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Los ofendiditos

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Los ofendiditos

Son la nueva raza dominante en las redes sociales. Y los hay de todos los colores y sabores, porque esta corriente es totalmente inclusiva. Porque las bofetadas, los insultos y los reproches te pueden venir de cualquier lado, a nada que pises alguna línea invisible que alguno de ellos piense que no deberías haber cruzado.
Son los nuevos vigilantes de la red, especialmente en Twitter, intérpretes de todo lo que se dice, siempre al acecho de cualquier cosa que contradiga sus principios, valores e ideas para saltar y machacar a su autor. O autora. O autore. O como sea que haya que escribirlo ahora para no molestar a ningún colectivo. El problema es que como acechan en todos lados, es casi imposible no contradecir a alguno de estos grupos. Porque son grupos. Que se mueven en manada rebaño. Nunca atacan solos. Cuando eres señalado, atacan todos de golpe. Y no suelen ahorrar caracteres a la hora de lanzar sus insultos y descalificaciones. Que de eso suelen ir sobrados. Normalmente más que de argumentos. Recriminan que alguien ha dicho algo que ellos consideran inapropiado mentándole a la madre si es necesario. Muy inclusivo todo. Lo raro es que el colectivo de madres aún no haya saltado. Será que no está en twitter.
Tal es su nivel de presencia activa ahora mismo en redes que posiblemente sean uno de los grandes problemas a los que se enfrenta cualquier usuario, da igual que lo haga a titulo individual o como marca, a la hora de expresarse. Los limites de la corrección se han estrechado tanto que empieza a ser una verdadera amenaza a la libertad de expresión. Porque todo molesta a alguien. Y ese alguien además considera que tiene el derecho y la obligación de hacérselo saber no solo al autor de la presunta tropelía, sino a la humanidad entera. Aunque eso suponga darle visibilidad a la ofensa, pero oye, es más importante conseguir RTs. “Casito“, que lo llaman algunos.
Y no digo que no haya cosas importantes de las que ofenderse, por supuesto que las hay, pero es que los ofendiditos (perdón por este uso – incorrecto, supongo – del masculino genérico, porque este colectivo no entiende de géneros) están a esas, y a todas las demás, como los que se ofendieron al descubrir que el hilo del “otro Manuel” de Manuel Bartual era falso, o de los payasos rusos que exigían la retirada de la película IT porque denigraba su profesión, o los que se quejan de que a James Rhodes le guste España… y lo proclame a los cuatro vientos. Hasta tal punto llega la presión que ya no extraña que cada día más usuarios se apliquen una autocensura que acaba por descafeinar completamente su presencia en redes. Hay quienes incluso expresan abiertamente que no se atreven ya a opinar. Y eso es una pena.
Uno de los mayores atractivos de las redes es precisamente la espontaneidad. La posibilidad de compartir libremente ideas, opiniones y conceptos con el mundo. Pero que se expresen en abierto no implica que se dirijan a todo el mundo. Ni que deban ser debatidos, enfrentados o descalificados por aquellos que no los comparten. Porque la mejor forma de demostrar desprecio, ya lo dicen los clásicos, es no hacer aprecio. Si algo no te gusta, no lo leas, no cebes su cuenta con tu atención. Ignórale. Dándole audiencia y visibilidad, le estás dando vida. Y si lo que ha dicho es algo realmente grave, denúncialo, repórtalo, pero hazlo por privado. Y si no lo es, y simplemente es que no lo compartes, hazle unfollow. Bloquéale incluso, para asegurarte de que no se volverá a pasear por tu pantalla. Verás qué rico sabe. Y cómo mejora tu TL. Pero vamos, esa es solo mi opinión. Y ya sé que no soy nadie para opinar. Perdón. Ya me voy. Soy un mierdas. Mi madre, bien, gracias. Buen día.
Paz!
L.
Lucas
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Lucas


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