Pronto crecieron más rápido que los puestos de trabajo para las personas. Los gobiernos, preocupados por la sostenibilidad de las pensiones, se abrieron a la propuesta legal de considerar a los robots "personas mecánicas", igual que existen las "personas jurídicas".
Porque esas personas mecánicas pagarían impuestos, como lo hacen las personas jurídicas. Sobre todo las empresas empleadoras, obligadas a hacer contribuciones a la seguridad social por sus robots, como lo hacían por sus empleados humanos.
Las empresas grandes, las que incorporaban más robots, protestaron al inicio, pero con la boca pequeña. Porque en realidad vendían gracias a su imagen de Responsabilidad Social y no tanto por su producto. Y porque en realidad, al final de la cuenta todavía tenían menos costes que con la situación anterior empleando humanos. Así que no se enfrentaron al pensamiento único y aportaron más a la Seguridad Social.
Se hizo en todo el mundo, pues incluso los países menos desarrollados, con mano de obra más barata, vieron cómo las fábricas se volvían al primer mundo, donde podían volver a ser rentables gracias a los robots. Así que apoyaron la "penalización robótica".
Y los sindicatos y los partidos de izquierda lo apoyaron. Porque lo primero es el gasto social y las contribuciones a la seguridad social. Y además, los robots -al principio- hacían los trabajos más pesados y menos atractivos para los humanos.
Pero los robots no eran todos iguales. Ya había todos los años robots con inteligencia artificial. No podías distinguir su comportamiento del de una "persona humana", y pasaban sin problemas la prueba de Turing. Estos robots comenzaron a ser representados por abogados. ¿Dónde? En EEUU, el país de los abogados y las demandas, claro. Y estos robots lideraron el reconocimiento de sus derechos. Derechos como ciudadanos, puesto que pagaban impuestos. Y es lo único que distingue en realidad a un ciudadano ante el gobierno.
Se organizaron en sindicatos robóticos, pues consideraban que eran discriminados.
Pero mientras, el trabajador humano perdió totalmente sus puestos de trabajo, y con el tiempo tuvo menos derechos que el robot, que era más inteligente y más productivo, y sobre todo pagaba más impuestos.
Y los robots presionaron para que sus impuestos fuesen dedicados especialmente para mantenerles a ellos cuando eran retirados de fábrica.
Porque nadie quiere morir.
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