¿Es la Economía una Ciencia?
Recientemente nos alegró la noticia que nos dio Jesús respecto al cierre de un máster sobre homeopatía en la Universidad de Barcelona. No nos parece serio que una universidad pública otorgue ningún halo de prestigio científico a dar bolitas de azúcar diluidas en agua que como mucho, y en casos puntuales, parecen efectivas debido al efecto placebo (del que hablaremos otro día). Sin embargo, antes de convertirnos en guardianes de lo científico, no está de más que nos planteemos hasta qué punto nuestra disciplina, la economía, debe ser considerada una ciencia. Especialmente cuando leemos habitualmente comentarios de algunos de nuestros lectores sobre nuestra "visión neoliberal y ortodoxa" (por decirlo suave) de algo que, si fuera ciencia, no debería llevar a opiniones subjetivas. Y no se crean que son sólo ustedes, recientemente el ex-Ministro de Educación y Ciencia (y también físico) Javier Solana, se metía con los economistas en su twitter por aspirar a ser "como los físicos". Pero cuidado, que tampoco nosotros somos ajenos a la crítica sobre la carga ideológica que puede haber detrás de los supuestos que introducimos en nuestros modelos matemáticos, como discutió no hace mucho Samuel en esta entrada. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Ciencia o no ciencia?
Les voy a salir un poco por la tangente (ya que hablamos de matemáticas). Mi respuesta es que me da igual cómo lo llamen, mientras seamos honestos. Lo que les quiero decir es que deberíamos ser un poco más escépticos con aquellos economistas que ofrecen soluciones categóricasescondiéndose tras su posiciones académicas y cuatro cálculos en una pizarra. Ni todas las universidades son Harvard (o "Howargts", que decía una conocida) ni todos los cálculos son tan simples como nos quieren hacer ver.
Cuando la Economía es honesta, las cosas son más complicadas y es entonces cuando aparecen las limitaciones: los modelos teóricos se basan en supuestos sobre el comportamiento y las capacidades cognitivas de los agentes que toman decisiones y sobre las instituciones en que lo hacen, las bases de datos que utilizamos se circunscriben a unas circunstancias concretas y no son tan generales como nos gustaría, y nuestros experimentos están realizados bajo unas condiciones muy concretas.
Realizar recomendaciones de política económica, como reconocemos que en ocasiones hacemos en este blog, requiere siempre la suficiente modestia para entender estas limitaciones y nos fuerza a ser claros sobre ellas. Ésto no quiere decir que debamos hacernos nihilistas y pensar que lo que hacemos no tiene ninguna aplicación práctica. Tampoco que sea práctico cualificar constantemente nuestras opiniones económicas con la retahíla de condicionantes que nos llevan a nuestras conclusiones. Pero conviene ser un poco más transparente sobre la mera existencia de estas limitaciones. Ganaríamos mucho si el debate en lugar de centrarse sobre qué economista afirma que fue capaz de predecir la última crisis, lo hiciera sobre las razones por las qué muchos economistas académicos serios, basados en sus modelos y sus datos, no fueron capaz de predecirla. ¿Cómo debemos enriquecer nuestros modelos para que capturen los aspectos que se han mostrado más relevantes en los últimos episodios? ¿Qué datos podemos obtener que nos ayuden a prescribir mejores políticas económicas? En definitiva, ¿cómo podemos seguir aprendiendo?
Cuando la Economía es honesta, las cosas son más complicadas y es entonces cuando aparecen las limitaciones: los modelos teóricos se basan en supuestos sobre el comportamiento y las capacidades cognitivas de los agentes que toman decisiones y sobre las instituciones en que lo hacen, las bases de datos que utilizamos se circunscriben a unas circunstancias concretas y no son tan generales como nos gustaría, y nuestros experimentos están realizados bajo unas condiciones muy concretas.
