La hora de Europa
La construcción europea tiene dos dimensiones: la de integrar de puertas hacia adentro a los europeos y la de propiciar, cara al exterior, el papel de Europa como actor global con más relevancia de la que podían alcanzar por separado los miembros. A lo largo de la historia el éxito o fracaso en estas dos vertientes ha ido de la mano: en particular, las fricciones internas –entre Norte y Sur, acreedores y deudores– acentuadas en la crisis de la última década ha deteriorado la cohesión intraeuropea al tiempo que debilitaba el papel exterior de la UE.
Los temores para Europa se han recrudecido. La OCDE situaba al frente de las revisiones a la baja a países como Alemania o Italia, al tiempo que se acentuaban los recelos acerca del final del Brexit. Las recientes decisiones del BCE de retomar la senda de medidas expansivas excepcionales, aplazando la normalización de las condiciones monetarias, abundan en la idea de que no puede todavía darse de alta al paciente.
Pero, paradójicamente, algunos de los aspectos de los problemas actuales ofrecen una ventana de oportunidad para Europa. Por un lado, que los datos económicos sean especialmente delicados también en Alemania conduce a que este poderoso país se plantee revisar algunos de los dogmas de sus planteamientos, con más disposición a utilizar sus márgenes de maniobra fiscales y financieros. Ya sucedió algo similar en los primeros años del siglo XXI cuando las dificultades en Alemania le llevaron a incumplir los límites de disciplina fiscal que ella misma había impuesto. Un cierto sentido cainita podría acentuar los reproches hacia los países que sólo asumen flexibilidad en la ortodoxia cuando les conviene, pero es más el momento de hacer de la necesidad virtud y sacar partido del alineamiento de intereses
La UE debería ser capaz de capitalizar la unidad creada en las negociaciones del Brexit
entre Alemania y el Sur de Europa para propiciar las medidas –coyunturales y estructurales– que permitan reforzar la cohesión interna y la posición exterior de Europa. Debemos retener la frase con que la economista jefe de la OCDE, Laurence Boone, concluye su resumen del informe: aprovechar la oportunidad para “demostrar que Europa es más fuerte que sus estados miembros individualmente”.
Otro reto son los conflictos comerciales. Se recrudecen las alarmas con las amenazas estadounidenses de aplicar aranceles a productos europeos, especialmente automóviles. Algunos analistas apuntan a se trata de presionar a la UE para un nuevo acuerdo comercial –remedo del polémico nonato TTIP– en que EE.UU. busca básicamente cesiones en el terreno agrícola… que podrían requerir sacrificios a Francia. Tratar de profundizar en la brecha de contraposiciones de intereses entre la industrial Alemania y la más agraria Francia es una vieja estrategia de divide y vencerás. La UE debería ser capaz de capitalizar la unidad creada en las negociaciones del Brexit para asimismo salir cohesionada y obtener resultados pragmáticos de este nuevo envite.