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¿Por qué la gente más estúpida que tú es capaz de ganarte en una discusión? SERGIO PARRA

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¿Por qué la gente más estúpida que tú es capaz de ganarte en una discusión?






Hace unos días me vi inmerso en una cena de restaurante, una suerte de mesa redonda lisérgica, en la que todos los concurrentes decían cosas sin pies ni cabeza. Casi todas eran afirmaciones sobre ciencia y ninguno de ellos tenía ni remota idea de nada de lo que decía.
Todos ellos eran personas con estudios, cultivadas, con profesiones relacionadas con la comunicación… pero sus afirmaciones me dejaban desarmado. No sabía ni por dónde empezar a replicar. Algunas veces hilvanaba mentalmente cómo podría resultar lo más pedagógico posible, pero enseguida me refugiaba de nuevo en el mutismo, mordiéndome la lengua: «Me enfurece equivocarme cuando sé que tengo razón», que decía Molière.
Todas aquellas afirmaciones eran dogmáticas, seguras de sí mismas, sin fisuras, sin vacilaciones, jalonadas de clichés. Estaba en una mesa llena de tontos ilustrados, lo que Nietzsche llamaba bildungsphilisters o zafios doctos, ignorantes que enarbolan sus títulos académicos y sus años de experiencia pero que carecen de erudición verdadera por su falta de curiosidad y humildad. Para que os hagáis una idea, estas fueron algunas de los temas que se trataron en aquella cena:
  • Los fantasmas existen. Los hemos visto o conocemos a alguien de fiar que los ha visto.
  • Lo natural es siempre mejor que lo artificial.
  • Los alimentos sin químicos son mejores que los que los tienen.
  • La alimentación biológica es más sana.
  • Los transgénicos son malos en todos los sentidos.
  • Existe la intolerancia a la lactosa porque las vacas no pastan y la leche no es como antes.
  • Los niños de antes se entretenían con piedras y ahora necesitan juguetes y tablets.
  • El profesor siempre tiene razón aunque no la tenga para que así el alumno nunca dude de la jerarquía de autoridad. Lo mismo sucede con la abuela y los padres.
  • Antes los niños no eran sometidos a tantas normas de seguridad y sobrevivíamos.

Primer problema: gente que confía demasiado en lo que dice

Todos estos temas fueron postulados desde el llamado efecto Dunning-Kruger, evidenciando que todos ellos sólo hablaban de oídas y no habían dedicado demasiado tiempo a investigar acerca de los temas objetos de glosa. Yo sólo osé hablar a propósito del primer tema, aduciendo que las personas que asisten a la aparición de fantasmas no pueden estar seguros de que han visto un fantasma: tal vez son víctimas de una alucinación.
Nadie hizo caso de mi comentario y continuaron hablando y hablando. No callaban. Todo era charla de ascensor extendida a lo largo de tres horas de cena. Me sentía como el convidado de piedra que siempre ponen en los debates de 13TV, ese púlpito mediático de la Conferencia Episcopal donde se imita el formato de debate típicamente adversarial pero en el que sólo discuten personas que piensan exactamente lo mismo sobre todos los temas.Era como si hubiera soplado un silbato para perros y todos ellos, claro, no fueran cánidos.
Todos somos capaces de autoangañarnos con la misma eficacia en todos los ámbitos de la vida. Desde que nuestra ex era más mala de lo que era hasta que determinado partido político traerá la prosperidad que merecemos. En consecuencia, no consiste en determinar que los polemistas de 13tv sean imbéciles, ni que mis acompañantes en aquella cena fueran idiotas, sino en asumir que todos lo podemos ser en algún momento. Por eso, al hablar, debemos ir siempre con cierto tiento, como si avanzáramos por un terreno lleno de minas.
Es un consejo un tanto estéril, porque a todos nos complace tener razón y todos estamos sesgados por el efecto lago Wobegon, como explica Kathryn Schulz en su libro En defensa del error:
Muchísimos vamos por la vida dando por supuesto que en lo esencial tenemos razón, siempre y acerca de todo: de nuestras convicciones políticas e intelectuales, de nuestras creencias religiosas y morales, de nuestra valoración de los demás, de nuestros recuerdos, de nuestra manera de entender lo que pasa. Si nos paramos a pensarlo, cualquiera diría que nuestra situación habitual es la de dar por sentado de manera inconsciente que estamos muy cerca de la omnisciencia.
Naturalmente, yo mismo, en este artículo, probablemente estaré incurriendo de forma más o menos grave en esos defectos. Y no dudo de que tropiezo en muchos otros sesgos más o menos ortodoxos cuando estoy en un debate de tipo adversarial y me da un poco de rabia que el otro tenga razón, como la ley de la controversia de Benford, la ley de Godwin y otras.
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Segundo problema: gente que desconfía demasiado de lo que dice