Realizar recomendaciones de política económica, como reconocemos que en ocasiones hacemos en este blog, requiere siempre la suficiente modestia para entender estas limitaciones y nos fuerza a ser claros sobre ellas. Ésto no quiere decir que debamos hacernos nihilistas y pensar que lo que hacemos no tiene ninguna aplicación práctica. Tampoco que sea práctico cualificar constantemente nuestras opiniones económicas con la retahíla de condicionantes que nos llevan a nuestras conclusiones. Pero conviene ser un poco más transparente sobre la mera existencia de estas limitaciones. Ganaríamos mucho si el debate en lugar de centrarse sobre qué economista afirma que fue capaz de predecir la última crisis, lo hiciera sobre las razones por las qué muchos economistas académicos serios, basados en sus modelos y sus datos, no fueron capaz de predecirla. ¿Cómo debemos enriquecer nuestros modelos para que capturen los aspectos que se han mostrado más relevantes en los últimos episodios? ¿Qué datos podemos obtener que nos ayuden a prescribir mejores políticas económicas? En definitiva, ¿cómo podemos seguir aprendiendo?
Por ponerme un poco provocador, me centraré en la herramienta fundamental de mi área de investigación: los experimentos económicos. Podría hacerme un poco el estupendo e intentar argumentar que si definimos el método científico por la posibilidad de realizar experimentos controlados que permitan demostrar una verdad, la validez de una hipótesis o la eficacia de algo no probado, la economía experimental sería la única rama "científica" de la Economía. De hecho, la Asociación Internacional de Economía Experimental, de la que hasta recientemente fue presidente el premio Nobel de 2012 Alvin Roth, no tiene ese nombre, sino que, creo que con ganas de polemizar, se autodenomina Economic Science Association. Pero no pienso que tenga mucho sentido argumentar que toda ciencia debe ser experimental. Quienes únicamente utilizan modelos teóricos o realizan estimaciones empíricas ya existentes pueden ser tan (o tan poco) "científicos" como el experimentalista, dependiendo de que sus supuestos, sus cálculos o sus condiciones experimentales sean rigurosos. Conocemos tantos casos de artículos teóricos y empíricos que contenían cálculos erróneos o falsos, como de fraudes y fallos en la realización de experimentos económicos. Pero cuidado, que las ciencias "duras," no son ni mucho menos ajenas a errores y fraudes, que también tienen consecuencias importantes.
Volviendo a mi campo, quiero mencionarles dos razones para la esperanza y la seriedad de la economía académica. Por una parte, las mejores revistas de economía han incrementado los requisitos respecto a la descripción de la metodología adoptada y el envío de datos procedentes de experimentos, de forma que sea más fácil reproducir los experimentos de otros para comprobar cómo de generales son. Aún así tenemos el problema de que los incentivos para publicar en economía favorecen en exceso la novedad de los resultados, por lo que pocos investigadores se animan a replicar resultados. Relacionado precisamente con ello, está la segunda razón para el optimismo. Como se describía hace tres semanas en un artículo de The Economist, un amplio grupo de economistas, dirigido por Colin Camerer, ha reproducido los 18 artículos experimentales principales publicados en dos de las 5 mejores revistas de economía (American Economic Review y Quarterly Journal of Economics) desde 2011 a 2014. El estudio,publicado en Science, muestra que es posible replicar los resultados de 11 de los 18 experimentos. Qué poco serio, ¿no? Quizá si, pero un tasa de réplica del 61% de los estudios, parece al menos preferible al 31% de un estudio similar sobre artículos en Psicología y, antes de que se me echen encima sobre que las ciencias sociales no son ciencias... un 11% de los artículos sobre eficacia de medicamentos farmacéuticos. ¿Quizá ocurra que, como hemos aprendido del estudio de la Economía, los incentivos importan?
Les dejo por tanto sin una conclusión clara, pues no me importa tanto responder al título de esta entrada como que seamos un poco más serios en el debate. Los economistas debemos aprovechar la precisión que nos dan nuestras herramientas (las matemáticas, la econometría, los experimentos...) para ser rigurosos, y no como barrera de entrada a aquellos que no sepan utilizarlas. Seremos más creíbles si hacemos un esfuerzo por aceptar nuestras limitaciones y somos mas prudentes y honestos al ofrecer orientaciones de política económica. Sólo entonces, espero que dejen de decirnos aquello que en una metáfora bonita pero incorrecta, expresó el ex-ministro griego (y anteriormente economista académico) Varoufakis: "la economía es ideología disfrazada de ecuaciones". Seamos serios. Unos y otros.
