¿Cómo sería vivir en una España federal?
Si tenemos en cuenta que la Constitución española mantiene la mili, insulta a las personas con discapacidad, es explícitamente machista y perpetúa la desigualdad de los españoles a través de la financiación autonómica (ver aquí), pocos estarán en desacuerdo en la necesidad de su reforma.
Si, además, constatamos que en Cataluña tenemos un problema que no van a resolver Rajoy y Mas, que actúan ambos como dos zombies egoístas, entonces la reforma parece urgente. Tienen razón quienes dicen, como el propio Rajoy o el expresidente González, que no se puede ser equidistante con el Gobierno de España, que cumple la Ley, y con el president Mas, que ha decidido saltársela. Pero eso no quiere decir que todos pensemos que la única alternativa al separatismo es enviar los tanques a Cataluña. Muchos creemos que sería conveniente iniciar un proceso que reforme ese texto anticuadísimo, que protege, por ejemplo (art. 18), las comunicaciones por telégrafo, o que mantiene la pena de muerte para tiempos de guerra (art. 15).
El PSOE propuso hace ya mucho tiempo una reforma de la Constitución para convertir a España en un Estado verdaderamente federal. Al principio se despreció su propuesta. Ahora se cuestiona su concreción. ¿Cómo sería vivir en un Estado federal para una ciudadana o ciudadano cualquiera?
Una ciudadana en un Estado federal siente que los intereses de su territorio (región, comunidad autónoma, estado o como se llame...) están representados en una cámara específica con verdadera fuerza legislativa. En España, el Senado es una broma de mal gusto en ese sentido, porque mandan los partidos políticos y porque aquello se ha convertido en un asilo para políticos venidos a menos. Aquí no hay ningún sitio en el que Andalucía pueda debatir con Baleares sobre cuestiones de pesca. O que Cataluña defienda algo frente a Galicia.
Un ciudadano en un Estado federal sabe que hay ciertas cuestiones que no se pueden decidir individualmente: la defensa nacional, la política exterior, ciertos derechos básicos, los símbolos comunes que representan la identidad del conjunto, como la bandera o el himno... Eso no puede discutirse (o mejor, puede discutirse en la Cámara territorial correspondiente), pero tomadas las decisiones nadie debe contradecirlas.
Y, sin embargo, en un estado federal hay amplias competencias en muchas materias. Asesinar en un estado de los Estados Unidos puede suponer la silla eléctrica, mientras dos kilómetros más allá "sólo" se castiga con 20 años de cárcel. Los impuestos en Delaware son mucho más bajos que en California. Decidiendo sobre esas cuestiones, los estados, de algún modo, compiten entre sí por atraer para sí talento, gente o dinero.
En un estado federal, la capital tiene cierta importancia, pero como lugar más o menos neutro de articulación de intereses políticos nacionales, como el DF mexicano, el Berlín alemán, o la ciudad de Washington. Y se les financia para que hagan ese papel. Pero las actividades del conjunto están distribuidas a lo largo del territorio. Nueva York es la capital financiera y por eso la Bolsa está allí. Silicon Valley está sin embargo en California, y hay ayudas federales para que el lugar siga siendo el paraíso de la innovación del mundo. Los mejores universidades están en Massachusets. Y no pasa nada. Al contrario. Por eso es razonable que si el Congreso de los Diputados y el Palacio de la Moncloa están en Madrid, el Senado pueda estar en Barcelona y el Tribunal Constitucional en Cádiz... Nada impide que el Ministerio de Agricultura pueda estar en Valencia. Parece una tontería pero no lo es, poque la distribución de las instituciones por toda la nación logra a medio y largo plazo que la gente perciba, simple y llanamente, que no todo tiene que pasar por la capital.
