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“Muchas empresas dan ganancias porque ignoran el pasivo ecológico”

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“Muchas empresas dan ganancias porque ignoran el pasivo ecológico”

Entrevista a Joan Martínez Alier, economista ecologista. Doctor honoris causa por la UNC, el catalán dice que el Estado debe balancear en los conflictos ambientales y escuchar a todos, pero que nunca puede ser neutral ante la posibilidad de un daño.

Cuando Joan Martínez Alier dictó su primera clase de Introducción a las Ciencias Ambientales en 1991, en Barcelona, la concentración de CO2 (ese gran culpable del cambio climático) era de 360 partes por millón. En la actualidad la concentración de dióxido de carbono es de 402 partes por millón. “Y aumenta dos partes por millón cada año”, agregó, para comenzar el diálogo, este catalán que fue distinguido, semanas atrás, por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Experto en economía y ecología, ha estudiado el cruce de intereses que estas ciencias suelen trasladar a la política. Y en el marco de un conflicto como el generado por la polémica instalación de la firma Monsanto en la ciudad de Malvinas Argentinas, no podíamos dejar de preguntarle.
–El hombre no para de contribuir al calentamiento global y, sin embargo, se queja de las consecuencias del cambio climático...
–Es cierto, pero algo está cambiando. En la cumbre de cambio climático de Copenaghe 2009, en la que participé, recuerdo que un jefe de Gobierno y luego un ministro, ambos de países del Pacífico sur que seguramente se inundarán en el futuro, les reclamaron a los países desarrollados del norte por una deuda ecológica, “porque –explicaron ellos– nosotros no tenemos responsabilidad en el cambio climático y ustedes sí”. Entonces es una injusticia que debe ser saldada.
–¿Es posible medir esa deuda ecológica?
–Estos daños no están recogidos en la contabilidad, y muchas empresas dicen que dan ganancias porque ignoran ese pasivo, y es una deuda que no se paga. Por ejemplo, la que dejó Repsol en Neuquén. Son deudas que hay que reclamar judicialmente porque la ciencia económica no las tiene en cuenta, como lo que ocurrió con las Madres de barrio Ituzaingó, aquí en Córdoba, un caso que ya es famoso a nivel mundial. Además, en distintos lugares se trabaja para lograr medir y meritar esa deuda. También para generar un real “sentimiento de culpa” en los países ricos que históricamente son los que más contaminan.
–El problema es que los sentimientos no se pueden medir, y pareciera que este es un problema real de los ecologistas: sus denuncias parecen ser o se presentan a la opinión pública como algo que podría pasar, como un temor hacia el futuro todavía no medido; mientras que el mercado y las empresas siempre son más concretos para prometer, por ejemplo, puestos de trabajo. ¿Cómo ve usted este fenómeno?
–Puede ser que eso ocurra, pero la gente puede medir o notar lo que ya está sucediendo. Hay mediciones concretas sobre cómo el glifosato provoca aumento de daños a población infantil, a neonatos, por ejemplo. Los daños sí se pueden medir, incluso en dinero o en supervivencia de la gente.
–Sin embargo, pareciera que el mensaje no es lo suficientemente fuerte para cambiar conductas.
–Yo no estaría tan seguro. Tenemos los casos de Famatina, de Pascualama y de otras 17 o 18 minas de oro que fueron paradas por la lucha de personas que han entendido que, como dice el lema, “el agua vale más que el oro”. Hasta vuestro papa Francisco se ha sacado una foto con una remera que dice eso. ¿Cómo se mide esto? No lo sé. Sí sé que en el mercado el oro vale más que el agua, pero para la vida, y esto es lo que ha comprendido esta gente, el agua vale más.
–En el caso Monsanto, ¿cómo explicarles a las familias que viven en la ciudad de Malvinas Argentinas, muchas de ellas pobres, que tienen a sus hijos sin trabajo, que Monsanto, la empresa que les va a dar trabajo, no debe instalarse allí porque no es bueno para la salud? ¿Qué debe hacer el Estado?
–Yo creo que el Estado o los estados en general, tanto donde están gobernados por neoliberales como por políticos “Nac&Pop” (NdR: “Nacional y popular”, por la gestión kirchnerista), están empujando esta economía no ecológica. El presidente (Rafael) Correa en Ecuador, por ejemplo, es buena persona pero es antiecologista, es un economista que cree que todo lo ecológico es una tontería. Algo similar pasa con Evo Morales. El Estado no es neutral en estos asuntos. Pero cuando hablamos del Estado es necesario tener presente que el gobierno puede opinar de una manera, la Justicia de otra. Aquí en Argentina es interesante ver cómo ante estos conflictos de la minería a cielo abierto, por ejemplo, algunas provincias han actuado de un modo, y otras de otro. Pasa con la fumigación: hay ciudades que han delimitado la fumigación como aquí. Pero siempre como fruto de movimientos que reclaman “paren de fumigar”.
–¿En el caso Monsanto?
–Hay una asamblea local que estuvo siempre en contra de la instalación porque teme la contaminación. Es cierto que Monsanto ofrece 300 empleos, entonces la gente duda entre la posibilidad de empleo y el riesgo incierto. El Estado debe buscar siempre el balance, escuchar a todos los que tienen derecho a participar, dar una participación amplia y escuchar a los lenguajes de valoración distintos. Pero no puede ser neutral ante la posibilidad de daño.

http://www.ambiente.gov.ar/infotecaea/descargas/martinez-alier02.pdf



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