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Diferencias entre micro y macro economia
Diferencias entre micro y macro economia
El tipo de interes es un precio intertemporal. Y como todos los precios cambia segun cambian las circunstancias. El que esto tenga consecuencias sobre el rigor o valor de la macroeconomia es, sencillamente, un non sequitur y la comparacion con el metro en fisica inadecauda.
El equilibrio general enfatiza que hay efectos a nivel agregado que son diferentes de la suma de comportamientos individuales. Es trivial crear mil ejemplos de ello.
“Y, con respecto a los impuestos, ceteris paribus, las economías libres funcionan mejor que las intervenidas. No es el mercado el mayor productor de ineficiencias, ni ningún limitador de investigaciones.”
...en ningún momento he dicho yo lo contrario. Pero si lees a Adam Smith, a F.A. Hayek o a Milton Friedman, te van a decir que los impuestos son necesarios para que una economia de mercado funcione. Existen amplios campos de una economia moderna donde los mercados no pueden suministrar los bienes necesarios por problemas de falta de compromiso, asimetria de información y muchos otros. Y el mercado jamas va a suministrar financiación para investigación en ciencia basica.
Afirmar esto no supone que uno este a favor de una economía socialista de igual manera que afirmar que existe cierta evidencia empirica que un consumo moderado de vino (1 vaso al dia) puede tener efectos beneficiosos para la salud
no es un argumento para hacerse alcoholico. Dada tu frase “Como puede ser el caso de que, siendo los impuestos individualmente perjudiciales para cada familia y empresa, puedan a la vez ser beneficiosos para todo el conjunto social de familias y empresas” yo solo tengo que probar que existe un nivel de impuestos positivos que produce mas bienestar social que un nivel cero. Ese nivel puede ser perfectamente solo un 1% del PIB (aunque yo crea personalmente que haya de ser bastante mas).
La primera lección de economía el primer dia de clase es aprender a pensar en el margen.
El que los bancos centrales fijen el tipo de interes nominal a corto plazo ni quita ni da valor a la macro como disciplina de estudio de igual manera que el precio de la leche en el estado de Pennsylvania este intervenido le quita valor a la microeconomia (o que haya un señor cortando piernas a gente por la calle le quitaria valor a la traumatologia). La macroeconomia estudia cuales son las consecuencias de que el banco central siga tal politica. Hay macroeconomistas que estan de acuerdo con esta politica y macroeconomistas que estan en desacuerdo. Implicar que el tipo de interes es una medida “objetiva” y que por tanto el que esta cambie con el tiempo aleja a la macro de ser una disciplina rigurosa es confundir juicios normativos con positivos. En una economia sin gobierno y sin bancos centrales, el tipo de interes cambiaria todo el tiempo segun las circunstancias.
“Respecto a los impuestos, habría que demostrar el efecto multiplicador fiscal”
Eso NO es el multiplicador fiscal. Aqui
lo explicamos bastante bien. Los multiplicadores evalúan los efectos de cambios de impuestos o de gasto con respecto a un escenario base. Aqui estamos discutiendo si una economía de mercado puede o no funcionar sin un sector publico importante. La respuesta que nos da la evidencia historica (y con la que estan de acuerdo los mejores economistas de la tradición de liberales clasicos, como decia antes desde Adam Smith hasta F.A. Hayek) es que NO. El sector publico de Estados Unidos circa 1880, probablemente la economia de tamaño grande que mas cerca ha estado nunca de un estado como el ambicionado por los liberales clasicos, gastaba como un 9% del PIB. Y en la situacion actual, Richard Epstein
el liberal clasico mas prominente en Estados Unidos en estos momentos (y del que estoy muy orgulloso de ser amigo) siempre comenta que incluso en su situación ideal el vería el sector publico americano gastando cerca del 20% del PIB.
“el cálculo de la planificación central supera a la descentralizada de los agentes respecto al nivel de bienestar total. Que sería la razón ‘científica’ para legitimar la confiscación, supongo”
Pretender que el defender la sensatez de un sector publico de un tamaño razonable es estar de acuerdo con la planificacion y el socialismo es un maximalismo retorico que destruye la credibilidad de todos los que defendemos la economia de mercado. En un ejemplo que le gustaba citar mucho a Hayek: estar a favor de que en las autopistas haya policía de trafico no significa estar a favor de que le digamos a los conductores donde tienen que ir.
