¿Está en peligro el trabajo de la clase media?
Raquel Sebastian
La discusión sobre cómo la tecnología afecta a la demanda de mano de obra comienza con el mismo origen de la Economía Política. Desde un principio, la tecnología ha sido considerada la principal fuente de progreso económico, aunque no ha dejado de generar ansiedad cultural (desempleo generado por la tecnología, Mokyr et al., 2015). Este difícil equilibrio entre progreso y desempleo tecnológico, así como la celeridad que ha tomado el cambio tecnológico hacen que, hoy más que nunca, investigar y, por ende, entender cómo la tecnología modela el mercado laboral sea fundamental. Así, en la actualidad, existe una gran preocupación sobre si la tecnología está reemplazando a un gran número de empleos desempeñados por trabajadores de la clase media. Si así fuera, la sustitución de mano de obra por máquinas, no solo desplazará a la clase media, también provocará un significativo aumento de la desigualdad económica. En este post, basado en este artículo que recientemente publiqué en SERIEs, la revista de la Asociación Española de Economía, se analizará esta cuestión para el caso de España.
Durante los años ochenta el consenso era que el cambio tecnológico estaba sesgado a favor del trabajo cualificado. Esto es, el cambio tecnológico era complementario de la mano de obra cualificada, por lo que daba lugar a una mayor demanda de trabajadores altamente cualificados frente a los no cualificados, obteniéndose así una distribución de empleo (y salario) ascendente (Berman et al., 1998; Bound and Johnson, 1992; Katz and Murphy, 1992; Machin and Van Reenen, 1998). Esta explicación se llama sesgo del cambio tecnológico en favor del trabajo cualificado (en inglés, skill-biased technological change, SBTC).
Una creciente ola de investigación está desafiando, sin embargo, la hipótesis del SBTC. Esta literatura ha ilustrado que la difusión de la tecnología, impulsada por una caída en los precios en el sector informático, ha causado un patrón distinto: la concentración del crecimiento del empleo en ambas colas de la distribución salarial. El argumento propuesto es el siguiente: dada la caída de los precios reales, el sesgo del cambio tecnológico hacia los trabajos rutinarios (en inglés, routine-biased technological change, RBTC) ha dado lugar a una reasignación del empleo de las ocupaciones rutinarias hacia las no rutinarias. De hecho, frente a la hipótesis tradicional del SBTC, la RBTC permite explicar por qué el empleo manual no rutinario de baja cualificación, que ni es sustituto ni complemento del capital informático, crece también.
Es por ello que cabe preguntarse en primer lugar ¿qué ha pasado en España?
En la Figura 1 se observa un claro patrón de polarización en el empleo laboral español entre 1994 y 2014. Las ocupaciones del centro de la distribución salarial se mueven hacia los extremos, tanto hacia el tramo alto (ocupaciones altamente cualificadas) como hacia el tramo bajo (ocupaciones de baja cualificación). Este análisis se encuentra en el artículo que recientemente he escrito y que el lector interesado puede encontrar [aquí].
En el eje horizontal de la Figura 1 se representan los empleos (industria a un dígito NACE Rev.1.1 y ocupación a dos dígitos ISCO 88) ordenados de menor a mayor según su salario medio en 2002 (Encuesta de Estructura Salarial, EES). Este mismo gráfico con la EES de 1995 se puede encontrar [aquí]. En el eje vertical se considera el cambio relativo en el empleo. Podemos afirmar por tanto que las grandes pérdidas de trabajo se encuentran entre los percentiles 20 y 60 de la distribución salarial media inicial. Dada esta evolución de los empleos en España, ¿es la hipótesis RBTC capaz de explicar la polarización observada?
Fuente: Encuesta de Población Activa (1994, 2014) y Encuentra de Estructura Salarial (2002).
En la Tabla 1 se agrupan las ocupaciones a 1 dígito, se ordenan por su salario medio en 2002 y se presentan los valores promedio de las tareas (abstractas, rutinarias, y manuales). Para definir las tareas se sigue a Autor and Dorn (2013). Dos ideas principales emanan de esta tabla. En primer lugar, entre 1994 y 2014 el crecimiento del empleo a nivel ocupacional siguió un patrón en forma de U (polarización). En segundo lugar, las ocupaciones "rutinarias" (aquellas fáciles de sustituir por un algoritmo) tales como oficinistas y operadores de máquinas caen. Al mismo tiempo, suben las ocupaciones con un alto componente tanto interpersonal como abstracto. Se puede concluir por tanto que la rutinización es capaz de explicar la polarización en el empleo. Algunas implicaciones interesantes sobre los empleos en expansión y en declive, se pueden encontrar en el artículo escrito por Sara de la Rica en este mismo blog [aquí].
