Una obra colosal -reeditado 2001-
Fuentes Quintana presenta el tercer tomo de la serie 'Economía y economistas españoles' dedicado a la Ilustración
El profesor Enrique Fuentes Quintana vino ayer a Valencia (2001) a hablar del pensamiento económico español en la Ilustración y acabó disertando sobre la convergencia europea, la nueva economía y los grandes desafíos que tienen sus colegas de profesión. 'Siempre he arrimado el ascua a la sardina de la actualidad', se justificaba este doctor en Economía, considerado hombre clave durante su etapa como vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía entre los años 1977 y 1978.
El profesor, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y presidente honorífico de la Fundación de la Confederación Española de Cajas de Ahorros para la Investigación Económica y Social (Funcas), presentó, con el patrocinio de Bancaixa, el tercer tomo de un ambicioso proyecto: la serie Economía y economistas españoles que, como definió ayer el propio Fuentes Quintana, no es otra cosa que 'una respuesta fundada y detallada de lo que han hecho los economistas de este país desde el dominio árabe hasta la segunda mitad del siglo XX'.
La colección, dirigida por Fuentes, consta de ocho tomos en los que 170 economistas reconstruyen el desarrollo del pensamiento económico español y sus principales protagonistas. 'Hemos intentado hacer un buen trabajo', dijo sincero tras recordar que esta especialidad es relativamente joven (la primera facultad de Económicas no se creó en España hasta 1944). 'Nadie sabía exactamente qué era un economista, pero el caso es que tuvimos éxito', agregó. La prueba de fuego para los economistas españoles se produjo, según Fuentes Quintana, con la crisis de 1959. 'En julio de ese año no había ni un dólar para importar petróleo y de ahí surgió precisamente el Plan de Estabilización de 1959, que ha pasado a los anales de la historia porque fue un auténtico revulsivo para la economía de entonces'. Otros hitos, igualmente importantes para la economía española, fueron el plan de ajuste de 1977 a 1983 y el ingreso de España en la Comunidad Europea. 'Sin los economistas no se hubiera producido', sentencia Fuentes Quintana.
- Hoy existen en España cerca de 230.000 profesionales de la economía y era el momento de contar lo que 'han hecho', remarcó el catedrático convencido de que 'no acordarnos del pasado es la mejor manera de ignorar el futuro'. La serie, editada por Galaxia Gutemberg y Círculo de Lectores, se inicia con una introducción al pensamiento económico, prosigue desde los orígenes al mercantilismo, repasa la Ilustración El volumen, objeto ayer de la presentación, está dedicado a la Ilustración y al lado de Fuentes Quintana se encontraba ayer uno de los mayores expertos en esta etapa histórica, el economista Vicente Llombart. Fuentes Quintana, quien destacó el afán de los ilustrados españoles por desarrollar del país para fortalecer la monarquía dentro y fuera de sus fronteras, estableció un paralelismo con la actualidad española.
'Hoy el propósito es converger con Europa y para ello es necesario, como pedían los ilustrados, un Estado potente para crear una competencia fuerte'. El pórtico de entrada a la innovación tecnológica, una necesidad acuciante hoy en día que también preocupaba sobremanera a los ilustrados, es la educación, a juicio del catedrático universitario. 'El proceso innovador requiere una buena administración, pero también una educación que lo acompañe, mano de obra instruida...', completó el profesor, reiterando que si no hay una mejora del capital educativo habrá pocas esperanzas de desarrollo.
-
Otro elemento, nada despreciable, es de nuevo una herencia del modelo ilustrado y tiene que ver con saber permanentemente lo que pasa en el resto del mundo. 'Las etapas de decadencia española coinciden con la salida de los circuitos internacionales del pensamiento económico', subraya.
A modo de recomendación, Fuentes Quintana pide más reflexión a los economistas -'Los problemas económicos de la sociedad no son, tal vez, objeto de suficiente maduración'- y más diligencia a los gestores políticos para que conviertan 'lo económicamente inevitable en algo asumible'.
-
El cuarto volumen de la colección, dedicado a la economía clásica, lo coordina el profesor Salvador Llombart y cuenta con colaboración, al igual que el tercer tomo, de Ernest Lluch-
https://elpais.com/diario/2001/01/18/cvalenciana/979849109_850215.html?id_externo_rsoc=FB_CC
https://www.youtube.com/watch?v=gBnlbusqiN4&feature=share
https://www.youtube.com/watch?v=Y2tINhRiMqs
https://www.youtube.com/watch?v=e_ok34307QQ
¡Cómo hemos cambiado!