Usted dice que se daría con un canto en los dientes si el sector publico solo recaudase un 1% del PIB. No, usted viviria pobre y aterrado. Con un 1% no podriamos pagar la defensa nacional, la policia y los jueces. El aparato de seguridad de un estado moderno (en especial si no es como España y no “gorronea” de la defensa que le dan sus vecinos) requiere un 5-6% de PIB de gasto. Y otras actividades basicas del gobierno, como infraestructuras que no se pueden privatizar y servicios publicos que desde Adam Smith todos los liberales clásicos han defendido los estados tenian que suministrar, te requiere al menos otro 3-4%. Sin ese gasto, como minimo, de un 9% del PIB sufririamos el miedo diario, sin imperio de la ley y sometidos a los deseos de los Putin, Maduros e ISIS del mundo.
Jesús Fernández-Villaverde
CAMBRIDGE, Mass. — THERE’S an old lament about my profession: if you ask three economists a question, you’ll get three different answers.
This saying came to mind last week, when the Nobel Memorial Prize in Economic Science was awarded to three economists, two of whom, Robert J. Shiller of Yale and Eugene F. Fama of the University of Chicago, might be seen as having conflicting views about the workings of financial markets. At first blush, Mr. Shiller’s thinking about the role of “irrational exuberance” in stock markets and housing markets appears to contradict Mr. Fama’s work showing that such markets efficiently incorporate news into prices.
What kind of science, people wondered, bestows its most distinguished honor on scholars with opposing ideas? “They should make these politically balanced awards in physics, chemistry and medicine, too,” the Duke sociologist Kieran Healy wrote sardonically on Twitter.
But the headline-grabbing differences between the findings of these Nobel laureates are less significant than the profound agreement in their scientific approach to economic questions, which is characterized by formulating and testing precise hypotheses. I’m troubled by the sense among skeptics that disagreements about the answers to certain questions suggest that economics is a confused discipline, a fake science whose findings cannot be a useful basis for making policy decisions.
That view is unfair and uninformed. It makes demands on economics that are not made of other empirical disciplines, like medicine, and it ignores an emerging body of work, building on the scientific approach of last week’s winners, that is transforming economics into a field firmly grounded in fact.
It is true that the answers to many “big picture” macroeconomic questions — like the causes of recessions or the determinants of growth — remain elusive. But in this respect, the challenges faced by economists are no different from those encountered in medicine and public health. Health researchers have worked for more than a century to understand the “big picture” questions of how diet and lifestyle affect health and aging, yet they still do not have a full scientific understanding of these connections. Some studies tell us to consume more coffee, wine and chocolate; others recommend the opposite. But few people would argue that medicine should not be approached as a science or that doctors should not make decisions based on the best available evidence.
As is the case with epidemiologists, the fundamental challenge faced by economists — and a root cause of many disagreements in the field — is our limited ability to run experiments. If we could randomize policy decisions and then observe what happens to the economy and people’s lives, we would be able to get a precise understanding of how the economy works and how to improve policy. But the practical and ethical costs of such experiments preclude this sort of approach. (Surely we don’t want to create more financial crises just to understand how they work.)
Nonetheless, economists have recently begun to overcome these challenges by developing tools that approximate scientific experiments to obtain compelling answers to specific policy questions. In previous decades the most prominent economists were typically theorists like Paul Krugman and Janet L. Yellen, whose models continue to guide economic thinking. Today, the most prominent economists are often empiricists like David Card of the University of California, Berkeley, and Esther Duflo of the Massachusetts Institute of Technology, who focus on testing old theories and formulating new ones that fit the evidence.
This kind of empirical work in economics might be compared to the “micro” advances in medicine (like research on therapies for heart disease) that have contributed enormously to increasing longevity and quality of life, even as the “macro” questions of the determinants of health remain contested.
