personas acientíficas, sin los instrumentos y el saber acumulado de las ciencias naturales (física, química y biología) son, como describe Edward O. Wilson:
Seres humanos atrapados en una prisión cognitiva. Son como peces inteligentes que nacen en un estanque profundo y oscuro. Curiosos e inquietos, deseando salir, piensan en el mundo exterior. Inventan ingeniosas especulaciones y mitos sobre el origen de las aguas que los confinan, del sol y las estrellas que hay arriba, y del significado de su propia existencia. Pero se equivocan, siempre se equivocan, porque el mundo es demasiado ajeno a la experiencia ordinaria para ser siquiera imaginado.
Y, a pesar de todo, al ser la ciencia una herramienta tan extraña y ortopédica para el cerebro humano, socialmente se considera que una persona es culta cuando sabe enumerar de memoria los ríos y afluentes de un país, o demuestra haber leído clásicos de la literatura, o parafrasea a los grandes filósofos del pasado (también acientíficos). Y este intelectual puede afirmar alegremente que no le interesan las matemáticas, o equivocarse en una afirmación astronómica, y jamás nadie le tachará de ignorante por ello. Pero si un físico comete un desliz en el campo humanístico, automáticamente será considerado un pobre bobo, un individuo desconectado del mundo y de las personas.
Pero de nuevo quiero insistir en que la ciencia no sólo se basa en acumular conocimientos científicos. También es una forma de mirar y de pensar que requiere de un adiestramiento. Un duro entrenamiento a fin de derribar intuiciones, automatismos e inercias psicoemocionales que todos poseemos al nacer.
En la próxima entrega de este panegírico a la ciencia ahondaré un poco más en ello.
http://www.xatakaciencia.com/otros/los-que-no-saben-ciencia-estan-completamente-ciegos-i
La ciencia no es una filosofía ni un sistema de creencias. Es una combinación de operaciones mentales que se adquiere por hábito, nunca por herencia genética. Nadie nace científico, aunque todos nazcamos con propensión a emocionarnos con las historias de ficción o la música.
La ciencia no es algo natural. Es una construcción humana que va más allá de nuestros sentidos y nuestras reflexiones, y que desafía continuamente lo que creemos saber sobre el mundo y sobre nosotros mismos.
La ciencia nos ha descubierto que literalmente estamos ciegos a casi todo lo que sucede en la realidad que nos rodea. Una cultura precientífica creía la luz visible era la única luz que existía. Atrapada en la caverna de Platón no podía advertir jamás que había más luz que no podía registrar con sus torpes sentidos.
La ciencia instrumental ha descubierto lo que hay más allá, y ha determinado quela luz visible sólo es una ínfima parte de la radiación electromagnética, que comprende longitudes de onda de 400 a 700 nanómetros, dentro de un espectro que va desde las ondas gamma, billones de veces más cortas, a las ondas de radio, billones de veces más largas.
La retina humana no está preparada para recibir toda esta información, aunque sí lo esté para leer un libro de Pablo Coelho. No importa que continuamente nos llueva encima toda esa radiación. Sabíamos menos de ella que del final dePerdidos.
Ahora los científicos son capaces de traducir cualquier longitud de onda en luz visible y sonido audible, como traductores de una lengua extranjera de la que nunca hubiéramos oído hablar y nos explicaran la realidad de forma más amplia y profunda. ¿Acaso se armó tanto revuelo al descubrirse algo así del que se armaría al descubrir el enésimo libro perdido de algún autor clásico de historias de ficción?
Cuánto tiempo perdemos en nuestras miserias cotidianas, prisioneros de lo que nos parece lo más trascendental del mundo, hablando de todo sin ver más allá de lo que nos muestran nuestros sentidos forjados por la evolución darwiniana a fin de sobrevivir en la sabana africana. Cuánto tiempo sin tener presente que hoy, los científicos, ya pueden visualizar la materia a través de 37 órdenes de magnitud.
El mayor de los racimos de galaxias es mayor que la menor de las partículas conocidas por un factor del número uno seguido por unos 37 ceros.