La tecnología que existe hoy día nos puede ayudar a facilitar el regreso de la producción deslocalizada a las economías avanzadas
Hace 40 años por estas fechas se firmaban en España los Pactos de La Moncloa, un intento casi a la desesperada por frenar la grave crisis económica y social que azotaba la recién nacida democracia. La inflación rondaba el 44%, el desempleo comenzaba a desbocarse y el petróleo se había disparado ¡hasta los 14 dólares! El entonces ministro de Economía, Enrique Fuentes Quintana, hizo célebre la frase: “O los demócratas acaban con la crisis económica o la crisis acaba con la democracia”.
Desde entonces muchas cosas han cambiado y, aunque seguimos padeciendo crisis de forma periódica, hay ejemplos que demuestran lo intenso de la transformación experimentada. El sector de la automoción ha evolucionado de forma radical. En 1977 la industria española fabricaba anualmente 850.000 vehículos en factorías con poca tecnología y mucho empleo de baja cualificación. Los procesos eran manuales y poco eficientes. Como consecuencia, el sector era muy proteccionista, apenas recibía inversiones exteriores y estaba centrado casi en exclusiva en el mercado nacional. Cuatro décadas después, el panorama es radicalmente distinto. Las factorías españolas no han tenido miedo a afrontar cambios profundos, tanto en la producción, con la llegada de la robotización y la digitalización, como en las relaciones laborales, lo que ha permitido elevar los niveles de competitividad. Así, España es hoy el segundo productor de coches de Europa y el octavo del mundo, a punto de franquear los tres millones de unidades producidas.
-
También ha habido avances muy relevantes en otros sectores, como el turístico. España recibió 75 millones de turistas en 2016 que se gastaron 77.000 millones de euros. El esfuerzo del sector para adaptarse al nuevo entorno ha sido clave, con una oferta hotelera que ha reforzado el componente digital no solo en los procesos de reserva y transporte de viajeros, sino también en las propias infraestructuras hoteleras y en la gestión integrada de la atención del cliente. Encontramos avances similares en el sector agroalimentario, que genera el 9% del PIB —España es el cuarto exportador europeo de productos alimentarios y el octavo del mundo—; el sector de la salud, especialmente en biotecnología y farmacia, donde ocupamos la tercera posición europea en agrobiotecnología y la quinta en bioquímica y biología molecular; o el sector aeronáutico, donde somos la séptima potencia mundial en fabricación de satélites.
Está en nuestra mano aprovechar nuestra capacidad y potencial para situarnos en los niveles de mayor valor añadido de las cadenas mundiales de producción y servicios
Está en nuestra mano aprovechar nuestra capacidad y potencial para situarnos en los niveles de mayor valor añadido de las cadenas mundiales de producción y servicios. Sin duda, el espíritu emprendedor y las ganas de crecer son los principales motores. No es casual que los países más avanzados cuenten con una mayor proporción de empresas medianas y grandes, que son las que alcanzan grados de productividad más elevados porque aprovechan mejor sus economías de escala; contratan trabajadores mejor formados; aguantan mejor las crisis económicas; invierten más en I+D+i; están más preparadas para competir internacionalmente; tienen más facilidad para acceder a nuevos productos, tecnologías y procesos productivos y se financian en mejores condiciones. El tamaño, por tanto, es una de nuestras asignaturas pendientes si queremos, dentro de otros 40 años, contar con más sectores punteros en el ámbito internacional.
