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El mundo en 2018: diez temas que marcarán la agenda internacional.Eduard Soler i Lecha

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El mundo en 2018: diez temas que marcarán la agenda internacional

Fecha de publicación:
12/2017
Autor:
Eduard Soler i Lecha, investigador sénior y coordinador científico del proyecto MENARA, CIDOB (coord.)
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* Texto finalizado el 18 de diciembre de 2017. Esta Nota Internacional es el resultado de una reflexión colectiva por parte del equipo de investigación del CIDOB. Coordinada y editada por Eduard Soler i Lecha, se ha beneficiado de las contribuciones de Anna Ayuso, Jordi Bacaria, Moussa Bourekba, Paula de Castro, Carmen Claudín, Carme Colomina, Nicolás de Pedro, Anna Estrada, Francesc Fàbregues, Oriol Farrés, Agustí Fernández de Losada, Blanca Garcés, Eva García, Francis Ghilès, Sean Golden, Ariz Kader, Irene Martínez, Óscar Mateos, Sergio Maydeu, Pol Morillas, Diego Muro, Francesco Pasetti, Jordi Quero, Elena Sánchez, Héctor Sánchez, Melike Janine Sökmen, y Eckart Woertz. 
Hace años que intuimos una crisis del orden global pero en 2018 los síntomas se manifestarán con mayor frecuencia e intensidad. A ello contribuirán tres factores:
Los vacíos de poder. Estados Unidos se está retirando de algunos espacios que otros actores parecen dispuestos a llenar. El abandono de sus compromisos multilaterales y la retórica de America first no son interpretados como una demostración de fuerza sino como expresión de su debilidad.
La cuarta revolución industrial. Un acelerado cambio tecnológico que ya se está traduciendo en una redistribución del poder a escala global y que está alterando las bases sobre las que se fundamentan los órdenes económicos y sociales de las economías más desarrolladas. La sensación de vértigo y de desprotección va en aumento en algunos sectores de la población y, con ello, la tentación de repliegue.
La vulnerabilidad digital. Los cambios tecnológicos obligan a gobernar espacios que o no eran gobernados o estaban por descubrir. La decisión norteamericana de poner fin a la neutralidad de la red abre nuevos interrogantes. Individuos, corporaciones y hasta los estados se sienten “ciber-vulnerables”.
El calendario también nos invita a reflexionar sobre la vigencia, durabilidad y contenido del orden global. Hace cien años del final de la Primera Guerra Mundial que marcó el principio del fin de un orden global eurocéntrico. En 2018, hará setenta años de la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ese mismo año también fue creada la Organización Mundial de la Salud (OMS) y entró en vigor el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). Piezas, todas ellas, de lo que se ha venido a llamar el orden liberal de matriz occidental. Un orden asociado con el poderío estadounidense que empieza a resquebrajarse en lo político con la guerra de Irak, hace ahora quince años, y en lo económico, hace diez, con la quiebra de Lehman Brothers. 
1.     Conectividad y orden global
Asegurarse el control sobre las vías de tránsito de las mercancías y de la información se ha convertido en una prioridad estratégica tan o más importante que el control de los territorios. En clave económica, la propiedad y el control de los medios de transporte va camino de ser tan vital como la de los medios de producción. En 2018, veremos cómo prosigue la ambiciosa Belt and Road Initiative liderada por China: una malla integrada de transporte marítimo y terrestre que conecta más estrechamente un vasto espacio afro-euroasiático. Esta iniciativa, junto a la probable culminación en 2018 del Regional Comprehensive Economic Partnership (un espacio comercial de Asia-Pacífico con China plenamente integrada), ilustra la visión geoeconómica de Beijing.
Las dinámicas afro-asiáticas condicionan más las políticas europeas y norteamericanas que no a la inversa. Asistimos a una inversión del poder geopolítico y geoeconómico heredado de Bretton Woods. La ambición china provocará recelos en Estados Unidos, el actor que se había acostumbrado a jugar un papel hegemónico en el orden internacional y que todavía conserva la primacía en el ámbito militar.
En 2018, la península de Corea no sólo será noticia por acoger los Juegos Olímpicos de invierno sino que durante todo el año encarnará uno de los principales epicentros de tensión global. Kim Jong-un maniobrará pensando en cómo mantenerse en el poder mientras China intentará preservar el statu quo y Estados Unidos tratará de reivindicarse como potencia hegemónica en lo militar. Las provocaciones se intensificarán y, por lo tanto, también lo harán los temores a un accidente nuclear.
