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Así veo las cosas Cat y CUP. L,foix

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Así veo las cosas

Tres diputadas de la CUP rompiendo fotografías del Rey Felipe VI
Tres diputadas de la CUP rompiendo fotografías del Rey Felipe VI
Nunca se habían improvi­sado tantas palabras para expresar conceptos ambiguos o para esconder viejos errores. Cuidado con las palabras multiuso y sus aplicaciones prácticas a situaciones concretas, pasajeras en muchos casos. En los tiempos de la guerra fría existían decenas de democracias populares de las que me parece sólo queda la República Popular Democrática de Corea. Las democracias populares han desaparecido porque no eran sino etiquetas que escondían dictaduras.

La democracia no es un fin en sí misma, sino un instrumento para que los gobiernos se sometan a los poderes legislativo y judicial y a las instituciones que sirven de contrapeso para evitar los abusos a los que cualquier poder se siente siempre atraído.

La repetición desmedida de la palabra democracia desvirtúa su significado. Lo mismo ocurre con el diálogo o con la dignidad, con el patriotismo o con el nacionalismo. Si las palabras no se llenan de contenido quedan huecas. Era frecuente al comienzo de la transición que muchos se definieran como demócratas, una referencia innecesaria en los países en los que era una condición de normalidad.

Las palabras utilizadas en exceso, la democracia entre ellas, pueden adquirir una rigidez que no encaja con la naturaleza de la política que es la resolución de conflictos por vías de negociación y de intercambio de intereses, de acuerdos y discrepancias. Mientras aquí se están rompiendo fotos borbónicas, el Estado nacionaliza las autopistas del anillo de Madrid con un desembolso de 5.000 millones de euros.

Esta es una causa que merece todas las protestas y que evidencia el agravio comparativo con las infraestructuras del área metropolitana barcelonesa, que son del todo insuficientes comparadas con los gastos tan abultados que se prodigan en partes de España que aportan poco a la economía del país.

El Govern de Catalunya evita criticar a la CUP para salvar los presupuestos. Me permito decirlo más claro: la tolerancia hacia los cuperos es para no perder el gobierno y no tener que acudir a otras elecciones anticipadas. La realidad es que Catalunya está en manos de la CUP porque Junts pel Sí o las formaciones que salieran en unas elecciones próximas sospechan que cosecharían un ­resultado inferior al que ahora tienen, perderían la mayoría y, por lo tanto, el poder.
La CUP forzó la salida del president Mas a principios de este año y puede arrastrar igualmente a Puigdemont si no sigue las exigencias de los diez dipu­tados anticapitalistas y antieuropeos que quieren la ruptura con España por las buenas o por las malas. Dudo que Puigdemont abra una confrontación con el Estado sin antes agotar todas las posibilidades legales. Pero lo que la mayoría del Govern no quiere lo pueden exigir los diez diputados cuperos que lo sustentan. Así me parece que están las cosas, con o sin Pacto Nacional para el Derecho a Decidir convocado para el día 23 de diciembre.

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