La inversión en tecnología e I+D es la otra gran tarea. Hoy disponemos de oportunidades inimaginables hace muy poco. Se estima, por ejemplo, que la fabricación aditiva represente el 5% de la capacidad de fabricación del planeta antes de 2020, lo que hará de la impresión 3D una industria de 640.000 millones de dólares. También somos testigos de los enormes progresos en computación cuántica para desarrollar ordenadores extremadamente rápidos, lo que permitirá realizar cálculos, simulaciones o análisis que ahora no son viables. El caso del gemelo digital —que reproduce virtualmente no solo el diseño de un producto, servicio, fábrica o sistema, sino que, además, analiza su comportamiento desde distintos puntos de vista para reducir tiempos de análisis y evitar errores— es un claro ejemplo. Además, la cada vez mayor incorporación de los drones en la actividad contribuirá a incrementar la productividad —Correos, por ejemplo, experimenta ya con los carteros aéreos en áreas rurales remotas del norte de España—. Y por encima de todos estos fenómenos, el industrial Internet of Things será el elemento integrador de todos los habilitadores del cambio, al multiplicar la conectividad vía implementación de sensores conectados a redes y desplegar el potencial de los modelos analíticos y predictivos o de la robótica avanzada. Gracias a todo ello contaremos, por ejemplo, con servicios públicos más eficientes —tráfico o recogida de residuos—; fábricas más productivas y autónomas —capaces no solo de predecir problemas, sino de hacer pagos o encargar suministros por sí solas—; o el controvertido coche autónomo, que tendrá enormes implicaciones regulatorias, laborales e incluso urbanísticas.
-
En definitiva, un mundo nuevo cargado de posibilidades. La tecnología existente hoy nos puede ayudar, además, a facilitar el regreso de producción deslocalizada a economías avanzadas. La alianza que Siemens y Adidas han suscrito recientemente es un ejemplo. A principios de los noventa, el fabricante de material deportivo decidió trasladar a China e Indonesia sus plantas industriales. Veinte años después, el aumento de los costes de fabricación y la automatización ponen en entredicho esa ventaja, y la propia Adidas ha decidido dar un vuelco a su estrategia y reintegrar parte de su producción en centros automatizados de Alemania. Ha firmado con Siemens un programa de I+D para digitalizar la speedfactory, una innovadora fábrica en Ansbach que fomentará una producción más rápida, transparente e individualizada. Este es, a mi juicio, el camino a seguir. Si el cambio experimentado en el pasado nos procuró claros casos de éxito, la transformación que podemos protagonizar a partir de ahora es de un calibre inimaginable.
Rosa García es presidenta de Siemens España.
https://elpais.com/politica/2017/06/09/actualidad/1497019215_791634.html
15 JUN 2017------------------------
https://elpais.com/politica/2014/08/29/actualidad/1409304456_399099.html
Paso fugaz el de Fuentes Quintana. Pero perdurable.
No es fácil encontrar en la pequeña historia de la Transición, ni quizá en la mayor, un caso tan notable como el de Enrique Fuentes Quintana, que con apenas ocho meses de permanencia en un Gobierno, marcara tanto —allí ha quedado, con tinta indeleble — su paso por la política. Tras las primeras elecciones de junio de 1977, Adolfo Suárez, aquel cuasi desconocido que tan pocas esperanzas había despertado, entendió que aquella incipiente apertura hacia una democracia plena necesitaba una apertura económica —hacia la modernidad, hacia Europa— de similar envergadura. Creó la figura de un vicepresidente económico, ni siquiera un ministro de Economía había existido hasta entonces, y encargó la tarea a un profesor universitario de renombre y pasado en absoluto revolucionario. Y en tan poco tiempo, desde el 5 de julio de 1977 al 23 de febrero de 1978, tuvo tiempo Fuentes Quintana de articular, entre otras cosas, los Pactos de la Moncloa, de obligado recuerdo cuando se escarba en aquellos turbulentos tiempos. Pequeña digresión: un 23 de febrero (1981) fue el golpe de Estado de Tejero, otro 23 de febrero (1983) anunciaba Miguel Boyer la expropiación de Rumasa, y el 23 de febrero de 1984 ETA asesinaba al senador socialista Enrique Casas.
El terremoto político de aquellos días está en la memoria —vivida o leída — de todos los españoles. ¿Pero qué panorama económico contemplaban los ciudadanos mientras se emprendían aquellas enormes reformas? Pues veían ante sí un desastre, una ruina, una calamidad. Veamos algunos datos para intentar objetivar aquel caos.
-
La crisis petrolífera mundialde 1973 fue devastadora en todo el mundo occidental y terrible para España, que importaba el 66% de la energía. Los últimos Gobiernos de Franco nada hicieron para solucionar el problema, confiados en una absurda entelequia, la pretendida “tradicional amistad entre España y los países árabes”. Para fraternidades estaba la OPEP: el barril de petróleo pasó en 12 meses de 1,63 a 14 dólares. Para los españoles: el litro de gasolina subió de 7,8 céntimos de euro (12,98 pesetas) a 20,4 céntimos de euro (33,94 pesetas) de 1973 a 1977. No muy distinta fue la evolución del gasoil.