2.     Fiscalidad, clases medias y Estado del bienestar
Han pasado ya diez años desde que estalló la última gran crisis financiera. La quiebra del Lehman Brothers llegó a Europa en forma de crisis de la deuda soberana. El Banco Central Europeo (BCE), de la mano de Mario Draghi, prometió entonces hacer “lo que hiciese falta” para preservar el euro. Salvo sorpresas de última hora, en 2018, el BCE cumplirá la promesa de limitar paulatinamente el programa de compras de bonos soberanos (PSPP) para pasar de 60.000 millones mensuales a 30.000. Ante la perspectiva de tener que pagar más interés por la deuda aumentará la presión sobre la fiscalidad. La sensación de urgencia irá aumentando ante la constatación de que existen tendencias de fondo en el ámbito de la robotización y la digitalización de la economía que aún pueden añadir más tensión sobre unos estados del bienestar estrangulados. A ello se podría sumar la indignación que provocarían las técnicas empleadas por individuos y grandes sociedades para evadir impuestos.
Durante el primer trimestre de 2018, veremos si Apple paga los impuestos en disputa a la hacienda irlandesa y cómo la Comisión Europea prosigue el combate contra los abusos en la ingeniería fiscal de las grandes multinacionales. Y, a lo largo del año, es muy probable que los medios de comunicación destapen nuevos escándalos como los Paradise Papers. Habrá líderes políticos dispuestos a hacer de este tema una bandera para atraerse el favor de las clases medias. Si el entramado financiero y el crimen organizado sienten que sus refugios ya no son seguros, no se resignarán sino que explorarán vías alternativas como la vuelta al dinero en metálico o a valores refugio como el oro, las materias primas o lo inmobiliario, y seguirán alimentando burbujas especulativas como Bitcoin.
Los temores de las clases medias globales no serán homogéneos. Europeos y americanos se sentirán más desamparados que las nuevas clases medias asiáticas y africanas, probablemente porque tienen más que perder. En 2018, proseguirá el desplazamiento del poder político y económico hacia las clases medias de las economías emergentes. Esto impulsará el consumo pero también intensificará el reto climático y la gestión de la frustración de todos aquellos que se sienten expulsados de estas dinámicas de crecimiento.
 3.     Un orden urbano 
En las últimas décadas, hemos asistido a un proceso que parece imparable de concentración de población, riqueza y poder en el ámbito urbano y metropolitano. Igualmente, los grandes desafíos del planeta también se dan en las ciudades. La pobreza, la exclusión, las violencias o el cambio climático son fenómenos con una creciente dimensión urbana. En este contexto, va aumentando el número de líderes políticos del ámbito local que reclaman ser algo más que gestores e implementadores de políticas adoptadas por los gobiernos centrales. Buscan incidir en las principales agendas globales ligadas al desarrollo sostenible, conscientes de que la solución a los grandes problemas globales empieza a nivel local. Su desafío será conseguir que los sistemas de gobernanza mundiales reconozcan las ciudades como interlocutores de pleno derecho, permitiéndoles participar en las grandes negociaciones políticas, como las relativas al cambio climático o la agenda migratoria. 
2018 será también el año de la localización efectiva de la Agenda 2030. Veremos cómo los gobiernos locales y metropolitanos alinean sus estrategias de desarrollo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y cómo empiezan a implementar la Nueva Agenda Urbana. 2018 también puede ser noticia por las tensiones entre las autoridades locales y los gobiernos centrales. El alcalde de Londres, Sadiq Khan, podría intensificar su oposición al Brexit. Las ciudades europeas reclamarán mejores respuestas a la crisis de los refugiados y lo harán a través de redes como la de las ciudades refugio. En Estados Unidos, las autoridades locales adoptarán medidas para cumplir con los compromisos de la Cumbre de París a pesar de la salida de Estados Unidos del acuerdo y seguirán proliferando "ciudades santuario" que, como Nueva York, Chicago, Filadelfia o Nueva Orleans, rechazarán aplicar en sus territorios las leyes migratorias del país. A nivel global, la apelación a los valores ciudadanos o al derecho de establecimiento pueden entrar en contradicción con otros paradigmas centrados en la nación y la nacionalidad. 
A las tensiones entre ciudades y gobiernos centrales cabe sumar otra línea de fractura que puede manifestarse a nivel global. Algunos territorios se sienten abandonados ante la pujanza de las ciudades globales. Se trata de zonas rurales, ciudades pequeñas y medianas, alejadas de los motores de crecimiento, o zonas industriales con procesos de reconversión fracasados. Algunos de estos territorios son ya y serán terreno abonado para fuerzas populistas o anti-establishment pero, en otros, podrían surgir movilizaciones y nuevas formas de acción política con potencial transformador.
