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Carmen Martínez Pineda: "La II República no fue una verdadera democracia"
José Luis Trullo.- Carmen Martínez Pineda estudió Historia del Periodismo en Universidad Complutense de Madrid y se doctoró con una tesis sobre la censura de prensa durante la II República española, una síntesis de la cual se ha publicado hace unas semanas con el título Libertad secuestrada (Última Línea, Madrid, 2018). En esta impactante entrevista, nos habla de las dificultades que tuvo que superar para acceder a la documentación en la que basa sus investigaciones; asimismo, desenmascara uno de los mitos más pertinaces de la sociedad española, cual es el de que la Segunda República fue un período en el cual nuestro actual sistema político debe inspirarse. A la luz de las conclusiones que plantea en esta entrevista, mucho nos tenemos que ello no tiene por qué ser necesariamente así.
- Carmen, ¿cómo se te ocurrió abordar una investigación como la de la censura de prensa durante la Segunda República?
Cuando empecé mis estudios de doctorado, leí por casualidad en un manual de Historia del Periodismo un epígrafe muy somero dedicado a la prensa en la II República en el que, de soslayo, se mencionaba algo alusivo a la censura. Me llamó la atención porque yo había estudiado Periodismo en la Universidad Complutense y, sin embargo, ninguno de nuestros profesores nos había explicado nada relativo a la censura de prensa durante la II República. Me sorprendió que en una facultad que ha de formar a los futuros comunicadores se dedicaran clases enteras a desentrañar las claves de la censura franquista, que se hablara de la falta de libertad en la dictadura de Primo de Rivera e incluso durante la Restauración canovista y, sin embargo, no se mencionara un periodo en el que también había existido la censura. Cotejé esta información con otros manuales de Historia del Periodismo y en todos me encontré con la misma parquedad informativa, meros epígrafes que despachaban el tema en pocas líneas. Así que me dirigí a la hemeroteca donde pude comprobar la existencia de páginas mutiladas, con entrefiletes del Visado por la Censura. Se trataba de un tema completamente desconocido por la mayoría de los ciudadanos de este país y creí que, por ello mismo, merecía un estudio exhaustivo. No me parecía lógico que en la historiografía española se hubieran dedicado tantas páginas a explicar pormenorizadamente la labor de fiscalización y censura del régimen franquista y que, por otro lado, no existiera un solo libro que abordara este tema en un periodo de tanta relevancia histórica como la II República. Entonces me formulé la pregunta que probablemente cualquier lector se hará: ¿por qué este vacío documental? ¿Cómo era posible que se hubiese silenciado esta realidad durante 80 años? Porque las pruebas de la censura existían, eran irrefutables, las ofrecen los propios periódicos de la época en sus páginas cercenadas, pero la mera imagen que ofrece un medio o lo que alega un medio y muestra a sus lectores, no es en sí una explicación fundamentada del procedimiento y la mecánica de la censura. Necesitaba recurrir a las fuentes primarias, encontrar la documentación que acreditase sin ningún género de duda que la censura había sido una realidad cotidiana durante los más de cinco años de régimen republicano. Ese fue mi reto. Un gran reto, difícil y arduo, que me llevó ocho años de investigación pero que, finalmente, se materializó en un trabajo, en forma de tesis doctoral, del que ahora surge mi libro Libertad Secuestrada. Se trata de una adaptación divulgativa publicada por la editorial Última Línea. Y he de decir que he quedado muy satisfecha con el trabajo. Han hecho un espléndido trabajo al crear un libro cuidado, con mucho mimo, prestando gran atención a los detalles, como la portada o las fotografías, que conservan el aspecto original, envejecido, de la época.
- ¿Con qué dificultades te encontraste durante tu investigación?
Esa es la pregunta clave. Porque durante mi investigación me he encontrado con toda clase de dificultades. La primera y fundamental es la pésima catalogación del material original. Y aquí respondo a la pregunta que yo me formulé: la razón por la que durante 80 años un tema tan novedoso, original, desconocido como este no se había abordado es porque apenas se conserva documentación. O eso se creía. Cuando empecé mi trabajo más de un profesor me alertó de que sería una misión imposible ya que durante la guerra había desaparecido prácticamente toda la documentación de la II República. Fue la misma respuesta que me dio el archivero del Archivo General de la Administración donde se conservan los fondos desde 1933. Aun así yo seguí, en contra de estos consejos ‘sensatos’. Y lo hice porque soy obstinada, demasiado, y porque mi instinto me decía que había mucho más de lo que se creía, documentos que tendrían que salir a la luz tarde o temprano. Tuve entonces un golpe de suerte. De un modo completamente azaroso, muy al comienzo de mi investigación, encontré por casualidad una carpeta con los telegramas que constituyen los pilares de mi trabajo. Estaban sin catalogar, en una carpeta ocre, desgastada, pésimamente conservada, dentro de un legajo con documentos irrelevantes del Ministerio de la Gobernación. El título era desalentador incluso para el investigador más avezado: telegramas sobrantes. Y, sin embargo, yo escarbé en esa carpeta, la desmenucé con los ojos atónitos porque no podía dar crédito a lo que hallé: todos los telegramas de los ministros de la Gobernación a sus gobernadores civiles con instrucciones precisas de censura emitidos entre los años 1933 y 1936. No eran más de una docena, pero suficientes para ratificarme en mi hipótesis inicial: la censura de prensa no había sido algo coyuntural ni aislado, no había sido improvisada, sino metódica, persistente y con gobiernos de distinta ideología. Y lo tenía ahí, frente a mí, que temblaba de emoción. Recuerdo aún ese ahogo que me subió de golpe. Estaba en el archivo de la administración, en Alcalá de Henares, y no dejaba de leer con los ojos apretados aquellos papeles. ¿Cómo podía ser que estuvieran allí, que hubieran permanecido ocultos durante tantas décadas y los encontrara yo? Fue un hallazgo providencial justo cuando estaba a punto de rendirme, cuando me sentía desfallecer y empezaba a dar crédito a las voces que me advertían que sería un trabajo baldío.
