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La tercera ola Josep Oliver

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2Cada vez hay más economistas que son conscientes de que, a la que se llega a ciertos niveles de endeudamiento, las políticas de demanda dejan de funcionar. Con el agravante de que, se encuentran con el exceso de capacidad productiva que ha generado las políticas de demanda.
Porque la demanda tiene que ser impulsada por el aumento de la renta disponible de las familias, y ésta sólo puede aumentar si aumenta la productividad". A.Beltran
Una demanda sustentada en el crédito, está condenada al fracaso. Como comentaba Piergiorgio M. Sandri: “La OCDE, se suma a los que piden políticas de demanda, para generar crecimiento. "El incremento del gasto público es urgente, ya que Europa es vulnerable a shocks globales", alertan. La postura de la OCDE se suma a la del presidente del BCE, Mario Draghi, que el pasado 15 de febrero en su comparecencia en el Parlamento Europeo señaló que ha llegado la hora de poner el énfasis en la inversión pública, en infraestructuras y en bajar los impuestos". Pero el problema está, en que estas políticas, como ya hemos visto en el Japón, sólo generan deuda en lugar de crecimiento.”
Por lo que nos guste o no, como comenta Josep Oliver, estamos condenados al “inicio de una tercera fase de esta crisis” 
http://www.lavanguardia.com/economia/20160226/4010508822/la-tercera-ola.html
JOSEP OLIVER ALONSO 26/02/2016
Nuestras vidas se balancean al compás de choques que golpean una y otra vez. Primero, Lehman Brothers y el estallido de la burbuja de deuda privada en Occidente sobre la que se había apalancado el crecimiento. ¿Cómo se superó? Añadiendo más deuda (en ese caso, pública), con tipos de interés próximos a cero y una banca central comprando títulos de todo tipo, mientras el sector privado comenzaba su doloroso y lento desapalancamiento. Añadan la decisión de China de impulsar su economía con un gigantesco programa de inversión y una inusual política de dinero barato. Todo ello se tradujo, en la primavera de 2009, en aquellos lejanos brotes verdes: las bolsas mundiales, finalmente, reaccionaron a tanto estímulo.


No habíamos tenido tiempo de digerir ese impacto cuando, en verano de 2011, la crisis mutó de carácter y localización: de América a Europa, y de las subprime y sus derivados a la deuda pública del sur (y también, como en España, privada). Esa segunda fase fue específicamente europea ya que en el ínterin los países emergentes tomaron el relevo del crecimiento, apalancados en los estímulos citados y la intensa demanda china. Además, la crisis del euro fue conjurada con la adopción de medidas excepcionales adicionales, desde la creación del MEDE hasta la unión bancaria y, en especial, el activismo del BCE, que se sumó al resto de los grandes bancos centrales en la expansión monetaria.



Con ese bagaje llegamos a hoy, que parece marcar el inicio de una tercera fase de esta crisis. La han precipitado tres elementos. Primero, el final del ciclo expansivo de la economía china, con sus recesivos efectos sobre la demanda de primeras materias y las exportaciones de muchos de sus suministradores. Segundo, las ondas deflacionistas provocadas tanto el hundimiento del petróleo como por la sobreinversión y los excesos de capacidad productiva de China (como muestra el reciente estudio Overcapacity in China, de la European Union Chamber of Commerce in China). Y tercero, por el convencimiento de que ni la política fiscal (ahogada por el volumen de deuda pública) ni la monetaria (colapsada por la adopción continuada de medidas poco convencionales y compras de activos difíciles de digerir) tienen mucho margen de maniobra. Su pólvora, si no mojada, es escasa.



Y ahí es donde nos alcanza el pasado. Desde 2007 el endeudamiento global no ha dejado de aumentar, aunque se ha trasladado a distintos sectores (del privado al público) y países (hacia China y otros emergentes), pero ha continuado creciendo. El desapalancamiento global no sólo no ha concluido, sino que cada vez más aparece como especialmente difícil.



Esta crisis continúa siendo, en lo sustancial, de exceso de deuda, aunque haya ido mutando de países y sectores. Y para reducirla sólo conocemos la inflación, el crecimiento o la condonación. Ninguna de esas soluciones parece hoy viable. Así que continuaremos al pairo, sometidos a esta ducha escocesa de olas sucesivas.

Critica
Esteban
Deberia  distinguir entre política monetaria y política fiscal,y entre demanda efectiva y demanda agregada, y me temo que se lía hasta con el concepto de oferta, ¿cómo puede decir alguien que aumentar la demanda crea exceso de capacidad productiva?Sobre que la renta disponible de las familias solo puede aumentar haciéndolo la productividad es el mantra ortodoxo del mercado de trabajo, solo para justificar los bajos salarios y la desigual distribución salida del proceso productivo


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