- El paro alcanzó en 1977 el 5,7%, y subió hasta el 7,6 al año siguiente. Se superó por primera vez en la historia el listón del millón de parados. Cifras ridículas hoy, por supuesto, pero preocupantes entonces, sobre todo porque la progresión era espectacular.
-
La deuda exterior acumula 14.000 millones de dólares entre 1973 y 1977, un importe que superaba el triple de las reservas de oro y divisas del Banco de España. De nuevo la comparación odiosa. Hoy, 2014, la deuda exterior es de 1,67 billones de euros, el 163% del PIB. Pero ese es otro cantar…
Por último, para no alargar en exceso estos trazos, la inflación se movía en niveles —ahora sí— inimaginables: del 20% de 1976 se pasó a mediados de 1977 al 44%. Para un mejor entendimiento del dato, el promedio de los países de la OCDE estaba en el 10%. Era habitual que los bancos aplicaran un interés cercano a ese 20% a los préstamos a particulares para adquirir un coche o una casa.
-
Hay que sumar a todo ello que no existía una Hacienda que de verdad recaudara impuestos para sostener el Estado. Los capitales se iban y nadie cumplía con unas obligaciones fiscales ridículas. Al tiempo, la conflictividad laboral estallaba por todas partes para intentar romper las costuras de un régimen todavía atado a las leyes franquistas, tan restrictivas con las libertades mínimas de asociación sindical o manifestación, por no hablar del derecho a la huelga. Era, en definitiva, un régimen económico arcaico para intentar integrarse en Europa, basado, además, en la pura represión de las reivindicaciones laborales, cada vez más apremiantes, consecuencia lógica de esos datos económicos que antes citábamos.
-
Así que aquel primer Gobierno salido de las urnas no tuvo más remedio, si quería sobrevivir, que encarar de frente la catástrofe que amenazaba con dejar en puras ruinas lo poquito construido. Decíamos que para ello sitúa Adolfo Suárez a Enrique Fuentes Quintana en la vicepresidencia económica. Lo primero, como reconoció Fuentes, fue quitarse de encima al ministro de Hacienda del Gobierno de Carlos Arias Navarro, Juan Miguel Villar Mir, a quien consideraba un desastre y de quien no se fiaba ni un pelo. Como la vida es breve y complicada, es el mismo Villar Mir que 30 años después tan generosamente llenaba las arcas del PP con suculentas entregas al hoy conocido recluso de Soto del Real, Luis Bárcenas Gutiérrez. En su lugar se nombró a Francisco Fernández Ordóñez.
Todavía tuvo Fuentes que vencer algunos importantes obstáculos, fuera y dentro del Gobierno, incluido el escepticismo de Suárez, más proclive a buscar un empréstito a bajo interés como solución a la crisis, para poner en marcha la única salida que entrevió para salvar al país del desastre: el consenso. Ese resquicio implicaba poner de acuerdo a todos los partidos políticos en que se responsabilizaran, el primero el Gobierno, en unos mínimos que acabaran con aquella hemorragia que arrastraba al precipicio a la debilísima democracia. La tarea parecía imposible, tal y como les hemos ido contando: un Ejército que se negaba a los cambios y amenazaba con golpes de Estado, una Iglesia remolona con la modernización de la sociedad, una violencia terrible con centenares de muertos… y algunos partidos todavía dominados por los sectores más extremistas. Por si eran pocos los problemas, había que contar con unos sindicatos de legalidad recién estrenada, porque todos eran conscientes de que sin la aprobación de los trabajadores nada sería posible: aunque no estamparan su firma en aquellos acuerdos, había que conseguir que dieran su aprobación, aunque fuera —como ocurrió— a regañadientes. Eran las épocas, además —imposible explicar aquí por qué— , de los enfrentamientos feroces entre UGT y CCOO.
Pues a pesar de todo ello, millones de problemas uno tras otro, se logró el acuerdo, y los pactos se firmaron, de forma solemne, en el Palacio de la Moncloa en octubre de 1977. Poco después, Fraga se descuelga del acuerdo. Si los partidos de la oposición habían puesto su firma en aquellos documentos porque se aprobaban, al tiempo, una serie de medidas para implantar las libertades que entonces aún faltaban —reforma económica, sí, pero también política— el líder de AP, el nombre de entonces del Partido Popular de hoy, Manuel Fraga —Vitoria, Montejurra, “La calle es mía”— todavía no aceptaba la democracia como tal.