- Carmen, ¿cómo se te ocurrió abordar una investigación como la de la censura de prensa durante la Segunda República?
Cuando empecé mis estudios de doctorado, leí por casualidad en un manual de Historia del Periodismo un epígrafe muy somero dedicado a la prensa en la II República en el que, de soslayo, se mencionaba algo alusivo a la censura. Me llamó la atención porque yo había estudiado Periodismo en la Universidad Complutense y, sin embargo, ninguno de nuestros profesores nos había explicado nada relativo a la censura de prensa durante la II República. Me sorprendió que en una facultad que ha de formar a los futuros comunicadores se dedicaran clases enteras a desentrañar las claves de la censura franquista, que se hablara de la falta de libertad en la dictadura de Primo de Rivera e incluso durante la Restauración canovista y, sin embargo, no se mencionara un periodo en el que también había existido la censura. Cotejé esta información con otros manuales de Historia del Periodismo y en todos me encontré con la misma parquedad informativa, meros epígrafes que despachaban el tema en pocas líneas. Así que me dirigí a la hemeroteca donde pude comprobar la existencia de páginas mutiladas, con entrefiletes del Visado por la Censura. Se trataba de un tema completamente desconocido por la mayoría de los ciudadanos de este país y creí que, por ello mismo, merecía un estudio exhaustivo. No me parecía lógico que en la historiografía española se hubieran dedicado tantas páginas a explicar pormenorizadamente la labor de fiscalización y censura del régimen franquista y que, por otro lado, no existiera un solo libro que abordara este tema en un periodo de tanta relevancia histórica como la II República. Entonces me formulé la pregunta que probablemente cualquier lector se hará: ¿por qué este vacío documental? ¿Cómo era posible que se hubiese silenciado esta realidad durante 80 años? Porque las pruebas de la censura existían, eran irrefutables, las ofrecen los propios periódicos de la época en sus páginas cercenadas, pero la mera imagen que ofrece un medio o lo que alega un medio y muestra a sus lectores, no es en sí una explicación fundamentada del procedimiento y la mecánica de la censura. Necesitaba recurrir a las fuentes primarias, encontrar la documentación que acreditase sin ningún género de duda que la censura había sido una realidad cotidiana durante los más de cinco años de régimen republicano. Ese fue mi reto. Un gran reto, difícil y arduo, que me llevó ocho años de investigación pero que, finalmente, se materializó en un trabajo, en forma de tesis doctoral, del que ahora surge mi libro Libertad Secuestrada. Se trata de una adaptación divulgativa publicada por la editorial Última Línea. Y he de decir que he quedado muy satisfecha con el trabajo. Han hecho un espléndido trabajo al crear un libro cuidado, con mucho mimo, prestando gran atención a los detalles, como la portada o las fotografías, que conservan el aspecto original, envejecido, de la época.
- ¿Con qué dificultades te encontraste durante tu investigación?
Esa es la pregunta clave. Porque durante mi investigación me he encontrado con toda clase de dificultades. La primera y fundamental es la pésima catalogación del material original. Y aquí respondo a la pregunta que yo me formulé: la razón por la que durante 80 años un tema tan novedoso, original, desconocido como este no se había abordado es porque apenas se conserva documentación. O eso se creía. Cuando empecé mi trabajo más de un profesor me alertó de que sería una misión imposible ya que durante la guerra había desaparecido prácticamente toda la documentación de la II República. Fue la misma respuesta que me dio el archivero del Archivo General de la Administración donde se conservan los fondos desde 1933. Aun así yo seguí, en contra de estos consejos ‘sensatos’. Y lo hice porque soy obstinada, demasiado, y porque mi instinto me decía que había mucho más de lo que se creía, documentos que tendrían que salir a la luz tarde o temprano. Tuve entonces un golpe de suerte. De un modo completamente azaroso, muy al comienzo de mi investigación, encontré por casualidad una carpeta con los telegramas que constituyen los pilares de mi trabajo. Estaban sin catalogar, en una carpeta ocre, desgastada, pésimamente conservada, dentro de un legajo con documentos irrelevantes del Ministerio de la Gobernación. El título era desalentador incluso para el investigador más avezado: telegramas sobrantes. Y, sin embargo, yo escarbé en esa carpeta, la desmenucé con los ojos atónitos porque no podía dar crédito a lo que hallé: todos los telegramas de los ministros de la Gobernación a sus gobernadores civiles con instrucciones precisas de censura emitidos entre los años 1933 y 1936. No eran más de una docena, pero suficientes para ratificarme en mi hipótesis inicial: la censura de prensa no había sido algo coyuntural ni aislado, no había sido improvisada, sino metódica, persistente y con gobiernos de distinta ideología. Y lo tenía ahí, frente a mí, que temblaba de emoción. Recuerdo aún ese ahogo que me subió de golpe. Estaba en el archivo de la administración, en Alcalá de Henares, y no dejaba de leer con los ojos apretados aquellos papeles. ¿Cómo podía ser que estuvieran allí, que hubieran permanecido ocultos durante tantas décadas y los encontrara yo? Fue un hallazgo providencial justo cuando estaba a punto de rendirme, cuando me sentía desfallecer y empezaba a dar crédito a las voces que me advertían que sería un trabajo baldío.
