Rupturas emocionales
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•Un ambiente de ruptura emocional se ha instalado en la mayoría de las democracias occidentales, en las que se están borrando los matices, los grises, y todo parece volver al blanco y negro o al conmigo o contra mí. Cada país aporta su singularidad y siempre es oportuno recurrir al comienzo de Anna Karénina cuando Tolstói afirma que “todas las maneras de sentirse uno feliz se parecen entre sí; pero los desdichados ven siempre en su infortunio un caso personalísimo”.
Estas rupturas emocionales tienen mucho que ver con algo tan elemental como el construir debates sobre hechos y situaciones reales o bien elaborar discursos que se mueven en el ámbito de las emociones, ilusiones y utopías.
Este frentismo emocional lo comprobamos fatalmente en las dos ideas que pugnan por imponerse en una Europa que debería ser para los ciudadanos. Una es la de levantar muros que impidan la entrada de personas que puedan contaminar la identidad nacional, los casos de Hungría y Polonia son los más evidentes, y la otra es la Europa solidaria, abierta, capaz de corregir sus propios errores y la que pretende vivir la pluralidad respetando la singularidad.
Este frentismo emocional lo vemos en las sociedades norteamericana y británica. También en Alemania, Italia, Francia y, naturalmente, en Catalunya y en España. Los debates no se libran en los parlamentos sino en las redes sociales, en la calle, en las tertulias y en los grandes altavoces mediáticos. Estas situaciones han creado muchos periodistas soldado que después de haber tomado parte descaradamente por cualquiera de las opciones, desprecian a cuantos no coinciden con sus planteamientos.
Me cuesta mucho aceptar que los niveles de odio en nuestra sociedad se han disparado hasta el punto de haber creado situaciones incómodas e irrespirables. El sentimiento de superioridad moral de unos y otros hace muy difícil establecer un debate respetuoso con el adversario. No me importa recurrir de nuevo a Isaiah Berlin cuando decía que lo que necesita esta época no es más fe, una dirección más severa o una organización más científica, sino, por el contrario, menos ardor mesiánico, más escepticismo culto, más tolerancia con las idiosincrasias y más respeto hacia las minorías.
No me asustan las crisis en un sistema democrático que precisamente está diseñado para superarlas y enfrentarse de nuevo a las que vengan a continuación. Lo que me preocupa es la cerrazón en negar evidencias que perjudican la credibilidad de la clase política. Lo que está ocurriendo en Madrid con el célebre máster de Cristina Cifuentes daña mucho la credibilidad de un partido y de la política en general. Hay una ley no escrita de la ciencia política que dice que cuando un partido mantiene la hegemonía y se maneja casi con unanimidad, la oposición nace dentro del propio partido. El inmovilismo permanente ha dejado demasiados frentes abiertos a Mariano Rajoy, que no ha sabido encontrar una salida política a la crisis catalana entregando a los jueces el guión que se rige, como es lógico, únicamente por criterios judiciales.
La escasa talla política de los personajes públicos es un tema que se remonta a la noche de los tiempos. Decía Ortega en 1918 que “decenio tras decenio, en España y fuera de España, hemos visto menguar el calibre intelectual de los llamados hombres públicos, hasta el punto de que hoy parecen dedicarse a este menester sólo aquellos hombres que no sirven para nada sustantivo”.
Era una exageración hace un siglo y lo sigue siendo hoy. El problema más bien es la incapacidad de irse a casa cuando se ha fracasado o cuando se es incapaz de resolver cuestiones que superan sus capacidades.
Nadie es insustituible por mucho que en el séquito de los intelectuales orgánicos de cualquiera de los bandos se intente defender un fracaso o una política que no ha llevado a ninguna parte. Ejercer el liderazgo es cuestión de coraje político sabiendo que el debate se mueve entre la contradicción y el desacuerdo. Estas prácticas no deberían conducir a la confrontación y al odio sino a la recuperación del respeto hacia el otro, que puede ser un adversario pero nunca un enemigo irreconciliable.
No hace falta poner nombres. Pienso que la idea de que se puede ganar por goleada en política es una quimera que conviene abandonar si queremos mantener la paz social y la libertad de todos para poder discrepar civilizadamente.
Publicado en La Vanguardia el 18 de abril de 2018
12 comments for “Rupturas emocionales”
- Murray Rothbard : No es un crimen ser un ignorante en ciencia económica, que es, después de todo, una disciplina especializada, además considerada por la mayor parte de la gente como una ciencia lamentable. Pero sí es totalmente irresponsable tener una opinión radical y vociferante en temas económicos mientras que se está en ese estado de ignorancia'”…no solo pasa en politica
- Como no dimiten, mejor limitar cargo publico a 4 max 8 salvo casos ejemplares y meritorios.