Los futuros que nunca hubo
Nunca existió un futuro en el que el ser humano no utilizaba la energía atómica. Quizá nunca existió un futuro en el que no nos planteábamos utilizar la bomba atómica contra nuestros semejantes. Pero eso ya pasó y ahora nos debemos preguntar cuáles son los futuros que existen. Para ello veamos de qué modo el ser humano construye el futuro.
En primer lugar, nunca dejaremos de soñar. Y cada vez que soñamos algo comenzamos a trabajar por hacerlo realidad. En el siglo XIX soñábamos con ir a la Luna, con volar, con recorrer los océanos en un barco sumergible ... Durante el siglo XX hicimos realidad todo eso y más. Es curioso, porque individualmente la inmensa mayoría aspiramos primeramente a vivir tranquilos, a no tener problemas. No obstante lo cual, colectivamente somos una especie inquieta, soñadora, que nunca descansa en su problemático afán por progresar, por alzarnos sobre una naturaleza indiferente que nos puede despedazar en cualquier momento.
En segundo lugar, el conocimiento tiende a persistir. Es imposible que una vez inventado algo se pueda des-inventar. A veces un libro, incluso una cultura o un idioma pueden perderse. Pero de alguna manera, lo que motiva un descubrimiento o una invención, sea la agricultura, las leyes de la palanca, o la bomba atómica suele ocurrir o en varios sitios simultáneamente, o suele ocurrir en varios momentos históricos sucesivamente. A lo largo de la Historia humana no dejan de ocurrir en paralelo y de sucederse ocasiones en que junto a la madurez científica coincide la conciencia de una necesidad social. Además, este conocimiento tiende a arraigar, a extenderse, ahijando nuevas consecuciones. En algunos aspectos el conocimiento se parece a la vida, tenaz, invasivo.
En tercer lugar, una vez hay un conocimiento le encontraremos un uso. Esa aplicación llegará de un modo u otro, de una manera más nociva o más beneficiosa, más desprendida o más interesada. Ocurrirá más tarde o más temprano. A veces ocurre con motivo de un designio consciente para trasladar tal conocimiento a tecnología, una tendencia creciente desde el siglo XV y hoy casi generalizada. Está en nuestra naturaleza tratar perpetuamente de convertir la información en conocimiento y el conocimiento en seguridad para nosotros, nuestros vástagos y aquellos que identificamos como miembros de los grupos a los que nos sentimos pertenecer.
Es por eso por lo que, desde que conocimos el átomo y describimos la mecánica cuántica, era sólo cuestión de tiempo que la Humanidad tuviera que encarar los tremendos riesgos que implica su manejo, incluso pacífico - en medicina, en producción de energía, en investigación. También estábamos encaminados a acometer los terribles dilemas morales del uso militar de la energía nuclear. Nunca desde aquel momento había habido futuros que no incluyeran este dato y lo que se sucedía del mismo habida cuenta de esos principios rectores de la dinámica tecnológica de las sociedades humanas.
Entiéndase bien, no se defiende aquí un determinismo o una inevitabilidad perfectamente previsible. Lo que se afirma es que el avance del conocimiento es inevitable pues ello está en el tejido de que está hecha nuestra alma. Nuestro conocimiento avanza tropezando, hecho en la oscuridad muchas veces, sujeto al azar, sometido a las innumerables fuerzas que no controlamos, y sin embargo con cada avance hay un número infinito de posibles futuros que se desvanecen antes de haber salido de las sombras de la existencia. Al mismo tiempo con cada paso un número infinito de futuros se abre para nosotros, pero todos tienen en común algo conocido, de ellos tenemos una primera noticia: partirán de los retos científicos, sociales y morales surgidos de ese mismo conocimiento.
Intentaremos utilizar CRISPRen la medicina personalizada extensivamente. Trataremos de conseguir mejores producciones vegetales con aguas salinas. Lo utilizaremos en fitopatología, en veterinaria, en erradicar trastornos humanos ... no hay un futuro en que no intentaremos utilizar CRISPR en mejorarnos. Cuanto antes comencemos todos a reflexionar sobre ello mejor.