A partir de ese momento me recorrí los archivos de medio país: el Histórico de Madrid, el propio AGA, el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca, el Militar de Ávila, el Nacional de Cataluña, el Provincial de Murcia (uno de los pocos que conserva fondos del Gobierno Civil de la II República). Y también me adentré en las hemerotecas para que en el trabajo estuvieran las dos versiones de una misma realidad: la del gobierno y la de la prensa. Pero la dificultad mayor no fue la investigación. Porque el trabajo, por muy duro, largo y laborioso que sea, solo depende de ti, de tu tesón y de tus fuerzas. Lo realmente difícil es batallar con aquellos que ponen obstáculos en tu camino. Yo empecé mi tesis en el departamento de Filología de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. No era el lugar adecuado y decidí cambiar a Historia de la Comunicación Social. El primer profesor al que recurrí para que dirigiera mi tesis me había dado clase durante la carrera, pero rechazó tutelarme la tesis y me derivó a la que sería mi directora, una mujer de izquierda que desde el minuto uno intentó que mi tesis se centrara única y exclusivamente en la etapa de las derechas: el II Bienio. Yo me negué. Sus argumentos me parecían muy poco convincentes. Insistía en que el periodo del que me quería ocupar era demasiado extenso para una tesis doctoral. Mi respuesta fue que el tema era completamente novedoso, que mis documentos eran inéditos, que nadie sabía siquiera dónde estaban porque no se hallaban catalogados, estaban perdidos, y que por tanto no iba a modificar mi enfoque. Salí de esa primera entrevista con la certeza de que no iba a recibir ningún apoyo de ella, pero no me importó. Solo necesitaba una persona que firmara la dirección de la tesis para cumplir con el trámite burocrático que exige la Universidad. Seguí trabajando sola, seguí visitando archivos, seguí leyendo por mi cuenta toda la bibliografía (de autores de derechas y de izquierdas) que había sobre el tema y al cabo de casi seis años le presenté mi trabajo. Antes lo había inscrito en el registro de la propiedad intelectual. Puedes imaginar cómo le sentó mi tesis. Pretendía que la rehiciera por completo, algo que yo, por supuesto, no estaba dispuesta a hacer. A mí solo me quedaban seis meses de plazo para defender mi tesis. La moratoria que había dado el gobierno para la defensa de las tesis antiguas expiraba en febrero de 2016 y ella no hablaba o me aportaba excusas peregrinas para no llevar mi tesis a tierra firme. Así que le escribí un último e-mail. Le dije que no podía dejarme en la estacada en el último momento y que, si por razones ideológicas, no quería seguir adelante con la tutela que, al menos, me permitiera defender mi trabajo con otro profesor. Entonces me presentó al que fue mi director, Manuel Sánchez de Diego Fernández de la Riva, del departamento de Derecho, no de Historia, un hombre honesto, audaz, que supo darme los consejos que necesitaba para sacarle mucho más provecho a mi trabajo, poniendo en valor la ingente documentación inédita que yo había encontrado y que estaba ahí, al alcance de todo el mundo después de ochenta años oculta.
- ¿Qué sorpresas te llevaste, respecto a tus hipótesis iniciales?
La principal sorpresa fue, como he comentado antes, comprobar que había mucha más documentación oculta de la que se podía imaginar. También me sorprendió saber que había sido precisamente el gobierno ‘progresista’ del I Bienio el que puso en pie todo el aparato de censura de prensa. La derecha que gobernó durante el II Bienio se limitó a aplicar la legislación que había desarrollado el gobierno del I Bienio para fiscalizar a la prensa. Antes de mi trabajo ya se habían publicado algunas obras sobre la prensa en la II República, siempre desde dos perspectivas: un enfoque legislativo y otro periodístico. Yo quería aunar ambos enfoques y completarlos, además, con el ejecutivo, comprobando cómo aplicaron la censura cada uno de los gabinetes que se sucedieron en el poder. Pude constatar algo que nadie había contado antes, cómo los tres poderes fueron decisivos para amordazar a la prensa. En el plano legislativo la Ley de Defensa de la República y luego la Ley de Orden Público permitieron la suspensión de periódicos y la censura previa. Pero la legislación era aplicada por jueces y fiscales que actuaban en colaboración estrecha y permanente con los gobernadores civiles. Estos últimos actuaban al dictado del ministro de la Gobernación y de su mano derecha, el director general de Seguridad, pero además imponían multas y ordenaban la suspensión de periódicos por días, semanas e incluso meses. Para darle visos de legalidad a esta decisión arbitraria y discrecional, recurrían al juez de guardia, que dictaba una orden de secuestro del ejemplar y la incautación del molde. Era un operativo perfectamente engrasado que no dejaba cabo suelto. No era algo rudimentario. No era algo puntual. Ese fue mi gran hallazgo.
- ¿A qué conclusiones llegaste?
Que la II República no fue una verdadera democracia. Todo estado de derecho debe sustentarse en un pilar incuestionable: la libertad de expresión e información. Y no podemos afirmar que un país que vulnera esta libertad es democrático. Durante la II República se dictaron numerosas órdenes de suspensión de periódicos, no solo contra aquellos rotativos que no eran adictos al gobierno o al régimen, sino contra cualquiera que se atreviera a disentir con el ejecutivo o con el gobernador civil de turno. Se encarceló a periodistas y a directores de periódicos sin que se celebrara ningún juicio ni, por supuesto, hubiera sentencia alguna. Se ejerció una censura metódica de prensa, siguiendo un esquema piramidal en cuya cúspide se situaba el ministro de la Gobernación, por debajo los gobernadores civiles y en la base los alcaldes. Había cuerpos de funcionarios que actuaban como censores en las sedes del Gobierno Civil y de las Alcaldías. Durante el estado de guerra, las Comandancias tomaban el testigo en la aplicación de la censura, siguiendo también un esquema piramidal. Se intervenían telefonemas, cartas, telegramas de las agencias de noticias a los medios españoles e incluso de los corresponsales a sus periódicos extranjeros. Porque, no contentos con censurar a la prensa española, los diferentes gobiernos se atrevieron a traspasar las fronteras, extendiendo los tentáculos de la censura también al exterior. Muchos corresponsales fueron detenidos y expulsados por opinar en contra de una medida del gobierno. Se amenazaba a directores de periódicos. Luis Higón, que firmaba sus escritos con el seudónimo de Luis Sirval, se atrevió a denunciar en su medio el fusilamiento de una joven comunista de 16 años, Aída de la Fuente, durante la represión de la revolución de octubre. Fue encarcelado y fusilado en la prisión de Oviedo. El teniente de la legión que lo ejecutó no estuvo ni seis meses detenido. Tampoco perdió su cargo. Son pruebas elocuentes de la ausencia absoluta de libertad de información que imperó en la II República.