Tabla 1. Distribución por tareas de las ocupaciones.El análisis no estaría completo si no se proporciona evidencia sobre el desplazamiento de los trabajadores con salario medio. Los resultados de las matrices de transición en la Tabla 2 (B: tramo bajo, M: tramo medio, y T: tramo superior) sugieren que los trabajadores intermedios no graduados se mueven hacia ocupaciones inferiores, mientras que los empleados intermedios graduados se desplazan hacia las ocupaciones superiores. Esta observación sugiere que los cambios por el lado de la oferta son factores importantes para explicar la expansión de los extremos de la distribución del empleo a costa del tramo medio.
Podemos así concluir que el mercado de trabajo ha experimentado un cambio espectacular con el devenir tecnológico. En España, así como en la mayoría de los países de nuestro entorno, se ha encontrado evidencia de que muchos puestos de trabajo, aquellos más rutinarios, han sido sustituidos, al menos parcialmente, por “máquinas”, mientras que otros están siendo cada vez más demandados. Entre los últimos se encuentran tanto empleos poco cualificados, aunque ligados a la atención personalizada (lo que les hace difícilmente sustituibles por máquinas), como empleos que requieren el uso de capacidades cognitivas (que exigen una alta cualificación). Es el llamado proceso de polarización del empleo.
Antes de acabar, algunas reflexiones se hacen necesarias. En primer lugar, la tecnología fue, ha sido y será parte fundamental de nuestro progreso, pero al mismo tiempo ha representado, representa y representará retos ineludibles para el mercado laboral. En esta ocasión el debate se centra sobre si la tecnología sustituirá a la mano de obra de la clase media, induciendo desempleo tecnológico y, por ello, una mayor desigualdad.
Este debate, sin embargo, no es nuevo. Así, el propio Keynes afirmó en 1930 que “el descubrimiento de medios para economizar el uso de mano de obra supera el ritmo al que podemos encontrar nuevos usos para el trabajo”, de hecho, “el aumento de la eficiencia técnica ha sido más rápido que la absorción laboral” (Keynes, 1930).
En tercer lugar, los robots y ordenadores sustituirán al trabajo solo si los primeros tienen una ventaja comparativa sobre el segundo. En este sentido, cabe resaltar que el efecto negativo de la tecnología ha sido resaltado por la literatura, pero la significativa creación de empleo no ha recibido el mismo trato. De hecho, hay numerosos trabajos creados por el elevado grado de complementariedad entre automatización y empleo. Así mismo, el impacto agregado de la tecnología en la economía aumenta la demanda de aquellos bienes y servicios producidos por otros sectores, y por las industrias más expuestas al cambio técnico.
Por último, medidas de corto plazo pueden ayudar a la clase media, gravemente afectada por la recesión económica, a mejorar sus niveles de vida. Sin embargo, son las políticas de largo plazo, basadas principalmente en la educación y capacitación, las que pueden abordar el problema a un nivel estructural. Este probablemente sea el desafío político fundamental, puesto que requiere actuar más allá del ciclo político. Una estrategia de crecimiento basada en mejoras sustanciales de la educación y capacitación de los trabajadores con una cualificación intermedia, podría ayudar a reconciliar el progreso tecnológico con una mayor igualdad. Sin embargo, esto solo será posible si las políticas implementadas permiten a los trabajadores realizar trabajos menos rutinarios y, a poder ser, más abstractos.
Pd del editor: el pasado miércoles publicamos una entrada de Julián Messina sobre este tema, que seguramente será de interés si esta también lo ha sido.
http://nadaesgratis.es/admin/esta-en-peligro-el-trabajo-de-la-clase-media
El futuro del empleo nos preocupa. En este blog lo hemos tratado desde diferentes ópticas, aquí, aquí y aquí. Argentina ha elegido este tema como una de las tres prioridades de discusión durante su presidencia del G-20. La velocidad del cambio tecnológico, los avances recientes en inteligencia artificial y las ganancias en destreza y adaptabilidad de los robots nos hacen pensar que el fin del empleo está cerca. Algoritmos que detectan el cáncer de piel mejor que radiólogos. Robots que realizan operaciones en tejidos blandos sin la asistencia cirujanos… ¿Nos quedará algo por hacer en el futuro próximo?
En un trabajo reciente, David Autor (MIT) y Anna Salomons (Universidad de Utrecht) se hacen esta pregunta. Y para responderla estudian la evidencia de las cuatro últimas décadas en 19 países desarrollados. Cierto es que, si el cambio tecnológico se está acelerando, o la propia naturaleza del cambio tecnológico varía, por ejemplo, haciéndose más sustitutiva de las habilidades humanas, el pasado puede ser un predictor imperfecto del futuro. Pero es lo mejor que tenemos. Y no se puede negar que el cambio tecnológico ya ha transformado el empleo en numerosos sectores. ¿Recuerdan cuando había librerías, agencias de viajes y tiendas de discos en cada barrio?