El texto íntegro, 40 páginas, de los Pactos de la Moncloa era, en realidad, todo un plan económico de muy largo alcance (reforma fiscal, control de gasto público, política de urbanismo, suelo y vivienda… reforma de la seguridad social y del sistema financiero, política energética), que hubiera necesitado para su cumplimiento una estabilidad política posterior de la que careció el país. Pero solo con la implantación de las medidas inmediatas que se proponían, con la reforma fiscal en primer plano, ya se logró mucho.
Únase a ello lo que significaron los cambios políticos que allí se firmaron, con acuerdos tan inauditos para la mentalidad de hoy como la despenalización del adulterio y el amancebamiento. Se quería acabar con este artículo del Código Penal que castigaba el primero de los supuestos: “El adulterio será castigado con la pena de prisión menor. Cometen adulterio la mujer casada que yace con varón que no sea su marido, y el que yace con ella, sabiendo que es casada, aunque después se declare nulo el matrimonio”. También se acordó regularizar, y por tanto despenalizar, la expedición de anticonceptivos. Por no hablar de una modesta puesta al día de las fuerzas de orden público, etcétera. Hay que recordar que en aquel momento todavía no había Constitución, que no llegaría hasta un año después, por lo que fue la primera vez que se ensayó un cambio político con el acuerdo de la oposición, un magnífico entrenamiento para las posteriores dosis de consenso que hicieron viable la Constitución de 1978 que aún rige nuestra convivencia.
-
A que los pactos alcanzaran sus objetivos colaboraron también los sindicatos —muchos de sus dirigentes recién salidos de la cárcel, como Marcelino Camacho, el líder de Comisiones Obreras- que aceptaron medidas muy duras de congelación o reducción salarial, y que finalmente, en los primeros años ochenta, firmaron importantes acuerdos marco con las patronales. Fuentes Quintana sabía de las dificultades y trató de repartir las cargas, pero poco le duró el impulso regeneracionista a la derecha que había aceptado los Pactos, que enseguida vio —al igual que la CEOE— que el cumplimiento real de aquellos Pactos ponía en peligro sus privilegios. Salta del Gobierno Fuentes Quintana apenas cuatro meses después, y el ala más derechista de UCD vuelve a hacerse con los mandos. La única excepción, Francisco Fernández Ordóñez, al que dejan acabar —como ya vimos— la reforma fiscal.
Contaba Fuentes Quintana en una entrevista a Carlos Sánchez, en 2002, que lo primero que iba a hacer cuando llegara al cielo —murió en 2007, víctima del alzhéimer— era “presentar a San Pedro un gráfico para demostrarle que gracias a los Pactos de la Moncloa la inflación española pasó del 40% de mediados del año 77 hasta el 2% en 1998, lo que permitió a este país formar parte del euro desde el primer día”.
- Paso fugaz el de Fuentes Quintana. Pero perdurable.
LO QUE DIJO EL PAÍS: Ante la salida del Gobierno de Enrique Fuentes Quintana
“La crisis abierta en el gobierno Suárez tras la dimisión irrevocable del vicepresidente económico no debe ser minimizada. La decisión irrevocable (sic) del profesor Fuentes de abandonar la responsabilidad política y la defensa de su plan de reforma económica amenaza a la realización del plan mismo (…) Por los nombres de los nuevos ministros, lo que se ha podido saber entre pasillos y la evidencia de la situación, la crisis supone un giro político a la derecha del Gabinete, una intensificación del color ucedista del Gobierno y un reforzamiento político de la figura y el papel de los amigos personales del presidente Suárez. Las fricciones y dificultades con las que tropezó el señor Fuentes no tenían un origen exclusiva ni primordialmente técnico (…) La intervención progresiva de Fernando Abril en materias de política económica y la protesta creciente de sectores de UCD por lo que consideraban una política que les restaba votos y credibilidad en el empresariado eran cuestiones previas al estallido de la polémica con motivo del plan energético.
Las presiones del sector financiero motivadas por la reforma del sistema y las manifestaciones del ala más conservadora del empresariado, junto a las maniobras para formar la gran derecha al margen de UCD, asustaron sin duda a los cuadros políticos del partido y al propio Suárez. Y sin embargo éste parece haber pretendido evitar hasta el final la marcha de su vicepresidente económico, con el que se solidarizaba en público hace sólo unos días, pero al que no le allanaba el camino de la acción.