4.     De la fortaleza al foso migratorio
Durante muchos años se ha hablado de la Europa-fortaleza. Una idea que, con variantes, también se asocia a las políticas migratorias de Estados Unidos o de Australia. Pero es una imagen insuficiente para reflejar la forma en que se gobernarán los flujos migratorios en 2018. Entre esta supuesta fortaleza y los países emisores se está construyendo un amplio (y a menudo letal) foso que impedirá a migrantes o refugiados acceder a su destino. Las denuncias y lamentos por lo que sucede dentro de esos fosos resultarán insuficientes para cambiar el rumbo de las políticas migratorias y, si bien no se reducirán, los flujos serán redirigidos y encontrarán más obstáculos. La construcción de muros y vallas y la instalación de mecanismos de vigilancia se instalan en espacios cada vez más alejados y difíciles de cubrir por parte de periodistas y organizaciones humanitarias.
A pesar de ser un año de acumulación de emergencias humanitarias en 2018 continuarán desvirtuándo los compromisos para con los desplazados internacionales. El marco de Ginebra no quedará enterrado pero será recurrentemente ignorado. A pesar de esto, en el marco de Naciones Unidas, se negociará y aprobará en septiembre el Global Compact on Safe, Regular and Orderly Migration que intentará fijar unos estándares y poner algo de orden a un tema que lleva años en el centro de la agenda global. Por cierto, Donald Trump ya ha anunciado que se retira de las negociaciones. Más allá de esta renuncia veremos un compromiso multilateral. El papel lo aguanta todo, especialmente las buenas intenciones. Habrá dos órdenes migratorios. El formal, basado en unos compromisos mínimos y vaciados de voluntad política. Y el cotidiano, cada vez más fragmentado y reactivo.
5.     Terrorismo: sin territorio pero con proyecto
Todo el mundo se apresura a dar por derrotado a Estado Islámico (EI). La desaparición de su proto-Estado en Siria e Irak no implicará su muerte como movimiento. Y mucho menos el fin de los atentados terroristas perpetrados en su nombre o en el de otras organizaciones de la constelación de Al-Qaeda que pueden pensar que ha llegado el momento de llenar el vacío que deja EI. En 2017 se traspasaron todos los límites con algunos de los atentados más sangrientos de la historia reciente como el de Mogadiscio y el de la mezquita del Sinaí, con 512 y 309 víctimas respectivamente. En su mayoría, los atentados de 2018 seguirán caracterizándose por su relativo bajo coste y por ser llevados a cabo de forma  autónoma, en ocasiones muy lejos de los escenarios de conflicto. Una de las grandes preocupaciones de los servicios de inteligencia y de los cuerpos policiales será qué hacer con los retornados y se intensificará la vigilancia sobre métodos tradicionales de reclutamiento.
En 2018 también veremos cómo algunos gobiernos o líderes de Oriente Medio intentan sacar pecho de la derrota de Estado Islámico y utilizarlo para reforzar su popularidad entre la población o su aceptabilidad en la comunidad internacional. Al-Sisi reforzará una campaña de erradicación contra grupos yihadistas en el Sinaí en vistas a las elecciones presidenciales en Egipto (primer semestre del año). En las elecciones del 12 de mayo en Irak Abadi se presentará como el que recuperó Mosul y derrotó a la organización Estado Islámico. Aunque también como el que impidió la independencia del Kurdistán iraquí y como el que está dispuesto a introducir reformas institucionales y sociales. Bashar al Asad, así como los que le han apoyado durante los más de seis años de guerra, reforzarán la retórica de que en realidad se trataba de combatir el terrorismo y de que está llegando a su fin.
6.     La (des)información como arma política 
Fabricar noticias falsas es barato y rápido mientras que contrastar información sale caro y requiere tiempo. La manipulación de la información para erosionar o neutralizar a los adversarios no es nada nuevo. Sí lo es la toma de conciencia de que los sistemas democráticos son los más vulnerables. Hasta ahora parecía que quienes tenían que estar asustados de la proliferación de canales de información eran los regímenes autoritarios. El miedo ha cambiado de bando. Y cuando hay elecciones a la vista, los temores se multiplican. 
En 2018, el riesgo político en Europa tendrá aroma italiano y se seguirá percibiendo al Kremlin como una fuerza desestabilizadora. Confluyen tres factores: Italia, la tercera economía de la zona euro, irá a las urnas durante el primer semestre, está haciendo frente a una crisis migratoria fácilmente explotable desde posiciones populistas y ve cómo se han intensificado los contactos de políticos afines a Vladímir Putin con Cinque Stelle y la Lega Nord. Lejos de ser un tema exclusivamente europeo, la intoxicación informativa sobrevolará otros contextos electorales. En muchos casos, los intoxicadores serán actores domésticos. Veremos episodios en las mid-term elections de Estados Unidos (6 de noviembre) y también en las elecciones en Colombia (27 de mayo). El plebiscito sobre el acuerdo de paz en el 2016 ya dio muestras del impacto que el uso de la (des)información puede tener. 
