La inesperada oportunidad de Pedro Sánchez
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El tablero de la política española ha saltado por los aires en una semana. La sentencia de la Gürtel fue el pretexto para que Pedro Sánchez presentara una moción de censura con solo 84 diputados. Consiguió una mayoría suficiente para desplazar a Mariano Rajoy que el jueves acudió confiado en que el PNV seguiría dándole apoyo como una semana antes había hecho con los presupuestos generales del Estado.
Sánchez no hizo grandes promesas a sus aliados para derribar a Rajoy. Tampoco prometió que precipitaría elecciones más o menos inmediatas. El gobierno sería sólo de socialistas. No se sabe qué ofreció a cambio a los nacionalistas vascos ni tampoco a los independentistas catalanes. Al Podemos de Pablo Iglesias no tuvo que insistir demasiado. La política que perdura se basa en las convicciones pero la cuestión de oportunidad también cuenta.
Una idea coincidente en los grupos que le acompañaron para que llegara a La Moncloa en dos días es que no se trataba tanto de apoyar a Pedro Sánchez sino en echar a Rajoy del poder. No importa que los presupuestos que tenga que gestionar los hubiera criticado duramente hace una semana cuando Rajoy, Albert Rivera y el PNV lo aprobaron por los pelos. Ni tampoco que hubiera equiparado a Quim Torra con Le Pen en una intervención de la semana pasada.
No ha sido una moción de censura constructiva sino para echar a Mariano Rajoy de La Moncloa. No importan ni las hemerotecas, ni las ideas, ni los programas. Sánchez sabía el riesgo que corría si no alcanzaba su fin. Y lo corrió, no tanto por la coherencia de su discurso ni por su fuerza parlamentaria sino porque en el Congreso y en el país en general cundió la percepción de que el Partido Popular no podía seguir gobernando España con una sentencia que condenaba a muchos años de cárcel a personajes relevantes del partido en los últimos años. El Tribunal afirma que las declaraciones de Rajoy como testigo no merecieron credibilidad.
Estos son los hechos que han abierto una nueva etapa en la política española. Lo que va a ocurrir a partir de ahora ya se verá porque lo que importa no son los discursos ni las ideas de fondo. Lo que cuenta es obtener el poder y desde la presidencia tener la capacidad para fortalecer un partido que estaba en sus horas más bajas desde el comienzo de la transición.
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El gobierno Rajoy utilizó el conflicto catalán para presentarse como el único que podía afrontarlo desde la ley y sin necesidad de bajar a la arena para, por lo menos, hablar sobre cómo desactivar una bomba que sigue cargada. Sánchez dice que va a hablar con Quim Torra para buscar puntos de encuentro. Pero ha dejado bien claro que no jugará con la Constitución ni se rendirá a las exigencias de los independentistas. Pero el solo hecho de abrirse a una conversación que rompa la hostilidad que se practicaban mutuamente La Moncloa y la Generalitat es un signo que permite pensar en un cierto deshielo. El panorama en este sentido ha cambiado.
Pero el problema de Sánchez es su fragilidad parlamentaria que le dará una capacidad de maniobra muy exigua. Primero con Podemos que ya le pide entrar en el gobierno y sugiere ir juntos a las próximas elecciones formando un bloque de izquierdas. Pienso que no caerá en esta trampa. Tampoco cederá ante el independentismo radical con el que puede convivir en los próximos meses pero tendrá que posicionarse claramente cuando desde el Parlament se le exija el acercamiento de los presos y una financiación más equitativa para Catalunya. He escrito varias veces en estos últimos años que ni Rajoy ni Mas, ni tampoco Puigdemont, podrían resolver la crisis catalana. Ninguno de ellos está en el poder.
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Ciudadanos ha salido malparado de la moción de censura porque pensaban que no prosperaría y así seguir fustigando al gobierno Rajoy en todos los frentes para arrebatarle votos y credibilidad y convertirse así en el candidato mejor posicionado para llegar a La Moncloa. Pedro Sánchez les ha ganado la partida y Rivera no podrá hacer muchas filigranas sobre Catalunya si se entra en un periodo de distensión entre el gobierno central y la Generalitat.
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La euforia de estos momentos se transformará en las angustias propias de cualquier gobernante en un país democrático que siempre tiene que hacer frente a situaciones inesperadas.
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