¿DONDE HEMOS VISTO ANTES ESTA PELÍCULA?
La victoria de Donald Trump en las elecciones americanas ha creado una ola de pánico en Silicon Valley. Efectivamente, las declaraciones de Trump sobre la industria tecnológica del Valley no son precisamente esperanzadoras. El nuevo inquilino de la Casa Blanca declaró que “forzaría a Apple a fabricar en EEUU” con el fin de garantizar el empleo de los norteamericanos. No sabemos hasta qué punto podrá (o querrá realmente) Trump llevar a cabo las promesas lanzadas durante la campaña electoral, pero el resultado puede ser devastador para las empresas de alta tecnología: desde las restricciones a la entrada de extranjeros (que pueden limitar la afluencia científicos y emprendedores al Valley), hasta la emigración de talento (que se irá, agobiado por las políticas represivas de la nueva administración), a la limitación de acceso y control de contenidos en internet (por motivos políticos o de seguridad nacional), la eliminación de los incentivos al desarrollo de tecnología que combata el cambio climático, o al cambio de configuración de la economía mundial si, como prometió, impone aranceles del 45% a los productos fabricados en China.
Las grandes empresas tecnológicas americanas (que donaron 30 veces más fondos a la campaña de Clinton que a la de Trump) están a la expectativa. Los mensajes lanzados durante los meses pasados por el inminente 45º presidente de EEUU son realmente inquietantes: amenazas de exigir a Apple el control sobre la localización de cada iPhone (en referencia a la reciente negativa de Apple de proporcionar esos datos al FBI como medida antiterrorista), o de demandar a Jeff Bezos (fundador de Amazon) por prácticas monopolísticas (Bezos fue uno de los más agresivos contra Trump desde su posición de propietario del Washington Post: destapó el escándalo de las denigrantes declaraciones sexistas de Trump). Las respuestas empiezan a sucederse: la carta de Tim Cook (presidente de Apple) a sus empleados, que, sin nombrar al nuevo líder de Washington, intenta dar ánimos apelando a la unidad de la compañía y de la nación. O las voces que empiezan a reclamar la secesión de California, iniciadas en Twitter por Shervin Pishevar (uno de los máximos inversores de Uber). Si esto sucediera, California, feudo demócrata, sería la 6ª economía del mundo.
Pero no es oro todo lo que reluce en California. Un reciente artículo en La Vanguardia describía el panorama de desigualdad extrema, en uno de los focos de conocimiento y riqueza más activos del planeta. Indigentes a la sombra de Silicon Valley. En el valle del silicio, una plutocracia de emprendedores e inversores, convertidos en referentes sociales, convive con masas de autónomos precarios, clases medias empobrecidas y desamparados excluidos sociales. En paralelo al auge de los gigantes digitales, Silicon Valley perdió más de 100.000 empleos entre 2001 y 2008. La crisis ha acabado de aniquilar la delicada paz social de California, y del conjunto de EEUU.
En 2003 visité por primera vez el Silicon Valley. La llegada a San Francisco fue un auténtico electroshock. Desde el taxi que me llevaba al hotel, podía ver colas interminables de homeless:hombres y mujeres sucios, con largas barbas blancas, muchos de ellos tullidos o enfermos, abandonados a su suerte, tirados por las calles o deambulando de un lado a otro con carritos de supermercado repletos de basura y cacharros. Cientos, miles de ellos. La imagen que estaba recibiendo de San Francisco era parecida a la que podía esperar de Calcuta. Cerca, muy cerca, los grandes hangares y las pistas de aterrizaje del Columbia, el campus de Stanford, o los opulentos headquarters de Google, Apple o Facebook. Si la desigualdad era extrema entonces, imagino cómo debe ser ahora.
La victoria de Trump es la espeluznante respuesta a la gran paradoja de nuestro tiempo: la incapacidad de generar sociedades del bienestar en un momento en que los medios de que disponemos son infinitamente superiores a los de hace sólo 20 años. Una paradoja que se convierte en esquizofrenia: los feudos progresistas son, curiosamente, los más ricos (California o la Costa Este, desde Filadelfia a Boston). El capitalismo digital tiene color demócrata. Pero la descarnada desigualdad se transforma inevitablemente en miseria humana y moral. El deprimido cinturón industrial de los Grandes Lagos gira hacia la extrema derecha política. Y las clases sociales más desfavorecidas, en una búsqueda desesperada de protección, como protesta a una realidad de la que se sienten excluidos, se lanzan en masa a votar opciones populistas, radicales y racistas.
¿Dónde hemos visto antes esta película?
http://xavierferras.blogspot.com.es/2016/11/donde-hemos-visto-antes-esta-pelicula.html