Naturalmente, una concepción federal del estado respeta los derechos de los habitantes de cada territorio. Sí, todos los españoles somos iguales ante la Ley y tenemos los mismos derechos. Pero no se puede exigir competencias de mar para Extremadura, ni el bable asturiano puede pedir la misma protección que el catalán. En ese sentido, hay un derecho diferencial catalán, por supuesto, notablemente más amplio y ancestral que el hecho diferencial murciano o aragonés. Y deben ser las entidades federadas (los estados, o regiones, o comunidades autónomas), las que se entiendan entre sí para dimensionarlos y financiarlos, en función de su importancia. Y deben discutirlo entre sí, y no sólo con el Gobierno nacional.
Se dice que las competencias de las Comunidades Autónomas en España son superiores a las de muchos estados federados del mundo. Y es cierto. Pero hay una diferencia que no es para nada menor. Esas competencias son fruto de una negociación con un poder central, el Gobierno de España, que parece conceder o no según le viene en gana. No fruto de un debate sano y equilibrado y justo entre los territorios. Una España federal de verdad exige que sus diversos territorios, en proporción a su peso demográfico, histórico y cultural, se pongan de acuerdo en qué puede hacer cada cual y qué se paga entre todos, como si se tratara de los gastos de comunidad en un bloque de vecinos. Eso, por mucho que se empeñen algunos, en España no sucede hoy.
Si, además, constatamos que en Cataluña tenemos un problema que no van a resolver Rajoy y Mas, que actúan ambos como dos zombies egoístas, entonces la reforma parece urgente. Tienen razón quienes dicen, como el propio Rajoy o el expresidente González, que no se puede ser equidistante con el Gobierno de España, que cumple la Ley, y con el president Mas, que ha decidido saltársela. Pero eso no quiere decir que todos pensemos que la única alternativa al separatismo es enviar los tanques a Cataluña. Muchos creemos que sería conveniente iniciar un proceso que reforme ese texto anticuadísimo, que protege, por ejemplo (art. 18), las comunicaciones por telégrafo, o que mantiene la pena de muerte para tiempos de guerra (art. 15).
El PSOE propuso hace ya mucho tiempo una reforma de la Constitución para convertir a España en un Estado verdaderamente federal. Al principio se despreció su propuesta. Ahora se cuestiona su concreción. ¿Cómo sería vivir en un Estado federal para una ciudadana o ciudadano cualquiera?
Una ciudadana en un Estado federal siente que los intereses de su territorio (región, comunidad autónoma, estado o como se llame...) están representados en una cámara específica con verdadera fuerza legislativa. En España, el Senado es una broma de mal gusto en ese sentido, porque mandan los partidos políticos y porque aquello se ha convertido en un asilo para políticos venidos a menos. Aquí no hay ningún sitio en el que Andalucía pueda debatir con Baleares sobre cuestiones de pesca. O que Cataluña defienda algo frente a Galicia.
Un ciudadano en un Estado federal sabe que hay ciertas cuestiones que no se pueden decidir individualmente: la defensa nacional, la política exterior, ciertos derechos básicos, los símbolos comunes que representan la identidad del conjunto, como la bandera o el himno... Eso no puede discutirse (o mejor, puede discutirse en la Cámara territorial correspondiente), pero tomadas las decisiones nadie debe contradecirlas.
Y, sin embargo, en un estado federal hay amplias competencias en muchas materias. Asesinar en un estado de los Estados Unidos puede suponer la silla eléctrica, mientras dos kilómetros más allá "sólo" se castiga con 20 años de cárcel. Los impuestos en Delaware son mucho más bajos que en California. Decidiendo sobre esas cuestiones, los estados, de algún modo, compiten entre sí por atraer para sí talento, gente o dinero.
En un estado federal, la capital tiene cierta importancia, pero como lugar más o menos neutro de articulación de intereses políticos nacionales, como el DF mexicano, el Berlín alemán, o la ciudad de Washington. Y se les financia para que hagan ese papel. Pero las actividades del conjunto están distribuidas a lo largo del territorio. Nueva York es la capital financiera y por eso la Bolsa está allí. Silicon Valley está sin embargo en California, y hay ayudas federales para que el lugar siga siendo el paraíso de la innovación del mundo. Los mejores universidades están en Massachusets. Y no pasa nada. Al contrario. Por eso es razonable que si el Congreso de los Diputados y el Palacio de la Moncloa están en Madrid, el Senado pueda estar en Barcelona y el Tribunal Constitucional en Cádiz... Nada impide que el Ministerio de Agricultura pueda estar en Valencia. Parece una tontería pero no lo es, poque la distribución de las instituciones por toda la nación logra a medio y largo plazo que la gente perciba, simple y llanamente, que no todo tiene que pasar por la capital.