7.     Liderazgo europeo y transición en el orden europeo
No solo el orden global está en recomposición, también lo está el europeo. 2018 será un año de transición. En primer lugar porque veremos si se consolidan los liderazgos de Angela Merkel y Emmanuel Macron en sus respectivos países y si, desde esa posición, pueden dar un nuevo impulso al motor franco-alemán. El presidente Macron necesita consolidar un paquete de reformas a escala nacional que le de empuje como líder emergente, no sólo a nivel europeo sino también a escala global. La canciller Merkel necesita estabilizar la política alemana tras unos meses de inesperada incertidumbre. Si el año anterior la política española y catalana fue vista como un riesgo inesperado por muchas capitales europeas, hace tiempo que las elecciones italianas ocupan un lugar en la agenda de potenciales elementos desestabilizadores. Más teniendo en cuenta que, en comparación con otras sociedades europeas, la italiana es aquella en la que menos ha aumentado la satisfacción y la voluntad de permanencia en la UE tras el Brexit.
En 2018 también sabremos si la salida del Reino Unido será ordenada. Con vistas a la firma del acuerdo de salida (previsto para octubre), se discutirán los elementos principales de la futura relación entre el Reino Unido y la Unión Europea. En ese momento se tomará la temperatura a un clima que, de ser constructivo, llevaría a un acuerdo win-win entre Londres y Bruselas y a la reforma del proyecto de integración europea tras el Brexit. Si ello coincide con un período de consolidación de liderazgos favorables a una mayor integración y prosigue la recuperación económica en los países de la periferia europea, se estarán poniendo los cimientos de la Europa post-crisis. 2018 marcará una década del estallido de la crisis económica global. ¿Será recordada ésta como la crisis de los diez años o no podremos darla por cerrada todavía? 
8.     El Golfo: escalada regional, riesgo global
A medida que la lucha contra la organización Estado Islámico pasa a un segundo plano, los saudíes presentarán a Irán como una amenaza global. Aunque sólo sea por su posición geográfica y por el papel central que desempeñan en la producción y comercio de energía, cualquier escalada de tensión entre ambos países se convierte en factor disruptivo a escala global. Mohamed Bin Salman (MbS), el príncipe heredero de Arabia Saudí, continuará alterando los equilibrios dentro de su país pero también en toda la región. MbS es proclive a asumir riesgos. Lo hemos visto con la guerra en Yemen, con el boicot contra Qatar, con la llamada al orden a Hariri y con las purgas en la casa real. Ningún factor sugiere que MbS vaya a detenerse en 2018. Es infatigable e impulsivo.
Irán no tendrá incentivos para rebajar su perfil de potencia ascendente y Arabia Saudí ni se resignará ni será reprendida por Estados Unidos con suficiente fuerza. Riad puede apuntar hacia Hezbollah, debilitado tras el esfuerzo de guerra en Siria. Para ello necesitará apoyo de Israel lo cual requeriría un paso previo: un acuerdo entre un grupo de países árabes, la Autoridad Palestina e Israel que de paso diera satisfacción a la labor mediadora del yerno de Trump, Jared Kushner. Un acuerdo que se prevé casi imposible dada la decisión del presidente Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel. Alternativamente pueden aumentar la apuesta en Yemen y, en su empeño, buscar la complicidad de Estados Unidos, arguyendo que es la forma menos arriesgada de parar los pies a Irán. Queda otro frente, para el que los emiratíes son una pieza esencial. Esta batalla no es militar y se libra en el Congreso de Estados Unidos. Se trataría de conseguir que Washington se retire del acuerdo nuclear con Irán y reimponga las sanciones. Esto situaría a las empresas de todo el mundo, y especialmente las financieras, en una situación delicada pues, en caso de seguir llevando a cabo operaciones con Irán, podrían afrontar sanciones o ver cómo se les cierra el mercado estadounidense.
