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El concierto y el cupo/Generalización del Concierto

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Pedro Luis Uriarte ha ofrecido una clase improvisada a un grupo de adolescentes en Bilbao. Cómo nació el Concierto Económico, para qué sirve, qué es el Cupo, y, sobre todo, si nos lo pueden quitar.

https://www.youtube.com/watch?v=-xIqiEUgTq0&fbclid=IwAR0J_YAXOi3AwJImcsUySVVeWXBGqtPbXGhxemuTSMuphJgWk33DMIyOg9c 

Generalización del Concierto

Creo que más allá de la globalización no vamos hacia un Estado único, sino hacia asociaciones formadas alrededor de intereses específicos que, a su vez, se coordinarán por medio de asociaciones novedosas y, de momento, experimentales.No tengo energía para comentar lo de la moción de censura y el triunfo de Pedro Sánchez; pero sí de reflexionar un poco lo que significa, quizás, el camino que espera a España o que yo pensaría que le espera. Creo que más allá de la globalización no vamos hacia un Estado único, sino hacia asociaciones formadas alrededor de intereses específicos que, a su vez, se coordinarán por medio de asociaciones novedosas y, de momento, experimentales. Justo lo contrario de lo que perseguiría el liberalismo de Mark Lilla. Y si estuviera en lo cierto sería conveniente volver a tomar ideas de hace bastantes años sobre el Concierto Económico vasco, ideas que se pueden leer en mi blog; pero que voy a tratar de resumir aquí no antes, sin embargo, de recomendar la lectura de la explicación reciente de Pedro Luis Uriarte
El martes 4 de octubre del 2005 escribí un post titulado Disipación de rentas y financiación autonómica que ahora voy a recordar a efectos de entender lo que significaría la posibilidad de generalizar el Concierto Económico a todas las comunidades autónomas de España de forma que éstas pagarían a la Administración Central solo el Cupo de acuerdo con el cual esas comunidades pagarían a la Administración Central sólo lo que ésta hace por ellas.
Por un lado me parecía un arreglo óptimo pero cerca de ser imposible. Me parecía óptimo porque estaba basado en el principio liberal de subsidiariedad, porque no era redistributivo, porque, al no confundir lo asignativo con lo compensatorio, conforma un sistema que mantiene el incentivo a maximizar el PIB de la Comunidad correspondiente y porque es compatible con la solidaridad a través del Fondo de Compensación Interterritorial (FCI). Me parecía, sin embargo, imposible, porque pondría en jaque el principio de suficiencia en relación a la Hacienda Central y porque el País Vasco y Navarra tendrían que rehacer el cálculo del Cupo en su contra y porque no todas las CC.AA. estarían dispuestas a cargar con el coste político de recaudar.
Pues bien, para remachar las bondades del sistema de Concierto y para argumentar que las dificultades de su generalización pueden ser vencidas voy a dar un rodeo por la antigua noción de renta, un concepto que no se usa mucho en su sentido técnico aunque debería hacerse y que en el momento actual nos sería muy útil para el objetivo de este post.
En sentido técnico, la renta de un factor de producción es lo que gana ese factor de producción por encima de su coste de oportunidad, es decir por encima de lo que ganaría en su mejor empleo alternativo. Una renta positiva está siempre asociada a la irreproducibilidad del factor de que se trata. En efecto, si el factor del que estamos hablando fuera fácilmente reproducible o, en otras palabras, tuviera muchos sustitutos, no tendría más remedio que aceptar como máxima remuneración alcanzable su coste de oportunidad ya que nadie tendría porqué ofrecerle nada más para asegurarse su servicio.
Ahora bien, esa irreproducibilidad que está en el origen de toda renta, puede estar generada de diversas maneras. Puede deberse a razones más bien naturales (como en el caso de la tierra), a razones de tipo legal (como en el caso de los notarios o de las patentes), y también a razones históricas o consuetudinarias que han hecho que ciertas instituciones (como podrían ser los Conciertos Económicos o la Administración Central con su Hacienda correspondiente) no sean fácilmente sustituibles por otras posibles debido a que, además, están sancionadas por la ley de leyes.
Pero las rentas de cualquier tipo y, por lo tanto, también las rentas generadas o que puedan generarse por ciertas formas de financiación autonómica, pueden disiparse y esa disipación haría del sistema de concierto algo óptimo. Ahora es fácil entender el problema político de la financiación autonómica como un proceso de disipación de rentas históricas.