La crisis se ha resuelto así con la caída del protagonista de la política económica de Suárez y una amenaza coherente de un cambio de signo hacia una política expansionista. Sin duda la permanencia de Fernández Ordóñez significa un intento de continuidad del plan y la presencia de un islote gubernamental con un tono mínimamente progresista. Pero la dirección de la economía cambia de manos y al ministro de Hacienda ya le bastará con defender la reforma fiscal”.
(Editorial del 25 de octubre de 1978).
https://elpais.com/politica/2014/08/29/actualidad/1409304456_399099.htmlPenúltima lección de Fuentes Quintana
EN TÉRMINOS DE TIEMPO, la presencia del profesor Fuentes Quintana (FQ) en el Gobierno como responsable de la política económica, en la segunda mitad de los setenta, fue muy corta. Todo lo contrario si se mide en relación con su influencia: hizo sentido común de una forma de entender la economía. No le gustaba participar directamente en la política; es más, creía que los economistas no debían hacerlo, ya que su labor es lograr "que todo lo que es económicamente inevitable sea políticamente factible", y para ello hay que influir desde fuera.
A lo largo de los años, FQ tuvo largas conversaciones con el autor de esta columna, una especie de impagables lecciones particulares. "Yo no quería entrar en el Gobierno. Fui convencido por varias personas que todavía no viene al caso citar [seguramente se refería al Rey]. Los economistas hemos entrado en los Gobiernos siempre en situaciones muy especiales, que nos han comprometido como tales: gobernar no es nuestra vida ni nuestra profesión". Cuando dejó el Gobierno de Adolfo Suárez, en febrero de 1978, sus allegados hablan del intelectual cansado de la política, de un ministro técnico rodeado de ministros políticos. FQ deja una carta de despedida a Suárez que algunos, no él mismo, consideran una especie de testamento de política económica. Tampoco quiso hacer pública nunca esta carta, y está en los archivos personales del ex presidente de Gobierno.
Ha habido dos ocasiones de hacer de España un país normal: con la II República y con la muerte de Franco. En momentos de crisis hay que ganar un sentido de finalidad común entre todas las fuerzas políticas
En el siglo pasado, reflexionaba Fuentes, ha habido dos ocasiones de hacer de España un país normal: con la llegada de la II República y con la muerte de Franco. ¿Qué pasó en la II República? Que no se dio a la economía la importancia que tenía. Estados Unidos estaba inmerso en los efectos de la Gran Depresión del veintinueve, que se habían extendido al resto del planeta. También a España. Con las dificultades económicas se fue agravando la situación social, hasta que se hizo insostenible. Si las crisis no las finalizan los demócratas, las crisis acaban con los demócratas. No puede haber una convivencia estable entre democracia y crisis económica. La experiencia de 1931-1936 denunciada como una crisis económica grave y no resuelta constituye un pasivo que complica crecientemente -hasta hacerla imposible- la construcción de la democracia.
Ésta es la filosofía implícita a los Pactos de la Moncloa, de 1977, en plena transición de una dictadura a una sociedad de libertades. Fernando Abril Martorell, desde el punto de vista político, y FQ, desde el económico, fabricaron ese acuerdo entre todas las fuerzas políticas para llegar a un acuerdo de sacrificios compartidos, en el que todos renunciaban a una parte de su ideología a cambio de tiempo para firmar la Constitución.
Fuentes se apoyaba en un español ilustre, Santayana, que sostenía que un país que desconoce su propia historia está condenado a repetirla, por lo que partir de la trágica experiencia de los años treinta constituía una obligación fundamental para los españoles, que 46 años más tarde del inicio de la República volvían a vivir una situación análoga. "Aprender las lecciones de esa experiencia constituía la primera condición para afirmar un orden democrático duradero en 1977. Las enseñanzas de aquella experiencia histórica no podían quedar desatendidas".
Con esos intentos de consenso se intentó ganar entonces un sentido de finalidad común para lograr respuestas a los principales problemas de la sociedad. Decía Fuentes que si en momentos de crisis no se crea ese sentido de finalidad común, aquélla se agravará dificultando irreparablemente esa suma de crisis más democracia en la que los ciudadanos españoles se jugaron su futuro en la transición.