9.     Un Sahel militarizado
Hace años que la región del Sahel es paradigma de inestabilidad, terrorismo, criminalidad organizada e intervención exterior. La franja que separa los países del Magreb y el África Subsahariana ha ido atrayendo la atención de actores internacionales como Francia, apoyada por varios socios europeos (entre ellos España) y de Estados Unidos. La Unión Europea en su conjunto está cada vez más atenta a lo que sucede en esta región y, a través del desafío migratorio, parece haber tomado conciencia de su proximidad. En su competición por el liderazgo regional y con el conflicto del Sáhara como telón de fondo, Marruecos y Argelia también han redoblado esfuerzos para aumentar su influencia en esta región y en toda África Occidental.
Durante 2018 veremos cómo se concreta la puesta en marcha de una fuerza militar de 5.000 efectivos formada por los países del G-5 (Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger) y cómo aumenta el temor de que esta parte del mundo se convierta en el principal pulmón del terrorismo yihadista. Esta fuerza, impulsada especialmente por la Unión Europea y la Unión Africana, se sumará a los 13.000 efectivos de la fuerza multinacional bajo bandera de Naciones Unidas (MINUSMA), los 3.000 militares de la operación Barkhane, liderada por Francia, y un número indeterminado de militares norteamericanos desplegados en esta región. El esfuerzo en el terreno militar no se verá acompañado de una inversión suficiente en el desarrollo económico y el refuerzo institucional. Para el Sahel, la principal esperanza seguirá siendo el despegue de África Occidental y que se extiendan las experiencias de alternancia democrática como las que, en los últimos años, han protagonizado Gambia, Ghana o Nigeria.  
10. Las Américas tienen cita con las urnas
8 de cada 10 ciudadanos con derecho a voto de las Américas tendrá una cita con las urnas en 2018. Serán elecciones precedidas por campañas electorales agrias, incluso con juego sucio. No habrá pugna por el centro sino por ver qué modelo prevalece sobre el del rival. Paradójicamente, serán las clases medias quienes acaben decantando la balanza. En sus manos está continuar virando las Américas hacia la derecha o, por el contrario, cambiar la dirección del péndulo.
Son tantas las elecciones que sólo podemos destacar algunas de ellas. México vota el 1 de julio y Estados Unidos el 6 de noviembre (mid-term elections). Las tensiones entre ambos podrían irrumpir en sus campañas respectivas. Brasil vota en octubre y tiene que escoger entre dar una segunda oportunidad al Partido de los Trabajadores (PT) o, por su peso relativo, inclinar el continente hacia la derecha. Los colombianos habrán votado antes, el 27 de mayo. Pero tan o más importante que el eje izquierda-derecha será la división sobre el acuerdo de paz. Además, veremos si se consolida la reconversión en fuerza política de las FARC.
Cuba y Venezuela también tienen cita con las urnas pero desde una lógica distinta. Cuba, escoge los miembros de la Asamblea Nacional que deberían elegir al sucesor de Raúl Castro en un proceso que conjugará práctica y narrativa revolucionaria con la necesidad de abrazar el post-castrismo. Si no las avanzan, las elecciones venezolanas serán en octubre. Maduro aprendió la lección de las  últimas parlamentarias y no se arriesgará a perder las presidenciales. La oposición tendrá que decidir si da por perdida la batalla político-legal y se centra en la calle. 
En conclusión, terminaremos el año sin intuir todavía un orden global alternativo al actual. El año anterior hablábamos de un orden que no mutaría pero que sí cambiaría de manos. Dijimos que aquellos actores que fundaron el orden liberal serían menos firmes en su defensa y que aquellos que inicialmente lo percibieron como una imposición estarían deseosos de hacérselo suyo. Es una afirmación que sigue siendo válida pero que necesita ser complementada por la constatación de que proliferan los síntomas de crisis y agotamiento, en buena parte acelerados por procesos de robotización y digitalización de la economía. No es sólo el orden global el que está cuestionado, también lo están los órdenes regionales, e incluso, los contratos sociales en muchas partes del planeta. Aquellos que reflexionan y teorizan las relaciones internacionales pero también los que desde los think-tanks aspiramos a combinar análisis y propuestas, deberemos unir esfuerzos para identificar cuáles son los puntos de fricción y ruptura y articular soluciones que reduzcan los costes de transición y aumenten la resiliencia de nuestras sociedades. No asistiremos a un cambio de orden en 2018 pero no podemos postergar el debate sobre la posible obsolescencia del actual. 
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Los vacíos de poder. Estados Unidos se está retirando de algunos espacios que otros actores parecen dispuestos a llenar. El abandono de sus compromisos multilaterales y la retórica de America first no son interpretados como una demostración de fuerza sino como expresión de su debilidad.
https://www.cidob.org/es/publicaciones/serie_de_publicacion/notes_internacionals/n1_186/el_mundo_en_2018_diez_temas_que_marcaran_la_agenda_internacional

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