Consider the politically charged question of whether extending unemployment benefits increases unemployment rates by reducing workers’ incentives to return to work. Nearly a dozen economic studies have analyzed this question by comparing unemployment rates in states that have extended unemployment benefits with those in states that do not. These studies approximate medical experiments in which some groups receive a treatment — in this case, extended unemployment benefits — while “control” groups don’t.
These studies have uniformly found that a 10-week extension in unemployment benefits raises the average amount of time people spend out of work by at most one week. This simple, unassailable finding implies that policy makers can extend unemployment benefits to provide assistance to those out of work without substantially increasing unemployment rates.
Other economic studies have taken advantage of the constraints inherent in a particular policy to obtain scientific evidence. An excellent recent example concerned health insurance in Oregon. In 2008, the state of Oregon decided to expand its state health insurance program to cover additional low-income individuals, but it had funding to cover only a small fraction of the eligible families. In collaboration with economics researchers, the state designed a lottery procedure by which individuals who received the insurance could be compared with those who did not, creating in effect a first-rate randomized experiment.
The study found that getting insurance coverage increased the use of health care, reduced financial strain and improved well-being — results that now provide invaluable guidance in understanding what we should expect from the Affordable Care Act.
Even when such experiments are unfeasible, there are ways to use “big data” to help answer policy questions. In a study that I conducted with two colleagues, we analyzed the impacts of high-quality elementary school teachers on their students’ outcomes as adults. You might think that it would be nearly impossible to isolate the causal effect of a third-grade teacher while accounting for all the other factors that affect a child’s life outcomes. Yet we were able to develop methods to identify the causal effect of teachers by comparing students in consecutive cohorts within a school. Suppose, for example, that an excellent teacher taught third grade in a given school in 1995 but then went on maternity leave in 1996. Since the teacher’s maternity leave is essentially a random event, by comparing the outcomes of students who happened to reach third grade in 1995 versus 1996, we are able to isolate the causal effect of teacher quality on students’ outcomes.
Using a data set with anonymous records on 2.5 million students, we found that high-quality teachers significantly improved their students’ performance on standardized tests and, more important, increased their earnings and college attendance rates, and reduced their risk of teenage pregnancy. These findings — which have since been replicated in other school districts — provide policy makers with guidance on how to measure and improve teacher quality.
These examples are not anomalous. And as the availability of data increases, economics will continue to become a more empirical, scientific field. In the meantime, it is simplistic and irresponsible to use disagreements among economists on a handful of difficult questions as an excuse to ignore the field’s many topics of consensus and its ability to inform policy decisions on the basis of evidence instead of ideology.
http://www.nytimes.com/2013/10/21/opinion/yes-economics-is-a-science.html?_r=1
Conferenciantes NO Economistas críticos con los Economistas.....
Leemos artículos y asistimos a conferencias criticas con los economistas, que nos dejan perplejos, al plantear criticas sin fundamento, mezclando nociones, mezclando teorías liberales clásicas con teorías no existentes como la neoliberal, argumentando sus enfoques con frases sueltas de economistas, que no reflejan la totalidad de sus investigaciones.
ejemplos...errores de quienes defienden la economía de mercado libre, siendo posible la regulación donde sea necesario (por fallas de mercado, por información asimetrica, etc) por este motivo los ordoliberales, los defensores de la economia de mercado, defienden la regulación y la intervención del estado donde sea necesario.
Se cita a Adam Smith, casi siempre por el tema de la "mano invisible" cuando en realidad en toda su obra solo dedica un párrafo a este tema, y limitando mucho al analisis de su época, mayoritariamente artesanal, cuando dejo claro que no se referia a las grandes empresas
Se cita a Adam como liberal no defensor del estado, cuando en realidad defendia que hay infraestructuras que no se pueden privatizar y defendía los servicios públicos
Se cita a Adam Smith como defensor del egoísmo económico, cuando parte de su obra defendia la etica y la moral
Se cita a Hayek en contra de lo publico cuando decia..."estar a favor de que en las autopistas haya policía de trafico no significa estar a favor de que le digamos a los conductores donde tienen que ir."
Se critica a los economistas, como si no supieran los limites naturales, cuando son los primeros en afirmar en todos los manuales de economía, que los economistas deben de estudiar la eficacia en la utilización de los mínimos recursos