El punto de partida del estudio es el siguiente. Imagínese que usted en un laboratorio que se dedica a fabricar las prótesis dentales que luego el dentista implanta en cada paciente. El proceso de fabricación es asistido por máquinas, pero requiere de la pericia de un técnico, usted, que trabaja calibrando esas máquinas. Hasta que un día aparecen las impresoras 3-D. A partir de ese día el dentista ya no manda un molde de la prótesis a implantar. Ahora simplemente le llegan al laboratorio unos vectores de datos que la impresora traduce y transforma en la prótesis. ¿Qué pasará con su empleo? ¿Y con su salario? ¿Y qué pasará con el empleo y la remuneración de los trabajadores en el resto de la economía?
El estudio distingue y contabiliza cuatro tipos de efectos sobre el empleo. El primero es el efecto directo que el cambio tecnológico induce en el empleo del sector donde dicho avance se ha generado. Este es el efecto que más fácilmente se observa y, por tanto, es el que a menudo nos alarma. Sin embargo, es solo una parte de la historia y no necesariamente la más importante. También existen tres efectos indirectos a través de la vinculación productiva de los sectores.
El cambio tecnológico en un sector puede generar oportunidades de empleo y mejores salarios en sectores que usan como insumos los productos producidos por el primero. En el ejemplo del técnico odontológico, la introducción de impresoras 3-D probablemente reducirá los precios de los implantes, aumentando su demanda y generando empleo entre los dentistas. Un segundo efecto indirecto se produce si dicho cambio tecnológico altera la demanda de otras industrias que nutren de insumos al sector en el que la nueva tecnología se ha introducido. Si los implantes están hechos de cerámica, los productores de los componentes para la fabricación de dicha cerámica pueden ver como su demanda aumenta. Finalmente, el tercer efecto indirecto sobre el empleo se produce a través de la demanda final. Si el precio de los implantes es menor gracias a las impresoras 3-D y yo tenía que hacerme tres implantes, quizá por fin me pueda permitir esas vacaciones en Jávea.
Los resultados para empleo u horas trabajadas son muy similares, así que reproducimos los del empleo (Figura 5A del estudio). Como cabía esperar, el efecto directo de los avances tecnológicos es una caída del empleo en los sectores afectados del -0,22 por ciento anual, lo que quiere decir que la reducción acumulada media del empleo en las industrias que han tenido mejoras tecnológicas en los 37 años analizados ha sido del 8,2 por ciento. El efecto no es desdeñable. Sin embargo, una vez que tenemos en cuenta los efectos indirectos, el efecto neto total es positivo, y equivale a una mejora en el empleo de un 17,8 por ciento. Este cambio de efecto directo a efecto total se debe fundamentalmente a dos efectos indirectos. En primer lugar, los cambios tecnológicos mejoraron el empleo en los sectores que usan como insumos los productos o servicios que han bajado de precio o mejorado en calidad gracias a dichos avances. Además, los cambios tecnológicos aumentan la demanda agregada al permitirnos disfrutar de dichos productos o servicios a precios menores.
Hasta ahora buenas noticias. No parece ser que nos vayamos a quedar mano sobre mano por el cambio tecnológico. ¿Pero, qué ha ocurrido con la remuneración del trabajo? Los cuatro efectos anteriormente descritos también alteran la remuneración del trabajo. Además, existe un quinto efecto indirecto que tiene que ver con los cambios en la remuneración de los trabajadores inducidos por los cambios en la estructura sectorial de la economía. Si las mejoras tecnológicas se producen en sectores donde la remuneración del factor empleo es baja con respecto al capital (por ejemplo, manufacturas) y el empleo se desplaza a sectores donde los salarios tienen más peso (por ejemplo, el sector educativo), la remuneración del empleo aumentará y viceversa.
Los resultados para la remuneración del trabajo están en la Figura 7. Como en el caso del empleo, el efecto directo es negativo, es decir, que baja la remuneración del factor trabajo en los sectores afectados por el cambio tecnológico. Pero, a diferencia del caso del empleo, estos efectos negativos no se ven compensados por los efectos indirectos. La predicción del estudio es que el cambio tecnológico ha sido responsable de una caída de la participación de la masa salarial en el valor añadido de aproximadamente 6 puntos porcentuales.
En conclusión, el cambio tecnológico durante las últimas cuatro décadas no parece haber desplazado el empleo, pero sí la participación del factor trabajo en las rentas totales. Como recalca Piketty, puesto que las rentas del capital tienden a estar concentradas entre los ciudadanos de altos ingresos, esto nos lleva a pensar que debemos quizá preocuparnos más por los aspectos distributivos del cambio tecnológico que por sus posibles efectos en el número de empleos. El debate debería centrarse menos en si vamos a trabajar o no, y más en qué tipo de empleo se va a generar en las próximas décadas y si dicho empleo será de una calidad que permita que la gran mayoría de la población disfrute de un estándar de vida elevado.
Pd (de la editora): Vuelvan el viernes para una entrada relacionada sobre el impacto de la tecnología sobre el empleo y los salarios en España.