- ¿Cuál ha sido la recepción de las mismas, tanto entre la comunidad
académica como a nivel periodístico y de repercusión social?
Creo que todavía es muy pronto para responder a esa pregunta porque Libertad Secuestrada se ha publicado hace unos días. Aún está llegando a las primeras librerías. Si te digo la verdad, Uroboro ha sido el primer medio se ha interesado en mi trabajo para darle visibilidad. Estoy recibiendo apoyo en las redes sociales, comentarios de personas que se interesan en el tema, de editores e historiadores. Dentro de unos meses podré ver cómo se va dando a conocer el trabajo. Pero lo cierto es que cuando eres una completa desconocida es muy difícil que un medio nacional e incluso autonómico te dedique un espacio.
- ¿Crees que la Segunda República española es conocida, en la
actualidad, de manera fidedigna? ¿Qué echas de menos, a este respecto?
En absoluto. Creo que es un periodo mitificado, abanderado por la izquierda como adalid de libertades que, en realidad, fueron mucho más débiles de lo que se ha hecho creer. Pero la verdad se acaba imponiendo, pese a quien pese. En los últimos años están surgiendo estudios que, como el mío, desde diferentes perspectivas, sacan a la luz muchos de los fallos democráticos de la II República. Se trata de estudios serios, rigurosos, que exhiben documentos reales, no falacias. La respuesta de los defensores más nostálgicos de la II República es atacar al investigador, desprestigiar nuestro trabajo. Hay un artículo de 2011 de Edward Malefakis en El País que nos tilda de neorrevisionistas. Nos compara con los revisionistas de la escuela de Moa. Sostiene que, mientras los moístas esgrimen argumentos franquistas, los neorrevisionistas nos apoyamos en datos que evidencian los fallos democráticos del régimen para desacreditarlo. Es un artículo interesante para comprender hasta qué punto los grilletes ideológicos pueden llevar a justificar lo injustificable. De su artículo se desprende que no cabe crítica posible a la II República porque fue la primera democracia que permitió la celebración de elecciones libres. Y esto es cierto, qué duda cabe, pero también es cierto que sus gobernantes se excedieron en su ansia de defender el régimen, que traspasaron límites inaceptables en cualquier estado de derecho. Decir que aquel que demuestra con pruebas irrefutables esta verdad es un neorrevisionista, ligarlo ideológicamente con historiadores como Pío Moa (al que yo también cito en mi trabajo, dicho sea de paso, porque todas las voces han de escucharse para tejer un mosaico equilibrado e imparcial), es de un cinismo que sonroja. Y de una incongruencia inadmisible. ¿Qué hemos de hacer, según Malefakis, aquellos historiadores que nos enfrentamos al reto de desentrañar la verdad, mantenerla oculta otros 80 años, esconder los documentos debajo de la alfombra como han permanecido durante ocho décadas para que los historiadores progresistas no nos acusen de ser neofranquistas? Malefakis y otros como él justifican la merma de libertades de la II República recurriendo al contexto convulso que vivía el país. Yo también hablo de ello en mi obra, pero el contexto era el mismo para toda Europa y la censura no se ejercía con la misma intensidad. Y el contexto no justifica una censura continuada, la fiscalización absorbente de la prensa. Si queremos una verdadera democracia, tendremos que empezar por criticar los fallos de aquella etapa que no logró consolidarse como tal. Decir esto no supone defender a los golpistas, ni amparar una dictadura militar, inaceptable, como todas las dictaduras.
- ¿Qué sorpresas te llevaste, respecto a tus hipótesis iniciales?
La principal sorpresa fue, como he comentado antes, comprobar que había mucha más documentación oculta de la que se podía imaginar. También me sorprendió saber que había sido precisamente el gobierno ‘progresista’ del I Bienio el que puso en pie todo el aparato de censura de prensa. La derecha que gobernó durante el II Bienio se limitó a aplicar la legislación que había desarrollado el gobierno del I Bienio para fiscalizar a la prensa. Antes de mi trabajo ya se habían publicado algunas obras sobre la prensa en la II República, siempre desde dos perspectivas: un enfoque legislativo y otro periodístico. Yo quería aunar ambos enfoques y completarlos, además, con el ejecutivo, comprobando cómo aplicaron la censura cada uno de los gabinetes que se sucedieron en el poder. Pude constatar algo que nadie había contado antes, cómo los tres poderes fueron decisivos para amordazar a la prensa. En el plano legislativo la Ley de Defensa de la República y luego la Ley de Orden Público permitieron la suspensión de periódicos y la censura previa. Pero la legislación era aplicada por jueces y fiscales que actuaban en colaboración estrecha y permanente con los gobernadores civiles. Estos últimos actuaban al dictado del ministro de la Gobernación y de su mano derecha, el director general de Seguridad, pero además imponían multas y ordenaban la suspensión de periódicos por días, semanas e incluso meses. Para darle visos de legalidad a esta decisión arbitraria y discrecional, recurrían al juez de guardia, que dictaba una orden de secuestro del ejemplar y la incautación del molde. Era un operativo perfectamente engrasado que no dejaba cabo suelto. No era algo rudimentario. No era algo puntual. Ese fue mi gran hallazgo.
- ¿A qué conclusiones llegaste?