Ésa es la gran lección de aquellos tiempos, que podría tener en parte su traslación a la actualidad. Pero la analogía ya no corresponde a FQ -sería un abuso atribuírsela-, sino a quien la quiera hacer. En cualquier caso, echamos de menos a personajes como Abril Martorell o Fuentes Quintana. A cada uno a su modo.* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 10 de junio de 2007
https://elpais.com/diario/2007/06/10/domingo/1181446235_850215.html
Un reformista persuasivo
"Si el profesor Fuentes Quintana faltara, los economistas españoles trabajaríamos menos", solía decir Ernest Lluch, admirador confeso de esa mezcla de energía y entusiasmo que convertía a Enrique Fuentes en un irresistible incitador al trabajo. Si a ello añadimos el valor que para él tenía la palabra escrita como un superior compromiso (Scripta manent era una de sus frases predilectas) se comprende mejor la gran cantidad de revistas y publicaciones que animó o creó, desde Información Comercial Española o Hacienda Pública Española, hasta Papeles de Economía Española o más recientemente Papeles y Memorias de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Así como las colecciones de libros que impulsó como Clásicos del Pensamiento Económico Español o bien obras colectivas como Economía y economistas españoles. Todo ello tenía por objeto mejorar nuestro conocimiento de la economía española, elevando la calidad técnica de la conversación entre los economistas y desde luego, como decía Lluch, hacía trabajar a éstos.
Pero el propósito último de su interés por esos trabajos no era un mero afán de erudito, sino que había una razón moral, porque Enrique Fuentes Quintana era un reformista comprometido con lo que interpretaba como mejoras prioritarias que era imperativo introducir en la economía española: la apertura en el cincuenta y nueve, la reforma fiscal a comienzos de los setenta, la estabilidad macroeconómica en la transición y siempre, la flexibilidad de los mercados o el equilibrio presupuestario en los ochenta, la incorporación al euro en los noventa, la educación y la innovación tecnológica, más recientemente. Un repaso a los trabajos de Fuentes Quintana o a los impulsados por él resulta ser una nómina de los problemas que sucesivamente han aquejado a la economía española en el último medio siglo y contiene además un detallado programa con sus propuestas para enfrentarlos.
En esa tarea siempre estuvo convencido de tener a los economistas de su parte, porque su confianza en el poder y la racionalidad de las ideas económicas fue permanentemente elevada. Pero un reformista como él sabía también del valor de ganarse a la opinión. Y en esa tarea multiplicó una vez más su inmensa capacidad de trabajo: inventó foros, insufló una vitalidad llamativa a las instituciones que dirigió, escribió en prensa y sembró España de innumerables conferencias.
En suma, usó legítimamente de la persuasión para difundir sus ideas y lo hizo de un modo tan desinteresado y generoso que acabó por encarnar para buena parte de la sociedad española la imagen positiva del economista como una mezcla de competencia técnica y honestidad en los diagnósticos. Una imagen, por cierto, de la que nos hemos beneficiado los demás, como de un efecto externo, por hablar en términos hacendísticos.
José María Serrano Sanz es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
19 AGO 1995
El ex vicepresidente del Gobierno y catedrático de Economía, Enrique Fuentes Quintana, señaló ayer en Avilés que existe en España un conjunto de "corruptelas administrativas que, sin quebrantar la ley, están facilitando el crecimiento del gasto público en nuestro país". Fuentes Quintana, que intervino en el seminario sobre La Economía Española en el Umbral del Siglo XXI en la residencia La Granda, abogó por contener el gasto público como elemento imprescindible para favorecer el crecimiento.
https://elpais.com/diario/1995/08/19/economia/808783210_850215.html
https://elpais.com/diario/1995/08/19/economia/808783210_850215.html
-
https://elpais.com/diario/2007/06/08/economia/1181253611_850215.html
https://elpais.com/diario/2007/06/08/economia/1181253608_850215.html
https://elpais.com/diario/2005/10/28/cultura/1130450405_850215.html
https://elpais.com/diario/2000/10/29/cvalenciana/972847078_850215.html
https://elpais.com/diario/1996/11/06/economia/847234806_850215.html
https://elpais.com/tag/enrique_fuentes_quintana/a/7
https://elpais.com/diario/1995/08/19/economia/808783210_850215.html
https://elpais.com/diario/1992/03/12/economia/700354804_850215.html