Inditex, mientras haya mundo V.Salcines

Mientras haya mundo, habrá Inditex. Si hace veinticinco años en Galicia alguien dijese esto, lo hubieran mirado, como mínimo, raro. Si lo hubiera dicho en Londres, Nueva York o Roma, lo hubieran tomado por un iluso. En esas fechas aún estaba lejos de salir a bolsa, es más, estaba recién inaugurada su tienda de la Quinta Avenida en la Gran Manzana y los ajenos todavía no sabíamos si Amancio Ortega había acertado o no en su asalto a la capital del mundo. Es más, algunos incluso llegamos a pensar, en pleno espíritu tertuliano de cafetería de facultad, que esa apertura y ese mercado habían sido decisivos en el diseño de su estrategia internacional. Y en esa idea estábamos, al menos yo, hasta que un día un alto ejecutivo me dijo: «Estás equivocado, lo que realmente nos preocupó no fue la salida de España, sino de Galicia. La tienda emblemática no la busques en Estados Unidos, está en León, más concretamente en Ponferrada». Y hace de eso ya treinta y seis años.

Dos cosas le hacen falta a una empresa para conquistar la totalidad de los mercados. La primera, un modelo replicable. La segunda, financiación para llevarlo a cabo. Al triunfar en España y Portugal, nos convencimos de que Inditex podía conquistar Europa. Al revolucionar el mercado mexicano, concluimos que América Latina también podía caer rendida a sus pies. La gran incógnita era, por lo tanto, Asia, especialmente el este de ese continente. Distinta cultura, diferentes religiones, otras estructuras sociales. Hoy ya sabemos que ese mercado se rinde a la misma velocidad que el europeo y el americano. No hay duda: el modelo es universal y, consecuentemente, replicable en todas las naciones. Es decir, sea cual sea su esencia cultural y religiosa es conquistable por el portaviones de Arteixo. ¿Algo más? ¿Fondos para financiarlo? ¿Llegarán los cinco mil millones que tiene en caja? Llegarán. Está claro. Solo hay una cosa que puede pararlo: el mundo. Y es que mientras haya mundo, habrá Inditex. ¿Y queda mundo? Queda.