Naturalmente, una concepción federal del estado respeta los derechos de los habitantes de cada territorio. Sí, todos los españoles somos iguales ante la Ley y tenemos los mismos derechos. Pero no se puede exigir competencias de mar para Extremadura, ni el bable asturiano puede pedir la misma protección que el catalán. En ese sentido, hay un derecho diferencial catalán, por supuesto, notablemente más amplio y ancestral que el hecho diferencial murciano o aragonés. Y deben ser las entidades federadas (los estados, o regiones, o comunidades autónomas), las que se entiendan entre sí para dimensionarlos y financiarlos, en función de su importancia. Y deben discutirlo entre sí, y no sólo con el Gobierno nacional.
Se dice que las competencias de las Comunidades Autónomas en España son superiores a las de muchos estados federados del mundo. Y es cierto. Pero hay una diferencia que no es para nada menor. Esas competencias son fruto de una negociación con un poder central, el Gobierno de España, que parece conceder o no según le viene en gana. No fruto de un debate sano y equilibrado y justo entre los territorios. Una España federal de verdad exige que sus diversos territorios, en proporción a su peso demográfico, histórico y cultural, se pongan de acuerdo en qué puede hacer cada cual y qué se paga entre todos, como si se tratara de los gastos de comunidad en un bloque de vecinos. Eso, por mucho que se empeñen algunos, en España no sucede hoy.
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https://www.infolibre.es/noticias/opinion/2015/10/02/como_seria_vivir_una_espana_federal_38587_1023.html?fbclid=IwAR3ffukiWS3qB5Na_V0NgRAFQH9C5ta9x5tyQodL-qTKhlCz3obgX8X4kUo
Para intentar comprender que significa “shadow banking” (esto es para legos. abstenerse eruditos), debemos primero entender que es “banking”.
Pues bien. “Banking” es la actividad básica y primordial que se supone realizan los bancos. Esto es, tomar dinero de los depositantes, prestarle ese dinero a terceras partes, y retornarle ese dinero a los depositantes en los plazos acordados y con una ganancia (si fuera así lo pactado en función del tipo de depósito), llamada interés sobre el depósito.
Ahora bien, porque en lugar de depositar el dinero en un banco, dinero que va a ser prestado por el banco a mi vecino, no le presto yo directamente ese monto a mi vecino?. Es que son necesarios los bancos?.
Y la respuesta es que al menos por 3 razones los bancos son necesarios. Ellas son:
• Expertise en la intermediación financiera. Se supone que todo banco “sabe” a quien prestarle y a quien no en función de la seguridad de recuperar ese dinero prestado. Nosotros como particulares, probablemente no tenemos ese expertise.
Y vamos a un ejemplo claro. Supongamos que un responsable de finanzas de una empresa tiene en un momento 50 millones de us$ en efectivo. Y que necesita disponer de ese efectivo para la actividad operativa principal del negocio. Una posibilidad extrema es mantener ese dinero en distintas oficinas, escritorios y cajas de seguridad de la propia empresa. Pero ello es claramente un absurdo. Tanto por razones de seguridad como de lucro cesante por tener ese inmenso capital inactivo.
La otra posibilidad es depositar ese dinero en una cuenta corriente contra la cual se puedan emitir cheques en cualquier momento. Aquí está resuelto el problema de la seguridad. Pero ganando 0% sobre esa inmensa cifra. Y solo teniendo garantizada la minúscula cifra de 250,000 us$ por un depósito clarísimamente superior.
Y es entonces cuando aparecen ciertas instituciones como los bancos de inversión, ó los hedge funds, que nos ofrecen depositar esos 50 millones, y que los tendremos siempre disponibles (como en la cuenta corriente del banco), con solo un pequeño aviso anticipado de generalmente 24 horas.