Que la II República no fue una verdadera democracia. Todo estado de derecho debe sustentarse en un pilar incuestionable: la libertad de expresión e información. Y no podemos afirmar que un país que vulnera esta libertad es democrático. Durante la II República se dictaron numerosas órdenes de suspensión de periódicos, no solo contra aquellos rotativos que no eran adictos al gobierno o al régimen, sino contra cualquiera que se atreviera a disentir con el ejecutivo o con el gobernador civil de turno. Se encarceló a periodistas y a directores de periódicos sin que se celebrara ningún juicio ni, por supuesto, hubiera sentencia alguna. Se ejerció una censura metódica de prensa, siguiendo un esquema piramidal en cuya cúspide se situaba el ministro de la Gobernación, por debajo los gobernadores civiles y en la base los alcaldes. Había cuerpos de funcionarios que actuaban como censores en las sedes del Gobierno Civil y de las Alcaldías. Durante el estado de guerra, las Comandancias tomaban el testigo en la aplicación de la censura, siguiendo también un esquema piramidal. Se intervenían telefonemas, cartas, telegramas de las agencias de noticias a los medios españoles e incluso de los corresponsales a sus periódicos extranjeros. Porque, no contentos con censurar a la prensa española, los diferentes gobiernos se atrevieron a traspasar las fronteras, extendiendo los tentáculos de la censura también al exterior. Muchos corresponsales fueron detenidos y expulsados por opinar en contra de una medida del gobierno. Se amenazaba a directores de periódicos. Luis Higón, que firmaba sus escritos con el seudónimo de Luis Sirval, se atrevió a denunciar en su medio el fusilamiento de una joven comunista de 16 años, Aída de la Fuente, durante la represión de la revolución de octubre. Fue encarcelado y fusilado en la prisión de Oviedo. El teniente de la legión que lo ejecutó no estuvo ni seis meses detenido. Tampoco perdió su cargo. Son pruebas elocuentes de la ausencia absoluta de libertad de información que imperó en la II República.
- ¿Cuál ha sido la recepción de las mismas, tanto entre la comunidad
académica como a nivel periodístico y de repercusión social?
Creo que todavía es muy pronto para responder a esa pregunta porque Libertad Secuestrada se ha publicado hace unos días. Aún está llegando a las primeras librerías. Si te digo la verdad, Uroboro ha sido el primer medio se ha interesado en mi trabajo para darle visibilidad. Estoy recibiendo apoyo en las redes sociales, comentarios de personas que se interesan en el tema, de editores e historiadores. Dentro de unos meses podré ver cómo se va dando a conocer el trabajo. Pero lo cierto es que cuando eres una completa desconocida es muy difícil que un medio nacional e incluso autonómico te dedique un espacio.
- ¿Crees que la Segunda República española es conocida, en la
actualidad, de manera fidedigna? ¿Qué echas de menos, a este respecto?
En absoluto. Creo que es un periodo mitificado, abanderado por la izquierda como adalid de libertades que, en realidad, fueron mucho más débiles de lo que se ha hecho creer. Pero la verdad se acaba imponiendo, pese a quien pese. En los últimos años están surgiendo estudios que, como el mío, desde diferentes perspectivas, sacan a la luz muchos de los fallos democráticos de la II República. Se trata de estudios serios, rigurosos, que exhiben documentos reales, no falacias. La respuesta de los defensores más nostálgicos de la II República es atacar al investigador, desprestigiar nuestro trabajo. Hay un artículo de 2011 de Edward Malefakis en El País que nos tilda de neorrevisionistas. Nos compara con los revisionistas de la escuela de Moa. Sostiene que, mientras los moístas esgrimen argumentos franquistas, los neorrevisionistas nos apoyamos en datos que evidencian los fallos democráticos del régimen para desacreditarlo. Es un artículo interesante para comprender hasta qué punto los grilletes ideológicos pueden llevar a justificar lo injustificable. De su artículo se desprende que no cabe crítica posible a la II República porque fue la primera democracia que permitió la celebración de elecciones libres. Y esto es cierto, qué duda cabe, pero también es cierto que sus gobernantes se excedieron en su ansia de defender el régimen, que traspasaron límites inaceptables en cualquier estado de derecho. Decir que aquel que demuestra con pruebas irrefutables esta verdad es un neorrevisionista, ligarlo ideológicamente con historiadores como Pío Moa (al que yo también cito en mi trabajo, dicho sea de paso, porque todas las voces han de escucharse para tejer un mosaico equilibrado e imparcial), es de un cinismo que sonroja. Y de una incongruencia inadmisible. ¿Qué hemos de hacer, según Malefakis, aquellos historiadores que nos enfrentamos al reto de desentrañar la verdad, mantenerla oculta otros 80 años, esconder los documentos debajo de la alfombra como han permanecido durante ocho décadas para que los historiadores progresistas no nos acusen de ser neofranquistas? Malefakis y otros como él justifican la merma de libertades de la II República recurriendo al contexto convulso que vivía el país. Yo también hablo de ello en mi obra, pero el contexto era el mismo para toda Europa y la censura no se ejercía con la misma intensidad. Y el contexto no justifica una censura continuada, la fiscalización absorbente de la prensa. Si queremos una verdadera democracia, tendremos que empezar por criticar los fallos de aquella etapa que no logró consolidarse como tal. Decir esto no supone defender a los golpistas, ni amparar una dictadura militar, inaceptable, como todas las dictaduras.
http://www.uroboro.es/2018/10/carmen-martinez-pineda-la-ii-republica.html?fbclid=IwAR27xJXOwdknDPKiPfV6uzcGPfE-dpuk1iHznPpbEf2hK2m5abbtm6SNZYc
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Nuestra situación actual en Catalunya, no puede entenderse sin conocer la carta que el MH Josep Tarradellas publicó en La Vanguardia el 16 de abril de 1981.
Quien quiera leerla entera, puede encontrarla fácilmente en Google. Este es un resumen y las mayúsculas son mías, a modo de subrayado.