Vamos a utilizar Blockchainen sistemas de registro seguro. Blockchain, o técnicas similares, cambiarán nuestras profesiones, las prácticas e instituciones a que estamos más habituados incluyendo aquellas que vinculamos a lo que entendemos como civilización. No hay un futuro en que estas tecnologías no repercutirán en la contabilidad, en la confianza fiduciaria y en las transacciones que incorporan pagos, en los títulos de propiedad y el derecho hipotecario. Nadie lo va a “desinventar”, sólo mejorará, mutará y se extenderá hasta usos ahora inimaginables posibilitando formas de colaboración, de verificación y de control incluso en relaciones multilaterales.
Veremos la nanotecnología utilizada en meta-materiales, microencapsulación, impresión tridimensional y micro-drones; como base de una enorme cantidad de cambios que ya van desde la producción de energía con sistemas renovables cada vez más eficientes y más distribuidos; pasando por los medios de transporte cada vez menos contaminantes, pero que requieren baterías con prestaciones que mejoran exponencialmente, hasta los nuevos sistemas de automatización y digitalización de la que hemos dado en llamar industria 4.0. No habría habido la generalización casi explosiva del IoT a que asistimos sin nanotecnología. Tampoco computación cuántica.
La nanotecnología - como durante el siglo XX hizo la química - es el nivel sobre el que se fundamentan otros cambios tecnológicos en cadena. Producirá materiales auto-sanables, "enjambres" auto-ensamblables, crecientemente inteligentes; la usaremos en la gestión de nuestra agua y su descontaminación cada vez mejor, en la industria química cada vez más, en la farmacia para liberación controlada de medicamentos y en medicina para tratamientos crónicos.
No hay un futuro en el que no intentamos utilizar la nanotecnología para obtener capacidades aumentadas.Por lo tanto, más nos vale afrontarlo con realismo. Cada sociedad deberá decidir en el futuro si facilita o restringe el acceso a cuáles de entre tales capacidades. Tendremos que ver comunidades de quienes lo rechazan, comunidades de quienes aspiran a mejores modificaciones. Posiblemente una fuente de diferencias sociales y culturales profundas.
Finalmente, el reto supremo: Lidiar como creadores con nuestras propias criaturas como consecuencia de la confluencia entre Deep Learningy otras tecnologías. Usamos DL para el análisis de conjuntos masivos de datos de una manera exponencialmente creciente: La extensión de la Internet de las Cosas, la necesidad de disponibilidad y fiabilidad en las Ciudades Inteligentes, la necesidad de estandarización e interconexión entre todos esos sistemas, los retos de seguridad que originan, las capacidades adicionales que brindará en muchos casos la supercomputación cuántica, las demandas que generan las terapias genéticas y la sustitución de los antibióticos, el empujón que recibirá de la exploración espacial, el interés irresistible por conocer mejor nuestro cerebro y las bases de nuestra propia conciencia e identidad, ... todo confluye hacia la creación de sistemas sintéticos cada vez más autónomos y competentes. Habrá distintas "especies" pero algunas de ellas estarán a cargo de tales responsabilidades y tendrán tal impacto en dar ventajas estratégicas a las corporaciones o ejércitos que los hayan desarrollado que una colaboración internacional e interdisciplinar para compartir reflexiones se impone.
Más importante aún que el cuándo ocurrirán los cambios, será el cómo y quién: quién los protagonizará, cómo los anticiparemos, a quienes llegarán, cómo les afectará, qué convivencia construiremos y quién y cómo se mandará en ese mundo.
No hay un futuro en que no tendremos que encarar el desafío de relacionarnos inteligentemente con seres artificiales inteligentes, pero después ¿qué? Detrás de este horizonte de futuros posibles, vendrán otros como consecuencia de los cambios sociales, tecnológicos y culturales que estos traerán. Impenitentes, o simplemente incorregibles, soñaremos con tecnologías nos permitirán manipular el espacio-tiempo y utilizar otras dimensiones, colonizar otros planetas, extender nuestras vidas, replicar nuestra conciencia, ...
Epílogo: No estoy seguro de si es exagerado decir que el ser humano afronta cambios como quizá no haya arrostrado desde el Neolítico. Sí, en cambio, lo estoy de que España, como cualquier otra nación avanzada, debe impulsar desde su Gobierno y sus principales instituciones, sus mayores empresas y sus élites un esfuerzo colectivo no sólo industrial, financiero y de colaboración, sino sobre todo educativo en todo el sentido de la palabra para convertir los cambios en impulso, viendo lo que hay de oportunidad en desafíos estratégicos de tal entidad como quizá no hayamos encarado desde el descubrimiento de América.