Hasta aquí viene bien. Pero no son acaso esas instituciones igual ó más riesgosas que la cuenta corriente del banco?. El banco tradicional al menos nos garantiza los primeros 250,000 us$.
Correcto. Pero es entonces cuando esas instituciones nos hacen la oferta tentadora. Y nos dicen: No se preocupen. Nosotros les afrecemos garantías reales sobre el depósito. Les ofrecemos “colaterales”. Y además les pagaremos intereses.
Conclusión, la oferta comienza a ser irresistible. El depósito estará respaldado por garantías reales que podremos ejecutar en caso de problemas, y además obtendremos lucro sobre el depósito.
La cosa funciona más ó menos así:
La institución me dice: deme hoy los 50 millones y yo le daré como garantía bonos de alta calidad que usted podrá vender si no cumplo en devolver su dinero. Y esos bonos que le daré serán por un valor que superan en un 10% (según valores de mercado) a los 50 millones que usted me da. De esa manera usted tendrá cobertura frente a oscilaciones en el valor de mercado de esos bonos de calidad.
Mañana usted me devuelve los bonos y yo le reintegro los 50 millones más un interés que pactemos.
Pero si mañana yo estuviera quebrado ó simplemente desapareciera, usted podrá vender esos bonos de calidad en el mercado y así recuperaría los 50 millones con más el interés pactado y probablemente con una plusvalía adicional dada la alta calidad de los bonos que le entrego.
Ahora si que la cosa luce simplemente estupenda.
Y esto es lo que se llama en la jerga “repo”. Que no es del todo feliz pero proviene de repurchase ó recompra. Y técnicamente es así. Pues lo que ocurre formalmente es que la entidad hedge fund ó el banco de inversión me venden hoy esos bonos de alta calidad por 50 millones (aunque valen el el mercado 55), y se reserva el derecho de recomprarlos mañana por los mismos 50 millones que yo le entregué, más un interés.
En consecuencia el colateral sirve al sistema de shadow banking de igual manera que la garantía oficial de los depósitos, sirve en la banca comercial ó banca tradicional. Con alguna ventaja inclusive. Pues en el caso de nuestro ejemplo es claro que ante un crash importante de los mercado, los bonos de alta calidad que me entregaron también perderían valor, y tal vez no alcancen a cubrir los 50 millones. Podrían valer por ejemplo 45, ó 30 ó 10 millones inclusive. Pero siempre ó casi siempre valdrían más que los 250,000 us$ que la banca comercial me habría garantizado.
Mucho más podríamos decir sobre este tema. Es mucho más complejo y con muchas más variantes que lo aquí expresado. Existe lo que se llama bilateral repo (básicamente lo arriba explicado), triparty repo, commercial papers, money market funds, etc., etc. Pero lo básico está dicho.
En el sistema así descripto (shadow banking), los depositantes prestan su dinero al sistema shadow, en general con buenas garantías, acceso casi inmediato al depósito, mayores intereses pagados, menores regulaciones, etc.
Eso si, cuando las cosas comienzan a funcionar mal en el sistema financiero como en 2008, pues en general funcionan algo peor en el sistema shadow.
Es función de cada uno ver su mejor conveniencia.
Lo anterior es un pequeño extracto y traducción libre de un artículo publicado en planet money por matt levine en marzo del corriente.
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El coste de los paraísos fiscales
05/10/2014
Extenso artículo de Justo Barranco sobre el libro La riqueza oculta de las naciones de Gabriel Zucman en el diario La Vanguardia, en el suplemento Dinero
https://www.udllibros.com/html/utilidades/muestraFoto.php?foto=Z3dtbWxpYm1lZCMyNjE1MiNjb2RpZ28jYWRqdW50byNMVkcyMDE0MTAwNTAxODZFQi5wZGY%3D&fbclid=IwAR3X7P-H9dym3UsUZ1pKphGmYd-jGu8CC0Im-f_SuWpEIpjURDl33mfyZgw