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.......Para empezar, sepa que al día siguiente de haber tomado posesión el nuevo presidente de la Generalitat {Jordi Pujol}, es decir, el 9 de mayo del año pasado, manifesté que se había roto una etapa que había comenzado con esplendor, confianza e ilusión el 24 de octubre de 1977, y que tenía el presentimiento de que iba a iniciarse otra que nos conduciría a la ruptura de los vínculos de comprensión, buen entendimiento y acuerdos constantes que durante mi mandato habían existido entre Cataluña y el Gobierno. TODO NOS LLEVARÍA A UNA SITUACIÓN QUE NOS HARÍA RECORDAR OTROS TIEMPOS MUY TRISTES Y DESGRACIADOS para nuestro país. En primer lugar, porque todo me hacía prever que las inmejorables y afectuosas relaciones que existían con las autoridades civiles y militares del Estado en Cataluña, que tanto y tanto me costó conseguir, de ahora en adelante se irían deteriorando y acabarían por ser tirantes, y comportarían situaciones muy difíciles para la aplicación del Estatuto.
Después (…) ERA INEVITABLE LA RUPTURA DE LA UNIDAD DE NUESTRO PUEBLO. (…)
Ya sabe que por encargo del presidente Suárez, fui delegado del Gobierno para dar posesión de la presidencia de la Generalitat de Cataluña al señor Jordi Pujol. Días antes, le indiqué que me parecía normal que en este acto acabara mi parlamento con las palabras tradicionales de siempre, es decir, gritando vivas a Cataluña y a España. Esta propuesta me parecía lógica, pero con gran sorpresa no fue aceptada. (…)
Ya sabía que él solamente quería tener presente a Cataluña, pero para mí esto era inaceptable: eran ambos pueblos los que debían ir unidos en sus anhelos comunes (…) Entonces, y ante una situación tan enojosa, decidí no tener presente lo que hasta entonces había hecho en todos los actos oficiales. Hoy, al pensar en ello con calma, creo que no podía hacer otra cosa si quería evitar un escándalo de consecuencias imprevisibles.
Estoy seguro de que el presidente Pujol consideraba normal esta actitud, porque afirmaba una vez MÁS SU CONDUCTA NACIONALISTA, QUE ERA Y TODAVÍA ES HOY LA DE UTILIZAR TODOS LOS MEDIOS A SU ALCANCE PARA MANIFESTAR PÚBLICAMENTE SU POSICIÓN ENCAMINADA A HACER POSIBLE LA VICTORIA DE SU IDEOLOGÍA FRENTE A ESPAÑA. (…) el hecho de que el presidente Garaicoechea también comparta su pensamiento y actitud en esta cuestión debía entender (…) que les permitiría por tanto ser más exigentes con el Gobierno del Estado.
Al día siguiente voces autorizadas del Gobierno me preguntaban en forma amistosa qué era lo que había ocurrido (…). Preferí callar, aunque ello me acarreó disgustos, pero de ninguna manera podía defenderme, ya que esto podría representar que la actitud del presidente Pujol se hiciera pública y en consecuencia, que se iniciara en todas partes, y principalmente en todos los demás pueblos de España, UNA CAMPAÑA DE LA CUAL CATALUÑA PODÍA SALIR MUY PERJUDICADA. (…)
Quien quiera leerla entera, puede encontrarla fácilmente en Google. Este es un resumen y las mayúsculas son mías, a modo de subrayado.
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.......Para empezar, sepa que al día siguiente de haber tomado posesión el nuevo presidente de la Generalitat {Jordi Pujol}, es decir, el 9 de mayo del año pasado, manifesté que se había roto una etapa que había comenzado con esplendor, confianza e ilusión el 24 de octubre de 1977, y que tenía el presentimiento de que iba a iniciarse otra que nos conduciría a la ruptura de los vínculos de comprensión, buen entendimiento y acuerdos constantes que durante mi mandato habían existido entre Cataluña y el Gobierno. TODO NOS LLEVARÍA A UNA SITUACIÓN QUE NOS HARÍA RECORDAR OTROS TIEMPOS MUY TRISTES Y DESGRACIADOS para nuestro país. En primer lugar, porque todo me hacía prever que las inmejorables y afectuosas relaciones que existían con las autoridades civiles y militares del Estado en Cataluña, que tanto y tanto me costó conseguir, de ahora en adelante se irían deteriorando y acabarían por ser tirantes, y comportarían situaciones muy difíciles para la aplicación del Estatuto.
Después (…) ERA INEVITABLE LA RUPTURA DE LA UNIDAD DE NUESTRO PUEBLO. (…)
Ya sabe que por encargo del presidente Suárez, fui delegado del Gobierno para dar posesión de la presidencia de la Generalitat de Cataluña al señor Jordi Pujol. Días antes, le indiqué que me parecía normal que en este acto acabara mi parlamento con las palabras tradicionales de siempre, es decir, gritando vivas a Cataluña y a España. Esta propuesta me parecía lógica, pero con gran sorpresa no fue aceptada. (…)
Ya sabía que él solamente quería tener presente a Cataluña, pero para mí esto era inaceptable: eran ambos pueblos los que debían ir unidos en sus anhelos comunes (…) Entonces, y ante una situación tan enojosa, decidí no tener presente lo que hasta entonces había hecho en todos los actos oficiales. Hoy, al pensar en ello con calma, creo que no podía hacer otra cosa si quería evitar un escándalo de consecuencias imprevisibles.
Estoy seguro de que el presidente Pujol consideraba normal esta actitud, porque afirmaba una vez MÁS SU CONDUCTA NACIONALISTA, QUE ERA Y TODAVÍA ES HOY LA DE UTILIZAR TODOS LOS MEDIOS A SU ALCANCE PARA MANIFESTAR PÚBLICAMENTE SU POSICIÓN ENCAMINADA A HACER POSIBLE LA VICTORIA DE SU IDEOLOGÍA FRENTE A ESPAÑA. (…) el hecho de que el presidente Garaicoechea también comparta su pensamiento y actitud en esta cuestión debía entender (…) que les permitiría por tanto ser más exigentes con el Gobierno del Estado.