De esta manera la ciencia ha ampliado nuestra visión. Y también nuestro oído: la gama auditiva del ser humano va de los 20 a los 20.000 Hz, o ciclos de compresión de aire por segundo. Un una gama suficiente para oír lo que nos dice otra persona, o las historias de los jefes de la tribu o la del profesor de filosofía. Pero desde 1950, los zoólogos pueden escuchar batallas nocturnas que antes eran mudas: con receptores, transformadores y fotografía nocturna pueden seguir cada chillido y maniobra nocturna de los murciélagos, que emiten pulsos ultrasónicos.
No pretendo faltar al respeto a nadie cuando digo que las personas precientíficas, con independencia de su genio innato, no podrían adivinar nunca la naturaleza de la realidad física más allá de la minúscula esfera que es abarcable mediante el sentido común no ayudado. Ninguna otra cosa funcionó nunca, ningún ejercicio a partir de los mitos, la revelación, el arte, el trance o cualquier otro medio concebible; y a pesar de la satisfacción emocional que produce, el misticismo, la sonda precientífica más fuerte hacia lo desconocido, a dado un resultado cero. No hay conjuro de chamán ni ayuno en lo alto de una montaña sagrada que pueda convocar al espectro electromagnético. Los profetas de las grandes religiones no sabían de su existencia, no porque su dios fuera reservado, sino porque carecían de los conocimientos de física que sólo se consiguen con mucho esfuerzo.
Los textos sagrados, los textos de filosofía, las novelas de todos los tiempos… absolutamente nadie mencionó qué era y cómo funcionaba todo el espectro electromagnético que no podemos ver. Todo ellos hablaron siempre de cosas invisibles, sí. Pero nunca de una tan obvia y fácil de descubrir como el espectro electromagnético.
Sencillamente porque usaban una manera de pensar las cosas que no era eficaz. Sencillamente porque estuvieron ciegos a lo largo de toda la historia de la humanidad. Y sólo ahora empezamos a vislumbrar retazos de la realidad, en poco menos de un siglo de avances acumulativos y sistemáticos fundados en esta nueva forma de pensar antinatural y rara.
En la próxima entrega de este artículo profundizaré en las razones que han llevado al ser humano, el supuesto culmen de la creación, a nacer tan ciego, tan sordo y tan poco preparado para pensar objetivamente
III
El ser humano es medio ciego, medio sordo y medio tonto porque… bien, porque, con esas condiciones, tuvo suficiente para sobrevivir. Sobrevivir, reproducirse y permitir que los hijos hereden esas características tan limitadas aunque suficientes para seguir adelante.
De algún modo es como si el proceso evolutivo dijera: bueno, a pie tardaremos una semana en llegar a aquella montaña, pero tampoco hay prisa. Lo importante es que vayas andando, comiendo algo por el camino y, sobre todo, reproduciéndote con los miembros del sexo contrario que te encuentres a fin de que tus hijos, cuando tú mueras, puedan seguir el camino. De hecho, ni siquiera es relevante que llegues a algún sitio. ¿Para qué voy a dotarte de alas?
Por esa razón la ciencia diseñó las alas artificiales y, con un aeroplano, llegó a la cima de aquella montaña. Ya no dependía de las reglas de la naturaleza. La ciencia nos hizo volar, literal y metafóricamente.
La selección natural, definida como la supervivencia diferencial y la reproducción de formas genéticas diferentes, prepara los organismos sólo para necesidades. La capacidad biológica evoluciona hasta que maximiza la eficacia de los organismos para los nichos que ocupan, y ni un ápice más. Cada especie, cada tipo de mariposa, murciélago, pez, y primate, incluido el Homo sapiens, ocupa un nicho concreto. De ahí se sigue que cada especie vive en su propio mundo sensorial.
Imagino que os estaréis preguntando: ¿cómo es posible entonces que la ciencia se haya desarrollado? ¿Qué es lo que provocó la revolución científica si somos ahora tal y como éramos hace miles de años y la ciencia apenas tiene unas décadas de vida?
Hubo 3 precondiciones que, por azar, nos condujeron a la revolución científica.
