Quantcast
Channel: Articulos.claves
Viewing all articles
Browse latest Browse all 15581

Los censores de siempre Santi Vila

$
0
0

Lo dijo el papa Francisco y yo también lo pienso: en la vida sobran burócratas y acusadores y faltan inconformistas y gente que se sepa poner en la piel de los otros. Tanto que costó ganar la libertad, el progreso y la democracia. Tanto que costó que los vencedores de la guerra pidieran perdón, que los vencidos perdonaran. ¿Nos merecemos lo que nos pasa ahora?


La lista de despropósitos y hechos inexplicables es inacabable. El vodevil soberanista ha resultado triste e impropio de políticos honorables y responsables, ciertamente. Pero la persecución de sus ideas, a menudo simples ocurrencias y argucias de vuelo gallináceo, ha llegado a unos extremos tan desproporcionados e impropios de una democracia madura que nos sitúan a todos en la esfera del ridículo. Pronto hará medio año que los están en prisión; Oriol Junqueras y Joaquim Forn también continúan allí. Por si eso fuera poco, la implacable dureza de la represión se extiende a todos los ámbitos de la vida, como la mala hierba lo hace por todos los caminos. El último de los despropósitos, la humillante decisión de la galería Helga de Alvear de retirar la obra Presos políticos, de Santiago Sierra, por recomendación de Ifema, en la prestigiosa feria Arco. Coincidiendo en el tiempo y en la barbaridad, una sentencia ha condenado a prisión a dos adolescentes por una letra ofensiva contra la Corona en una canción rapera. He visualizado y he escuchado el rap de estos niños: una solemne tontería, con una pesada batería de tópicos y disparates, propios de lo que son sus protagonistas: ¡jóvenes adolescentes, a los que les hierve la sangre de inconformismo y saludable rebeldía! Como tiene que ser. El problema es que cuanto más grotescas e insignificantes son las críticas de los cantantes o cuanto más vulgares e irrelevantes puedan ser las expresiones de los artistas, más absurda e inadmisible es su censura.
Hace demasiado tiempo que en el conjunto de Occidente los viejos valores ilustrados están en crisis. Al miedo y el desconcierto ante la constatación de que hay toda una época de libertades y seguridades que se acaba se añade que los censores de hoy han cambiado en las formas, pero son los censores de siempre. Nuestros censores modernos se niegan a reconocer que quieran poner límites a la libertad, pero en la práctica se erigen como intérpretes de las verdades que consideran indiscutibles y persiguen implacables a los críticos y heterodoxos. Algunos lo hacen convencidos de ser verdaderos guardianes del templo de la democracia, de la Constitución y el ordenamiento legal. Otros, más minoritarios pero no menos peligrosos, se organizan y reclaman que sean considerados delincuentes todos los que cuestionan sus formas de vida y sus valores. Así, en una democracia de hoy, cuidado con hacer un comentario sexista indelicado, reír con un chiste homófobo o racista, pisar la raya de lo políticamente correcto. Tan cierto como que escarnecer la Iglesia católica hoy sale gratis, lo es que en el banco de los censores nuevas figuras tri­butarias siguen imponiendo fuertes multas sobre la ciudadanía considerada insolente o “incitadora del odio”. Ayer eran pecados y motivo de persecución las mofas contra monjas y curas, hoy lo es ­reírse de las mu­jeres cincuentonas, de los gais afeminados o de los musulmanes de barba larga. Admiro y amo a mujeres maduras; aprecio y he deseado a chicos barbilampiños; entre mis amigos se cuentan musulmanes ortodoxos y, por lo tanto, por educación y por respeto nunca una palabra mía les resultará ofen­siva. Tan cierto como que defenderé siempre el derecho a poder criticarles, el derecho a reírse de los consensos sociales dominantes. En alguna ocasión he explicado que mi primer mitin electoral fue un acto con Adolfo Suárez, en el teatro El Jardí de Figueres, en la campaña electoral de 1979. Un auditorio lleno hasta la bandera recibió al líder de la transición entre aplausos y pancartas. De repente, uno de los presentes le lanzó al presidente: “¿ Y tú qué has hecho, desgraciado?”. Suárez paró la comitiva, lo miró y respondió: “¡Contribuir a que usted pueda decirme esto y que no le pase nada!”. Pienso honestamente que España vive una hora grave. Que, incapaz de confiar en ella misma y en los valores de fondo que explican su éxito durante estas últimas décadas, tiene la tentación de ponerse a la defensiva, de recaer en los viejos errores de siempre.
He empezado este artículo citando al máximo referente de los católicos reclamando empatía. Lo acabo citando al máximo representante de los libertinos irreverentes y sodomitas, el marqués de Sade, propugnando tolerancia. Cansado de tanta persecución y tortura en manos de los inquisidores de la época, el viejo aristócrata reprochó a sus perseguidores que sus convicciones fueran tan débiles ¡que les dieran miedo las de los otros! Pues eso. Que no nos asusten las narices rojas de los payasos, las críticas adolescentes ni las declaraciones simbólicas de artistas y políticos. Conjurémonos en combatir, implacables, la mediocridad, la corrupción y el miedo de los autoritarios y censores de hoy, que son los de siempre.
http://www.lavanguardia.com/opinion/20180228/441135240976/los-censores-de-siempre.html

La hora de las soluciones

Santi Vila acaba de publicar De héroes y traidores (Península), que tiene un último capítulo titulado “¿Y ahora qué? La hora de las soluciones”, donde reflexiona sobre los errores del proceso y las salidas del atasco político actual. Escribe Vila, exconseller de la Generalitat con Artur Mas y Carles Puigdemont, que ha sido testigo privilegiado de lo acontecido en los últimos meses en Catalunya: “Abandonando cualquier atisbo de pragmatismo político, la reivindicación y movilización ciudadanas en Catalunya se han situado insólitamente en el terreno maximalista, en el campo del todo o nada, de la consecución de la independencia o de la asunción de la derrota y la inexorable asimilación, despreciando sin rubor cualquier término medio, el más mínimo esfuerzo por el compromiso y la transacción”.
Vila dejó el gobierno horas antes de la retórica declaración de independencia en el Parlament, así que este libro representa el primer testimonio redactado por uno de los políticos que más insistieron a Puigdemont para que convocara elecciones y se olvidara de la ruptura institucional, el pasado 27-O. Para el autor es la hora de rectificar y no de ratificar, de abandonar la bronca, de buscar la reconciliación, de retornar a las motivaciones íntimas. A Vila todo lo que ha ocurrido le parece “triste, muy triste y lo que es peor, del todo inútil, innecesario y desconcertante en una sociedad madura y avanzada como la nuestra”. Pero no se muestra demasiado esperanzado: “El año 2018 tiene un aspecto resacoso, enfermizo; meses de conflicto y tensiones proyectan aún sobre nuestros días sombras alargadas y días lúgubres”. Ante ello piensa que sólo podemos confiar, como sugirió en su día Gaziel, en “dejar obrar a la naturaleza”, a fin de que la sociedad catalana y la española hallen naturalmente la manera de restablecer las libertades de todos y el autogobierno, restaurando las complicidades ciudadanas. El libro no dejará indiferente, ni gustará a los convencidos.
http://www.lavanguardia.com/opinion/20180228/441135176561/la-hora-de-las-soluciones.html



Viewing all articles
Browse latest Browse all 15581

Trending Articles