Al día siguiente voces autorizadas del Gobierno me preguntaban en forma amistosa qué era lo que había ocurrido (…). Preferí callar, aunque ello me acarreó disgustos, pero de ninguna manera podía defenderme, ya que esto podría representar que la actitud del presidente Pujol se hiciera pública y en consecuencia, que se iniciara en todas partes, y principalmente en todos los demás pueblos de España, UNA CAMPAÑA DE LA CUAL CATALUÑA PODÍA SALIR MUY PERJUDICADA. (…)
En conjunto, puede creerlo, todo me produce tristeza y una honda inquietud de cara al futuro (…) durante estos últimos diez meses TODO HA SIDO BIEN ORQUESTADO PARA LLEGAR A LA RUPTURA DE LA POLÍTICA DE UNIDAD, DE PAZ Y DE HERMANDAD ACEPTADA POR TODOS LOS CIUDADANOS DE CATALUÑA. El resultado es que, desgraciadamente, hoy podemos afirmar que debido a DETERMINADAS PROPAGANDAS TENDENCIOSAS Y AL ESPÍRITU ENGAÑADOR que también late en ellas, volvemos a encontrarnos en una situación que me hace recordar otras actitudes deplorables del pasado.
Siempre recordaré que el 6 de octubre del año 1934, a las 5 de la tarde, acompañado del diputado señor Juan Casanelles, fue a la Generalitat a visitar al presidente Companys para manifestarle nuestra disconformidad con la política que una vez más se realizaba, rogándole que evitara todo lo que indicaba que iba a suceder aquella misma noche, es decir: la ruptura por la violencia de las relaciones con el Gobierno. No se nos escuchó, LA DEMAGOGIA Y LA EXALTACIÓN DE UN NACIONALISMO EXACERBADO PESÓ MÁS que la opinión de aquellos que preveíamos, como así ocurrió, un fracaso rotundo. (…) La demagogia había hecho su obra y el desastre se produjo.
Sé muy bien que ahora no se proclamará el Estado Catalán ni la República Federal Española, ni los partidos lanzarán sus militantes a la calle, ni los responsables de todo cuanto sucede morirán por Cataluña, nada de eso. Lo que se hará y ya ha empezado estas últimas semanas, es querer hacer olvidar las actitudes irresponsables de los mismos que ya han hecho fracasar nuestra autonomía, CONSIGUIENDO LA DESUNIÓN DE CATALUÑA Y EL ENFRENTAMIENTO CON ESPAÑA; y por eso la actitud de los autores de esta situación es imperdonable. (…)
ES DESOLADOR QUE HOY LA MEGALOMANÍA Y LA AMBICIÓN PERSONAL DE ALGUNOS, NOS HAYAN CONDUCIDO AL ESTADO LAMENTABLE EN QUE NOS ENCONTRAMOS (…) ¿CÓMO ES POSIBLE QUE CATALUÑA HAYA CAÍDO NUEVAMENTE PARA HUNDIRSE POCO A POCO EN UNA SITUACIÓN DOLOROSA, COMO LA QUE ESTÁ EMPEZANDO A PRODUCIRSE? (…)
Si se ha llegado a esta situación es debido, a mi entender, simplemente a un pensamiento y actitud que empezó el mismo día que tomó posesión del cargo el actual President de la Generalitat {Jordi Pujol}, y como era natural, los resultados habían de ser los que ahora sufrimos. (…)
Están utilizando un TRUCO MUY CONOCIDO Y MUY DESACREDITADO, ES DECIR, EL DE CONVERTIRSE EN EL PERSEGUIDO, EN LA VÍCTIMA; y así hemos podido leer en ciertas declaraciones que España nos persigue, que nos boicotea, que nos recorta en Estatuto, que nos desprecia, que se deja llevar por antipatías hacia nosotros (…) Es decir, según ellos se hace una política contra Cataluña, olvidando que fueron ellos los que para ocultar su incapacidad política y la falta de ambición por hacer las cosas bien (…) empezaron una acción que solamente nos podía llevar a la situación en que ahora nos hallamos.
Por ejemplo, es necesario tener el coraje de decirlo, LOS PROBLEMAS DE LA LENGUA Y DE LA ESCUELA, ES LA ACTUAL GENERALITAT QUIEN EN GRAN PARTE LOS HA PROVOCADO (…) LA CUESTIÓN DE LA LENGUA SE HA CONVERTIDO EN UN PROBLEMA POLÍTICO Y PARTIDISTA (…)
La división cada día será más profunda y se alejará más y más de nuestros propósitos de consolidar para nosotros y para España la democracia y la libertad a la vez QUE LOS EQUÍVOCOS QUE SURGIRÁN ENTRE NOSOTROS SERÁN CADA DÍA MÁS GRAVES.
Por otro lado, las declaraciones de la semana pasada del president Pujol, en las cuales decía todo lo contrario de lo que ha hecho y dicho durante estos últimos diez meses, y que nos ha llevado a la situación en que nos encontramos, constituye un doble juego ya muy gastado en la política catalana para que sea merecedor de credibilidad. (…)
Si tenía que hablar de Cataluña me tenía que dirigir también al presidente de nuestro Parlamento, señor Heribert Barrera. Esto lo hice el 23 del pasado mes en una larga carta en la que hacía constar mi disconformidad con LA POLÍTICA SECTARIA, DISCRIMINADORA Y CARENTE DE TODO SENTIDO DE RESPONSABILIDAD POR PARTE DE LA GENERALIDAD.
También le hacía constar mi más enérgica protesta ANTE LA POLÍTICA DE PROVOCACIÓN QUE CATALUÑA INICIÓ EL MISMO DÍA DE LA TOMA DE POSESIÓN DEL PRESIDENTE PUJOL Y QUE TODAVÍA CONTINÚA, DEBIDO POR UNA PARTE A LA POLÍTICA DE INTIMIDACIÓN ENGAÑOSA QUE SE HACE DESDE LA GENERALITAT y por otra, abusando de la buena fe de los que hay que reconocer que están tendenciosamente informados. (…)
España, unos dicen que bosteza y otros que está dormida. Todo es posible, pero me parece que en el país existe todavía suficiente savia nueva para despertarlo, sacudirlo y darle nobles ambiciones (…) En cuanto a Cataluña, creo que es urgente que se recupere la unidad que se rompió en mayo de 1980, y que se olvide todo lo que ahora nos separa, porque nuestro país es demasiado pequeño para que desprecie a ninguno de sus hijos y lo bastante grande para que quepamos todos.
