Tregua pero no armisticio
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La atmósfera política ha cambiado y da la impresión de que hemos entrado en un periodo de tregua, que no de armisticio. Pedro Sánchezha aprovechado que Mariano Rajoy perdió la moción de censura y ha convertido su fragilidad parlamentaria en una baza que le permite gobernar porque no hay alternativa posible. Ha formado un equipo respetable.
Ha bajado la tensión, pero el diálogo que se pretende impulsar entre Pedro Sánchez y Quim Torra es pura fantasía voluntarista si no se aparcan las posiciones previas que el independentismo sabe que no serán aceptadas por el Estado. Sánchez está dispuesto a hacer transacciones con el independentismo dentro del marco de la legalidad, pero Quim Torra dijo el martes en Washington que “Catalunya será un Estado independiente muy pronto”.
La diferencia entre la retórica y la realidad es lo que nos ha llevado a la situación en la que nos encontramos. Mientras el independentismo no reconozca que la aventura emprendida en el 2012 por Artur Mas no ha acabado bien, será difícil establecer un diálogo entre el Estado y Catalunya y, mucho menos, una negociación bilateral.
No hace falta que nadie se disculpe o pida perdón. Basta con que se reconozcan los hechos. Rajoy entregó a los jueces una causa que podía encontrar una salida política y ahora son los magistrados los que van instruyendo sumarios contra los políticos encarcelados y abren nuevas causas que afectan a Puigdemont y a otros líderes independentistas.
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Una solución medianamente pactada es improbable que se produzca mientras haya políticos en la cárcel o huidos al extranjero. Y para que esto tenga lugar habrá que esperar a que se celebren los juicios, posiblemente antes de que termine el año, y después que la razón de Estado proceda en consecuencia. Pueden acercarse presos para suavizar la dureza de la cárcel y levantar una prisión preventiva innecesaria.
El independentismo más radical sólo pretende dialogar a partir de la premisa de una república catalana. Pedro Sánchez no puede aceptar este pulso contra la integridad territorial del Estado y, por lo tanto, la reunión prevista para el día 9 de julio con Quim Torra será un encuentro cargado de buena voluntad pero sin posibilidad de que derive en negociaciones serias.
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La solución unilateral es inviable. Así lo piensan muchos de ERC y el propio Oriol Junqueras. Pero el núcleo duro del Gobierno, que es controlado con el mando a distancia desde Berlín, no acepta lo que considera una rendición. Tampoco la CUP está dispuesta a volver al autonomismo.
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Pero pienso que cada vez hay más catalanes que buscan un pacto enterrando todos los errores cometidos por unos y otros para salvar la convivencia interna y para encontrar una salida en la que todos nos podamos sentir cómodos. Y regresar entonces al amplio espectro del catalanismo político cuyas raíces, en palabras de Rafael Jorba, no son étnicas sino cívicas.Tregua pero no armisticio
Publicado en La Vanguardia el 28 de junio de 2018
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