En el punto diametralmente opuesto, otra parte del efecto Dunning-Krugerpostula que las personas pueden infravalorar sus aptitudes de forma exagerada. Es lo que en psicología se llama «síndrome del impostor».
Es un sesgo muy nocivo porque suele tener lugar básicamente en dos casos: en personas que son más inteligentes de lo habitual (y por tanto analizan de forma sistemática lo que dicen ellos y los demás) y en personas competentes que se encuentran en ámbitos donde se las considera incompetentes (mujeres en trabajos tradicionalmente de hombres, una persona sin estudios académicos en una mesa con periodistas titulados, etc.).
Ambos factores ponen en evidencia que este sesgo limita la opinión de personas extraordinarias que se consideran infraordinarias precisamente porque son extraordinarias. El mismo Albert Einstein llegó a decir: «La exagerada estima en la que se tiene el trabajo de toda mi vida me incomoda profundamente. Me siento obligado a verme a mí mismo como un estafador involuntario».
A juicio del experto Dean Burnett, la mezcla del primer problema (gente que confía demasiado en lo que dice) y el segundo problema (gente que desconfía demasiado lo que dice) en un mismo debate o conversación acarrea profundos desastres, tal y como escribe en su libro El cerebro idiota:
El debate público moderno está desastrosamente sesgado por culpa de ello. Hay áreas temáticas importantes, como la vacunación o el cambio climático, que se ven acaparadas por las diatribas apasionadas de individuos con opiniones personales infundadas, en vez de por las explicaciones más calmadas de los expertos bien informados, y todo ello por culpa de unas cuantas rarezas del funcionamiento cerebral.
También es culpa de nuestro cableado neuronal que nos fiemos más de las opiniones de las personas que argumentan con mayor seguridad y aplomo. La cuestión es que las personas que suelen hablar de ese modo acostumbran a ser las que sufren más profundamente el primer problema (gente que confía demasiado en lo que dice). Las personas que se muestran dubitativas e inseguras no suscitan la misma confianza, como revelaron los estudios deSteven Penrod y Brian Cutler llevados a cabo en las salas de vistas de durante los juicios.
Además, las personas que muestran una mayor actividad raquídea también se han acostumbrado a desconfiar más de sus propias opiniones porque estas cambian y evolucionan a medida que meditan sobre ellas, como explica Steven Johnson en La mente de par en par:
Tengo una extraña propensión a recordar con intensidad ciertos argumentos expuestos de pasada por amigos, profesores o colegas, en el marco de una conversación de sobremesa o de un seminario. (…) Al cabo de los meses, y hasta de los años, me sorprendo dando vueltas a sus argumentos, construyendo contra-argumentos o reforzando su verdad esencial con nuevas pruebas.
Finalmente, pues, nos dejamos contaminar con mayor facilidad de las opiniones más inanes. Y resulta francamente difícil tener la razón en un debatecuando el que más duda de sus razones es el que más razones tiene, por regla general.
O dicho de otro modo: fijaos más en las personas que pierden los debates y no os dejéis deslumbrar por los oropeles de la retórica y el carisma de quienes ganan los debates. 13Tv incluido.
http://www.yorokobu.es/gente-estupida/
La catedrática de Filosofía Moral y Política en la UAB, Victoria Camps, y Premio Nacional de Ensayo 2012 en su trabajo, Elogio de la duda (Arpa Editores),trata de una obra que tuvo su germen en una conferencia contra los dogmatismos que la catedrática dictó hace un par de años. “La duda se vende mal. Es más atractivo situarse en una postura radical. La confrontación o incluso el fanatismo consiguen más titulares”, dice Camps.
http://articulosclaves.blogspot.com.es/2016/07/en-los-talk-shows-gana-el-populista-y.html

http://articulosclaves.blogspot.com.es/2016/07/el-sindrome-de-dunning-kruger.html

http://articulosclaves.blogspot.com.es/2016/04/dos-teorias-sobre-la-estupidezpacotraver.html

http://articulosclaves.blogspot.com.es/2015/11/idiocracia-todo-un-mundo.html

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