Primero, las CC.AA. que se rigen por el sistema de Concierto (con el Cupo como su instrumento central) disfrutan de una renta histórica consistente en que parte del mayor gasto per cápita del que parece que disponen se debe a que no pagan la parte correspondiente del gasto central dedicada a la igualación regional, parte por cierto difícil de cuantificar, lo que justificaría esa renta. Segundo, la Administración Central también disfruta de una renta por sus labores coordinadoras que ejercita, digamos, por razones histórico-constitucionales. En este caso esa renta se puede entender como aquella cantidad de la que tendría que prescindir la Hacienda Central si se generalizara el Cupo, es decir si solo ingresara aquello que necesita para hacer las labores que no pueden hacer las CC.AA. con independencia de la dificultad de calcular la igualación regional.
Si se acepta el análisis efectuado hasta aquí, cabe ahora diseñar un proyecto concreto y específico cuyas ventajas son fáciles de entender y cuya previsible oposición no me parece imposible de vencer. Este proyecto consta de tres partes:
Primera, sáquese de los PGE (Presupuestos Generales del Estado) el gasto correspondiente a igualación regional y pesupuéstese ese gasto como parte del FCI, un fondo éste que se dedica a algo que ninguna Comunidad Autónoma, foral o de régimen común, se ha negado nunca a considerar como algo que nos sirve a todos. Segunda, generalícese el sistema de Concierto con su Cupo. Tercera, dótese de capacidad normativa plena en materia fiscal a cada Comunidad pues sin ella no hay verdadera autonomía financiera y sin ésta la autonomía política es ilusoria.
Como ya dije en su día, las ventajas de un proyecto así son bastante evidentes. Para empezar el sistema así creado es compatible en incentivos. Cada Comunidad tiene un incentivo obvio a maximizar su ingreso, su incentivo a ser eficiente en la recaudación es también evidente y la solidaridad se canaliza a través de un Fondo de Compensación interterritorial (FCI) significativamente reforzado. La competencia fiscal que surgiera acabaría disminuyendo la presión fiscal y, además, como nuevo argumento me atrevo a pronosticar que acabaría llevándonos a la implantación de una «flat tax» generalizada en todas las figuras impositivas con verdadera capacidad recaudatoria (IRPF, Sociedades e IVA) con mayor prontitud de la que se puede esperar de la Hacienda Central. Esta implantación iría, naturalmente, acompañada de la eliminación de las diversas desgravaciones hoy vigentes y que no son, una vez más, sino rentas enquistadas en el sistema económico.
Respecto a las dificultades para poner en práctica el proyecto, aunque imposibles de ignorar, me parecen hoy salvables con la nueva administración. Parece que el miedo a recaudar por parte de cada Comunidad Autónoma se está disipando y, por otro lado, la Administración Central, para ejercer sus competencias propias bien definidas, recibiría el mismo dinero que antes con la única diferencia de que una cierta parte de ese total formaría ahora parte de una cuenta separada y con poca discreccionalidad en su manejo. Por otro lado creo que el País Vasco y Navarra no pondría excesivas pegas generales en este preciso momento histórico. Tendrían perfecto derecho a protestar si se pretende redefinir el cálculo del Cupo pero yo apostaría a que no lo haría hoy siempre que se den algunas condiciones. Es cierto que el nuevo esquema reduciría su capacidad de gasto per cápita; pero su no aceptación dejaría demasiado al desnudo una aparente inconsistencia nacionalista entre la presunta insolidaridad del País Vasco, expresada en forma de renta diferencial, de la que tanto se le acusa últimamente, y su manifestación expresa de no desear la ruptura con España sino una especie de sistema confederal con capacidad de veto mutuo.
Para terminar con mi lectura de la posibilidad de generalizar el Concierto a partir de la moción de censura ganada por Sánchez, me gustaría continuar con las dificultades que ya vislumbraba en el año 2005. En efecto, mi optimismo no se mantendría ante la amenaza, no de generalizar el sistema, sino de eliminarlo. Tampoco ante la pretensión de romper la bilateralidad en la relación con la Administración Central. Y finalmente, aunque pudiera parecer incomprensible, la parte no nacionalista del País Vasco y Navarra podría no estar muy contenta con una generalización así. Incluso si pagan más que las otras comunidades autónomas temen muy mucho cualquier tipo de aparente acercamiento al independentismo.
https://juan.urrutiaelejalde.org/generalizacion-del-concierto?fbclid=IwAR1gV_Umll8c4ZJaV-BgelqYlrNO8D2Rcc0oW8WEaFaIXq99E7DjREDiW30



