Ada Colau no tiene proyecto
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Desde hace ya algunos años la marca Barcelona me ha permitido ir por el mundo sin necesidad de exhibir nacionalidad. En Asia, África, Europa y América identifican la ciudad con personalidad propia, moderna, liberal y capaz de organizar cumbres internacionales y de promover todo tipo de acontecimientos deportivos, culturales y económicos. Barcelona, así, a secas, ha sido el mejor de los pasaportes.
La historia de Barcelona es milenaria y compleja, nunca descubierta del todo, como nos recuerda Lluís Permanyer en sus crónicas en este diario, de lectura imprescindible. Barcelona ha sido muchas veces portada en los medios internacionales, que dieron cuenta de los convulsos años del siglo pasado en los que la ciudad era un feudo anarquista, de desórdenes, de los episodios brutales entre comunistas en mayo de 1937, de bombas, de ajustes de cuentas contra miles de burgueses y católicos asesinados al comienzo de la Guerra Civil y de una represión franquista a partir de 1939 que comportó la cárcel y la muerte de otros miles de catalanes que fueron juzgados sin ningún tipo de garantías jurídicas. El fusilamiento de Lluís Companys en Montjuïc por el hecho de haber sido presidente de la Generalitat todavía perdura en la memoria colectiva de muchos catalanes.
Pero Barcelona vivió también el inicio de una resistencia minoritaria y bien organizada al franquismo. Fue en el Palau de la Música precisamente donde el Cant de la Senyera para conmemorar el centenario del nacimiento del poeta Joan Maragall provocó un consejo de guerra a Jordi Pujol, que fue condenado a siete años de cárcel de los que cumplió tres. Las octavillas lanzadas a la platea llevaban el título de Us presentem el general Franco.
Se ha dicho que Catalunya era la locomotora de España y Barcelona la gran capital industrial que era también un espejo en el que siempre se han mirado todas las ciudades, pueblos y aldeas catalanes. La capacidad de integrar a recién llegados ha sido una de sus características históricas, lo que ha permitido que la ciudad sea plural, abierta, innovadora e imaginativa. La lengua se ha mantenido gracias al activismo cultural de las entidades cívicas en los tiempos difíciles y también al acuerdo de las principales fuerzas políticas que apostaron por la normalización lingüística y por la integración. No ha ocurrido lo mismo en Marsella, Génova, Nápoles o Venecia.
En 1986, Barcelona volvió a aparecer en las portadas de la prensa internacional cuando Pasqual Maragall, Juan Antonio Samaranch y un grupo de personalidades de la sociedad civil se comprometieron a que los Juegos Olímpicos de 1992 fueran un éxito. Había un proyecto en el que las fuerzas vivas de la ciudad, el gobierno de Felipe González,Jordi Pujol con menos entusiasmo, los medios de comunicación y el voluntariado se sumaron con entusiasmo a un objetivo colectivo del que todavía vivimos.
Maragall creó un cinturón periférico para facilitar la circulación, abrió la ciudad al mar, ganó el barrio de la Vila Olímpica, promovió la limpieza de las fachadas modernistas y cambió la cara de una Barcelona que hoy es visitada por millones de turistas y que, además, es un centro tecnológico de primer nivel.
¿Qué proyecto tiene la Barcelona de Ada Colau? No lo sabemos. Parece que se concreta en ahuyentar al turismo, dificultar la restauración, restringir las terrazas, surcar la ciudad de carriles bici y dar rienda suelta a todos los manteros que impiden el libre tránsito de peatones, los más perjudicados por la alcaldesa Colau.
Al equipo municipal le divierte derribar estatuas, cambiar nombres de calles, prohibir iniciativas y gobernar para los afines ideológicamente. Es probable que tras las elecciones del 2019, aquellos a los que ahora da un apoyo ambiguo e intermitente acaben arrinconándola formando otro tipo de coaliciones.
El futuro de Barcelona no depende de que se quede o no el Mobile World Congress sino de que recupere el espíritu de la modernidad y la creatividad del siglo XXI que está presente precisamente en las decenas de miles de personas que están visitando y participando en el congreso de las nuevas tecnologías.
¿Hacía falta saludar a los congresistas con un espectáculo de choque institucional como el que se vivió la noche del domingo? Puede haber motivos, pero no lo suficientemente importantes como para jugar con el futuro de una ciudad que quiere seguir abierta al progreso, la pluralidad y la libertad de todos.
A Colau le ha faltado talento político para buscar alianzas que sumaran para dibujar otro gran proyecto de Barcelona como referente nacional e internacional.
http://www.foixblog.com/2018/02/28/ada-colau-no-tiene-proyecto/