Estamos a tiempo
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•Pero hacer predicciones es inútil en política o en economía. Los datos demuestran que la salud económica de Estados Unidos es muy buena y habrá que ver si el electorado se deja llevar por los excelentes datos sobre crecimiento y empleo o castigan el extraño estilo de Trump, que se ha apartado de la tradición liberal y abierta de los presidentes norteamericanos.
Estados Unidos, con todos sus aciertos y errores, ganó el siglo pasado en todos los ámbitos. Ayudó a reconstruir la Europa destruida por las dos guerras, fue decisivo para vencer el nazismo y derrotar a la Unión Soviética, impuso sus reglas en la política internacional y fomentó el libre comercio que revirtió siempre en beneficio propio.
El escenario ha cambiado y Trump ha puesto el énfasis en “América, primero” olvidándose de que el poder blando ha sido mucho más rentable para Estados Unidos que el poder fuerte. Ha reñido a Angela Merkel, tiene una relación extraña con Gran Bretaña, pone aranceles a un país aliado como Turquía, se ha desentendido de la conferencia del clima de París, ha denunciado el tratado transpacífico y ha ninguneado a México y Canadá dejando en la incertidumbre el tratado de Libre Comercio de América del Norte.
¿Cómo puede afectar a Europa esta deriva caprichosa de Donald Trump? El presidente no es partidario de una UE sólida en el escenario internacional, y el paraguas protector de Estados Unidos durante más de setenta años puede cerrarse. Europa tiene que seguir siendo la patria de los valores de la libertad y la dignidad humanas, el sueño de la inmensa mayoría de la humanidad. Tiene que ahuyentar sus viejos monstruos goyescos y preservar un gran espacio de convivencia y progreso.
Con todos los problemas que ha planteado el nuevo siglo tiene que preservar la alianza entre Francia y Alemania como motor político y económico de Europa. Los problemas de Europa central y oriental han sido el origen de los mayores conflictos de los últimos siglos. Las convulsiones sólo pueden volver por la inestabilidad en Alemania y las pequeñas naciones que gravitan a su alrededor.
Alemania no es inmune al populismo que ha penetrado en buena parte de los gobiernos y parlamentos escandinavos y que ha sido la causa principal del Brexit. El antieuropeísmo del Gobierno italiano hace más necesario el entendimiento entre Merkel y Macron.
La inesperada visita de la canciller a Doñana para entrevistarse distendidamente con Pedro Sánchez no es un gesto para conocer mejor al presidente español. Significa, me parece, una urgente búsqueda de un aliado con el que restablecer los equilibrios en una Europa en la que Polonia y Hungría ponen a sus países por encima de sus compromisos adquiridos con las instituciones de Bruselas.
España, por sus dimensiones y por su europeísmo, puede ser una tercera pata para superar las dificultades de una Europa cada vez más fragmentada. Pedro Sánchez no tiene fuerza parlamentaria para responder a este reto. Habrá que esperar, en todo caso, a los resultados de unas próximas elecciones.
Las crisis europeas son cíclicas. Hace cien años el horizonte se presentaba muy sombrío. También después de la última guerra. Jorge Semprún decía: “Mi caso es el de un antiguo leninista, que era, por tanto, antieuropeo, que descubre que con el proyecto de Europa se abre un horizonte posible para practicar una democracia radical. La transformación se produce cuando me enfrento, siendo comunista, a la realidad española y descubro que es más importante la democracia, incluso con capitalismo y mercado, que los hipotéticos logros sociales de una dictadura del proletariado”.
Más pronto que tarde se va a plantear el consenso entre las dos legitimidades: la de los estados y la de los pueblos. De Gaulle decía que Europa está compuesta de viejas naciones que llevan muchos siglos a sus espaldas, con lenguas distintas y culturas diferentes. La identidad de esos pueblos, grandes o pequeños, no se perderá. He recomendado a los alemanes, decía De Gaulle, a que sean ellos mismos, con la condición de que los alemanes respeten los sentimientos nacionales de los otros, es decir, que respeten a las otras naciones. Estamos a tiempo para preservar la más estable y más extensa democracia liberal que ha conocido la historia.
Publicado en La Vanguardia el 22 de agosto de 2018
6 comments for “Estamos a tiempo”
EEUU necesita un lider que vuelva al espiritu de los acuerdos BW, acuerdos que crearon instituciones supranacionales, porque el riesgo del proteccionismo es letal, el riesgo de la robotización, del control de las nanotecnologias, de las manipulaciones geneticas, las nuevas energias, las migraciones, etc requieren nuevas regulaciones a nivel mundial. Un lider tipo Trump, valido para temas empresariales, con su palo-zanahoria, no es el mas adecuado en un mundo cada dia mas complejo, donde se necesita primar el bien comun.