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Dando la talla: Antropometría, crecimiento económico y desigualdad FRAN BELTRÁN el 30/03/2016

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Uno de los objetivos principales de la historia económica consiste en indagar en la evolución histórica de los niveles de vida. Aunque lo más frecuente en este sentido es recabar información sobre producción per cápita o salarios, estos indicadores no tienen en cuenta los beneficios o costes del contexto en el que se vive o la producción y la distribución que tiene lugar fuera del mercado, limitaciones que son especialmente relevantes en el pasado. La historia antropométrica ha supuesto una gran contribución a estos temas ya que captura aspectos esenciales del bienestar humano (un resumen de la literatura aquí y aquí).
http://nadaesgratis.es/fran-beltran/dando-la-talla-antropometria-crecimiento-economico-y-desigualdad
Una parte muy importante de esta literatura se centra en la estatura. Aparte del componente genético, la talla adulta refleja lo que se conoce como nutrición neta durante la infancia y la adolescencia. La nutrición neta no sólo tiene en cuenta los aportes alimenticios, sino también lo que el cuerpo consume: tanto el trabajo físico como la lucha contra las enfermedades reduce la energía disponible. Cuando la nutrición neta es crónicamente inadecuada, la estatura se resiente porque el cuerpo da prioridad a la supervivencia frente al crecimiento. Entre 1870 y 1980, la estatura de los hombres en Europa occidental creció alrededor de 11 centímetros, un hecho sin precedente en el registro histórico (aquí o aquí). Este avance está claramente relacionado con el crecimiento económico que estas sociedades han experimentado, lo que les ha permitido mejorar su alimentación y, especialmente, su salud. Los avances médicos y las mejoras en salud e higiene pública han sido especialmente importantes, lo que resalta el papel del estado a la hora de mejorar las condiciones ambientales y reducir la incidencia de las enfermedades.
Pero una de las aportaciones más importantes de la historia antropométrica ha consistido en evidenciar que incrementos en la renta no siempre se trasladan en mejoras en la estatura. Los historiadores han explotado a conciencia los archivos de instituciones que medían regularmente a la gente, especialmente registros militares y de prisiones, y han amasado literalmente miles de observaciones individuales, contribuyendo de forma crucial a estos debates. Estas fuentes de datos están lejos desde luego de ser perfectas: no sólo el ejército solía imponer estaturas mínimas de acceso, sino que los reclutas son una muestra seleccionada de la población general (a no ser que el reclutamiento sea universal). A esto hay que añadir que estas muestran se limitan en su mayoría a hombres.
En una obra clave, Floud, Wachter and Gregory recopilaron los datos de más de cien mil reclutas británicos. Deborah Oxley y David Meredith han ajustado alguno de los problemas que tenía la serie original y han reconstruido la talla media británica entre 1733 y 1870. Estos resultados han aparecido recientemente en Past & Present y Deb Oxley me ha proporcionado amablemente sus datos para poder ilustrar esta entrada (recomiendo también ver el video de la magistral Tawney Lecture que impartió en 2013). El siguiente gráfico contrapone la evolución de la estatura con la de la renta per cápita: a pesar del fuerte crecimiento económico que la industrialización estaba generando, la estatura media se redujo significativamente entre 1815 y 1850. La talla sólo empezó a aumentar de forma sistemática a partir de 1860 conectando con el crecimiento sin precedentes que ocurrió desde entonces y que comentábamos arriba. Aunque aquí nos centramos en la experiencia británica, hay que decir que estudios para otros países encuentran resultados similares (aquí).
Fig. 1. Evolución de las estatura en Gran Bretaña, 1733-1870
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La mejora de la renta no se reflejó en mejoras generales de bienestar porque otros factores actuaron en sentido contrario. En este sentido, hay que tener en cuenta el incremento de la desigualdad, el aumento de las horas de trabajo y cómo el crecimiento económico se trasladaba a los salarios reales. Asimismo, es muy importante considerar que las pésimas condiciones existentes en los centros urbanos e industriales se tomaron un peaje importante en términos de salud. Aunque el campo de los “pesimistas” ha acumulado bastante evidencia en este sentido, los “optimistas” alegan que inferencias obtenidas de muestras tan seleccionadas no serían validas.
Otra gran aportación de la historia antropométrica es en el terreno de la desigualdad. Las diferencias de clase se reflejan claramente en la talla: en el siglo XVIII, por ejemplo, la diferencia media de estatura a los 14 años entre los chicos pobres y los de clase alta que entraban en diversos cuerpos del ejército era de 22 centímetros! Junto a los datos militares anteriores, la siguiente figura incorpora las estaturas de miles de reclusos registrados en prisiones en Wandsworth (W) y Bedford (B), además de convictos transportados a Australia (A). Este gráfico no sólo evidencia la brecha en el nivel de vida entre distintas clases sociales, sino que confirma que el declive o estancamiento de la talla no fue una tendencia exclusiva propia de los datos militares.
Fig. 2. Evolución de la estatura en Gran Bretaña. Distintas muestras
Fuente: Meredith y Oxley (2014)

Pero quizás el área donde la historia antropométrica está dando más frutos es en la medición de la desigualdad de género dentro del hogar. Por su propia naturaleza privada, es muy difícil saber lo que pasa dentro de las familias, especialmente en lo que respecta a la distribución de recursos y trabajo. Algunos autores se han aprovechado de este tipo de datos para ofrecer perspectivas muy clarificadoras de lo que podía estar ocurriendo. Aunque la población reclusa femenina era menos numerosa, Sara HorrellDavid Meredith y Deb Oxley han amasado información no sólo de su estatura, sino también de su peso. Con estos datos han podido calcular el Índice de Masa Corporal (BMI en inglés) que es un indicador que, a diferencia de la estatura adulta, permite ver cómo evoluciona el estado nutricional neto a lo largo del ciclo vital (aquí y aquí).
El siguiente gráfico (sacado de sus publicaciones) compara los Índices medios de Masa Corporal para distintos grupos de edad de miles de reclusos y reclusas admitidos en el Correccional de Wandsworth (Surrey) entre 1858 y 1878. En él se observa que, aunque los volúmenes corporales de hombres y mujeres crecían de forma similar hasta alcanzar el inicio de la veintena, a partir de esa edad se abría una brecha creciente conforme las mujeres se casaban, empezaban a tener hijos y el tamaño de la familia aumentaba.
Fig 3. Índice de Masa Corporal. Reclusos de Wandsworth, 1858-1878
Los autores argumentan que estos datos indican que la distribución de los recursos dentro del hogar penalizaba claramente a las mujeres casadas y con hijos, lo que era un reflejo de su escaso poder de negociación en una sociedad en el que las oportunidades abiertas a estas mujeres eran escasas. A diferencia de los reclusos masculinos, muchas de estas mujeres de hecho ganaban peso en prisión (y no es que las raciones de las prisiones victorianas fueran muy generosas!). Esta visión del hogar concuerda muy bien con la evidencia que Jane Humphries ha obtenido analizando cientos de autobiografías de hombres y mujeres de la clase obrera durante este período (hace un mes presentó un magnífico resumen de sus trabajos recientes en las Ellen McArthur Lectures en Cambridge).
Aunque esto sólo es una muestra muy pequeña de todo el trabajo que se está haciendo, espero que esta entrada haya permitido ver que la historia antropométrica está jugando un papel muy importante en nuestro entendimiento de los niveles de vida en el pasado, y promete seguir haciéndolo en los próximos años.

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