La primera fue la curiosidad ilimitada y el impulso creador de las mejores mentes (cualidades evolutivamente importantes).
La segunda fue el poder innato de abstraer las cualidades esenciales del universo. Esta capacidad la poseían nuestros antepasados neolíticos.
La tercera fue lo que el físico Eugene Wigner llamó una vez la efectividad irracional de las matemáticas en las ciencias naturales. Es decir:
La correspondencia de la teoría matemática y de los datos experimentales, en particular en física, es extrañamente elevada. Es tan elevada que obliga a creer que las matemáticas son, en algún sentido profundo, el lenguaje natural de la ciencia. (…) Las leyes de la física son en realidad tan exactas que trascienden las diferencias culturales.
Dicho de otro modo: si algún día nos visitaran seres extraterrestres inteligentes, no sabemos si les gustarán las obras de Shakespeare o la música deMozart (probablemente les parecerá una cacofonía como a nosotros su arte alien). Lo que sí sabemos con seguridad es que, si esos extraterrestres tienen por ejemplo energía nuclear y naves espaciales, habrán descubierto exactamente las mismas leyes que nosotros.
La física de cualquier ser inteligente de cualquier planeta del universo podría traducirse isomórficamente, punto por punto, de conjunto a punto, y de punto a conjunto, en una notación humana. Eso nos haría universales.
Pero yo, a veces, ni siquiera entiendo lo que me dice en el ascensor el vecino del quinto segunda. Y os aseguro que no es alienígena. Creo.
Comentarios del articulo :
Supongo que no falta decir que mientras que las humanidades se encargan de alimentar el ego humano, la ciencia se dedica a bajarle los humos. No estamos en el centro del sistema solar, ni de la galaxia, ni somos el objetivo de la evolución, ni somos diferentes del resto de animales. Esto conviene recordarlo, porque desde las humanidades siempre se nos ha recordado que somos el animal que piensa, el Homo sapiens que luego se ha utilizado en la taxonomía. Pero en realidad somos:
Eukaryota Animalia Eumetazoa Bilateria Deuterostomia Chordata Vertebrata Gnathostomata Tetrapoda Mammalia Theria Placentalia Euarchontoglires Primates Haplorrhini Simiiformes Catarrhini Euarchonta Hominoidea Hominidae Homininae Hominini Hominina Homo H. sapiens
Es decir, la ciencia se encarga de recordarnos que somos un animal irracional superviviente descendiente de supervivientes descendientes de supervivientes y que incorporamos una serie de patrones de conducta que nada tienen que ver con el razonamiento objetivo y que se acerca más a la exaltación del ego ejercido desde las humanidades o las religiones.
-Lo diré de una forma muy clara: solo se compite entre iguales, entre desiguales solo se coopera. Si ciencia y humanidades son iguales, entonces compiten, si no compiten es porque son desiguales. Yo abogo por la segunda opción.
De hecho, añadiría que las humanidades sirven para entender (y soportar) nuetro pasado, mientras que las ciencias sirven para entender y encauzar el futuro. Pero esto es una interpretación humanística, es decir hecha a medida de mis gustos.
Dejo sin comentar esto de cómo un ser racional puede tener ego, que por definición es irracional.
Debatible:
¿entre desiguales solo se coopera? vs teoría de juegos
volviendo al titulo....
La ciencia sin las humanidades es un error, como las
humanidades sin la ciencia también seria un error
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¿Ha matado la ciencia a la filosofía?
Francis Crick, codescubridor de la doble hélice del ADN, aseguraba con mala uva que el único filósofo de la historia que había tenido éxito era Albert Einstein
No tan muerta
Por Javier Sampedro
Yo, señor, soy un científico raro. Sé que meterse con los filósofos es una de las aficiones favoritas de los científicos. Francis Crick, codescubridor de la doble hélice del ADN, aseguraba con característica mala uva que el único filósofo de la historia que había tenido éxito era Albert Einstein. El genetista y premio Nobel Jaques Monod dedicó un libro entero, El azar y la necesidad,a reírse de los filósofos marxistas, y el cosmólogo Stephen Hawking ha declarado con gran aparato eléctrico que “la filosofía ha muerto”, lo que ha dejado de piedra a los filósofos y seguramente a los muertos. Pero fíjense en que todos esos dardos venenosos no son expresiones científicas, sino filosóficas, y que por tanto se autorrefutan como una paradoja de Epiménides (ya les dije que yo era un científico raro).
