Pablo Iglesias, lecciones las justas
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El referéndum propuesto por Pablo Iglesias e Irene Montero sobre si las bases de Podemos aceptan o no que se han comprado una vivienda de más de 600.000 euros es insólito. Un sentido de culpa late sobre esta decisión que han pretendido lavar con una consulta improvisada para que la militancia vote cuantas veces quiera para revalidar el liderazgo.
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La mezcla de lo privado con lo público es impropia para refrendar las decisiones personales por parte plebiscitos improvisados desde arriba. La militancia ha aprobado la adquisición de la vivienda por dos tercios de los 188.176 inscritos. El liderazgo sigue fuerte aunque un tercio de los militantes de Podemos no está de acuerdo con la decisión.
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El problema no es que se hayan comprado una casa ni el valor de la misma. La cuestión es que hayan sido víctimas de sus palabras que les persiguen y ponen en evidencia sus propias contradicciones. Las palabras nos persiguen a todos. Lo dicho, dicho queda. Pablo Iglesias se ha presentado no como un reformador de la política sino como un transformador que acabaría con los viejos atavismos del bipartidismo y acabaría con las corruptelas del bipartidismo.
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Que viva muchos años en su chalet y que pueda educar a sus hijos con la dignidad y atención que se merecen. Pero quizás no pueda seguir dando lecciones de ética política y transparencia cuando él mismo ha tenido que recurrir a sus afiliados para que aprobaran una decisión que él mismo ha criticado a sus colegas parlamentarios. Lecciones, las justas, las imprescindibles, con un poco más de modestia y realismo.
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