El caso de Cataluña debería hoy hacernos pensar sobre la ocasión para cambiar la Constitución del 78 y elaborar otra en la que, por ejemplo, se extendiera la posibilidad del Concierto Económico vasco y su correspondiente Cupo a todas las Comunidades que lo desearan.
Llevamos una buena temporada encerrados en la celda conversacional del independentismo catalán. Sin embargo, al menos en los medios que yo manejo, en esa celda solo se habla de las nuevas elecciones de dentro de una semana y de la aplicación del 155. Me parece una lástima que no se aproveche la ocasión para hablar de cosas de más enjundia que bien podrían pasar por la modificación de la Constitución del 78. En cualquier caso todo esto me ha traído a la cabeza recuerdos antiguos sobre discusiones en épocas bastantes difíciles para mi.
El 3 de febrero del 2004 escribí en Expansión, cuyo Consejo Editorial presidía, una columna sobre el libro de Alesina y Spolaore y, basándome en él, aproveché para enfatizar la oportunidad histórica que tenía España de influir en Europa en el camino hacia la Confederación basándose en el sistema autonómico vigente en la Constitución. Me divirtió a la sazón la airada reacción de una prensa económica que aprovechaba la ocasión para meterse conmigo. He aquí un bonito ejemplo debido a Alberto Recarte en Libertad Digital :
El pasado martes, el periódico Expansión publicó un artículo de Juan Urrutia, un nacionalista del PNV, en el que, confusamente, arteramente, se abogaba por la ruptura de España. Hasta aquí, nada extraordinario, pues su autor fue consejero de Educación en el gobierno de Garaicoechea, y como tal colaboró para discriminar y perseguir a los no nacionalistas. La tesis del artículo, la defensa de la secesión del País Vasco, utiliza argumentos falsificados, que justificarían la ruptura de España en aras de la flexibilidad económica necesaria en un mundo globalizado
Hay más ejemplos con nombres bien conocidos; pero creo que es mejor olvidarlos ya que estas confrontaciones no me hicieron cambiar de opinión y así en el año 2006, el 11 de enero, volvía a la carga con esa idea de Confederación que no he abandonado. Con el título de Confederalismo marcha atrás pretendía hacer ver que las nuevas condiciones del mundo como la globalización y la digitalización, así como la facilidad para generar redes de sujetos, hacían posible revertir el camino histórico hacia la formación de grandes Estados y volver hacia un mundo de pequeñas comunidades identificadas por rasgos, llamados aveces “memes”, que hacen disminuir los costes de producción y de transacción.
Y entre estas dos fechas tendría que mencionar otros artículos relevantes también en Expansión; pero aquí hoy me limitaré al de de septiembre 2005 sobre disipación de rentas a través de la promiscuidad o la tolerancia a la diferencia. En un contexto un tanto diferente como es el de las empresas tecnológicas trataba yo de hacer ver que con la aceptación de las características de los otros se alcanzarían formas de hacer las cosas mucho más productivas. Y ahora añado que esa tolerancia o promiscuidad florece en estados confederales y en el límite en un mundo confederal.
Pues bien, el caso de Cataluña, como en su día el del País Vasco con Ibarreche humillado en el Congreso, debería hoy hacernos pensar sobre estas cosas a fin de aprovechar la ocasión para cambiar la Constitución del 78 y elaborar otra en la que, por ejemplo, se extendiera la posibilidad del Concierto Económico vasco y su correspondiente Cupo a todas las Comunidades que lo desearan. La productividad de España aumentaría si mis razonamientos son correctos. El camino no sería fácil pues el centro (Madrid) vería algunas de sus rentas (las de capitalidad) reducidas. Pero finalmente triunfaría la razón y yo tendría la oportunidad de entonar un sonoro Ya lo dije
https://juan.urrutiaelejalde.org/ya-lo-dije?fbclid=IwAR32VdithC-QVYoLOXkO_LAFFmQT9ZaoCz4Zj7ZCSKj25VwN5dvLvCZ6gZo
 

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