¿Qué quiere decir Hawking con eso de que la filosofía ha muerto? Quiere decir que las cuestiones fundamentales sobre la naturaleza del universo no pueden responderse sin los datos masivos que emergen de los aceleradores de partículas y los telescopios gigantes. Quiere decir que la pregunta “¿por qué estamos aquí?” queda fuera del alcance del pensamiento puro. Quiere decir que el progreso del conocimiento es esclavo de los datos, que su única servidumbre es la realidad, que cuando una teoría falla la culpa es del pensador, nunca de la naturaleza. Un físico teórico sabe mejor que nadie que, pese a que la ciencia es solo una, hay dos formas de hacerla: generalizando a partir de los datos y pidiendo datos a partir de las ecuaciones. Einstein trabajó de la segunda forma, pensando de arriba abajo. Pero ese motor filosófico también le condujo a sus grandes errores, como la negación de las aplastantes evidencias de la física cuántica con el argumento de que “Dios no juega a los dados”. Como le respondió Niels Böhr: “No digas a Dios lo que debe hacer”.
La ciencia no matará a la filosofía: solo a la mala filosofía.
Una cooperación fecunda
Por Adela Cortina
La filosofía es un saber que se ha ocupado secularmente de cuestiones radicales, cuyas respuestas se encuentran situadas más allá del ámbito de la experimentación científica. El sentido de la vida y de la muerte, la estructura de la realidad, por qué hablamos de igualdad entre los seres humanos cuando biológicamente somos diferentes, qué razones existen para defender derechos humanos, cómo es posible la libertad, en qué consiste una vida feliz, si es un deber moral respetar a otros aunque de ello no se siga ninguna ganancia individual o grupal, qué es lo justo y no sólo lo conveniente. Sus instrumentos son la reflexión y el diálogo bien argumentado, que abre el camino hacia ese “uso público de la razón” en la vida política, sin el que no hay ciudadanía plena ni auténtica democracia. El ejercicio de la crítica frente al fundamentalismo y al dogmatismo es su aliado.
En sus épocas de mayor esplendor la filosofía ha trabajado codo a codo con las ciencias más relevantes, y ha sido la fecundación mutua de filosofía y ciencias la que ha logrado un mejor saber. Porque la filosofía que ignora los avances científicos se pierde en especulaciones vacías; las ciencias que ignoran el marco filosófico pierden sentido y fundamento.
Hoy en día son especialmente las éticas aplicadas a la política, la economía, el desarrollo, la vida amenazada y tantos otros ámbitos las que han mostrado que el imperialismo de un solo saber, sea el que fuere, es estéril, que la cooperación sigue siendo la opción más fecunda. Habrá que mantener, pues, la enseñanza de la ética y de la filosofía en la ESO y en el bachillerato, no vaya a ser que, al final, científicos como Hawking o Dawkins acaben dándole la razón a la LOMCE.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/30/babelia/1419956198_209450.html---------------------------------
Adela Cortina: “Hoy en día son especialmente las éticas aplicadas a la política, la economía, el desarrollo, la vida amenazada y tantos otros ámbitos las que han mostrado que el imperialismo de un solo saber, sea el que fuere, es estéril, que la cooperación sigue siendo la opción más fecunda. Habrá que mantener, pues, la enseñanza de la ética y de la filosofía en la ESO y en el bachillerato, no vaya a ser que, al final, científicos como Hawking o Dawkins acaben dándole la razón a la LOMCE.”
Y también con el final de Javier Sampedro:
“La ciencia no matará a la filosofía: solo a la mala filosofía”
Añadiría de mi cosecha: Ramón Arbe
Ojalá que la Filosofía sea capaz de matar la mala ciencia