Con la amistad de siempre, le saluda afectuosamente.
Josep Tarradellas”
Siempre recordaré que el 6 de octubre del año 1934, a las 5 de la tarde, acompañado del diputado señor Juan Casanelles, fue a la Generalitat a visitar al presidente Companys para manifestarle nuestra disconformidad con la política que una vez más se realizaba, rogándole que evitara todo lo que indicaba que iba a suceder aquella misma noche, es decir: la ruptura por la violencia de las relaciones con el Gobierno. No se nos escuchó, LA DEMAGOGIA Y LA EXALTACIÓN DE UN NACIONALISMO EXACERBADO PESÓ MÁS que la opinión de aquellos que preveíamos, como así ocurrió, un fracaso rotundo. (…) La demagogia había hecho su obra y el desastre se produjo.
Sé muy bien que ahora no se proclamará el Estado Catalán ni la República Federal Española, ni los partidos lanzarán sus militantes a la calle, ni los responsables de todo cuanto sucede morirán por Cataluña, nada de eso. Lo que se hará y ya ha empezado estas últimas semanas, es querer hacer olvidar las actitudes irresponsables de los mismos que ya han hecho fracasar nuestra autonomía, CONSIGUIENDO LA DESUNIÓN DE CATALUÑA Y EL ENFRENTAMIENTO CON ESPAÑA; y por eso la actitud de los autores de esta situación es imperdonable. (…)
ES DESOLADOR QUE HOY LA MEGALOMANÍA Y LA AMBICIÓN PERSONAL DE ALGUNOS, NOS HAYAN CONDUCIDO AL ESTADO LAMENTABLE EN QUE NOS ENCONTRAMOS (…) ¿CÓMO ES POSIBLE QUE CATALUÑA HAYA CAÍDO NUEVAMENTE PARA HUNDIRSE POCO A POCO EN UNA SITUACIÓN DOLOROSA, COMO LA QUE ESTÁ EMPEZANDO A PRODUCIRSE? (…)
Si se ha llegado a esta situación es debido, a mi entender, simplemente a un pensamiento y actitud que empezó el mismo día que tomó posesión del cargo el actual President de la Generalitat {Jordi Pujol}, y como era natural, los resultados habían de ser los que ahora sufrimos. (…)
Están utilizando un TRUCO MUY CONOCIDO Y MUY DESACREDITADO, ES DECIR, EL DE CONVERTIRSE EN EL PERSEGUIDO, EN LA VÍCTIMA; y así hemos podido leer en ciertas declaraciones que España nos persigue, que nos boicotea, que nos recorta en Estatuto, que nos desprecia, que se deja llevar por antipatías hacia nosotros (…) Es decir, según ellos se hace una política contra Cataluña, olvidando que fueron ellos los que para ocultar su incapacidad política y la falta de ambición por hacer las cosas bien (…) empezaron una acción que solamente nos podía llevar a la situación en que ahora nos hallamos.
Por ejemplo, es necesario tener el coraje de decirlo, LOS PROBLEMAS DE LA LENGUA Y DE LA ESCUELA, ES LA ACTUAL GENERALITAT QUIEN EN GRAN PARTE LOS HA PROVOCADO (…) LA CUESTIÓN DE LA LENGUA SE HA CONVERTIDO EN UN PROBLEMA POLÍTICO Y PARTIDISTA (…)
La división cada día será más profunda y se alejará más y más de nuestros propósitos de consolidar para nosotros y para España la democracia y la libertad a la vez QUE LOS EQUÍVOCOS QUE SURGIRÁN ENTRE NOSOTROS SERÁN CADA DÍA MÁS GRAVES.
Por otro lado, las declaraciones de la semana pasada del president Pujol, en las cuales decía todo lo contrario de lo que ha hecho y dicho durante estos últimos diez meses, y que nos ha llevado a la situación en que nos encontramos, constituye un doble juego ya muy gastado en la política catalana para que sea merecedor de credibilidad. (…)
Si tenía que hablar de Cataluña me tenía que dirigir también al presidente de nuestro Parlamento, señor Heribert Barrera. Esto lo hice el 23 del pasado mes en una larga carta en la que hacía constar mi disconformidad con LA POLÍTICA SECTARIA, DISCRIMINADORA Y CARENTE DE TODO SENTIDO DE RESPONSABILIDAD POR PARTE DE LA GENERALIDAD.
También le hacía constar mi más enérgica protesta ANTE LA POLÍTICA DE PROVOCACIÓN QUE CATALUÑA INICIÓ EL MISMO DÍA DE LA TOMA DE POSESIÓN DEL PRESIDENTE PUJOL Y QUE TODAVÍA CONTINÚA, DEBIDO POR UNA PARTE A LA POLÍTICA DE INTIMIDACIÓN ENGAÑOSA QUE SE HACE DESDE LA GENERALITAT y por otra, abusando de la buena fe de los que hay que reconocer que están tendenciosamente informados. (…)
España, unos dicen que bosteza y otros que está dormida. Todo es posible, pero me parece que en el país existe todavía suficiente savia nueva para despertarlo, sacudirlo y darle nobles ambiciones (…) En cuanto a Cataluña, creo que es urgente que se recupere la unidad que se rompió en mayo de 1980, y que se olvide todo lo que ahora nos separa, porque nuestro país es demasiado pequeño para que desprecie a ninguno de sus hijos y lo bastante grande para que quepamos todos.
Con la amistad de siempre, le saluda afectuosamente.
Josep Tarradellas”