Mariano Rajoy no tiene mayoría en el Congreso. Su alianza en falso con Ciudadanos muestran a un Albert Rivera al alza con posibilidad de quedar primero en unas elecciones si se celebraran ahora. El PP tiene mucha estructura, muchos vicios adquiridos y quintales de corrupción que van apareciendo en los juzgados.

El quietismo de Rajoy ha resistido más de ocho meses de presidencia en funciones, ha echado mano de la Constitución para frenar la independencia de Catalunya, ha aplicado el artículo 155 pensando que la crisis catalana se podía afrontar con mentalidad de funcionario que deja que los papeles se arrinconen en los dependencias presidenciales.

El independentismo ha fracasado en su intento de proclamar la república catalana con entusiasmo, ilusión y simbología política. Las andanzas de Puigdemont por Europa defendiendo una causa que ninguna institución ni gobierno la toma en consideración es más teatral que política. El independentismo está dividido, no es transparente, y mantiene al país al baño maría. Catalunya quiere ser gobernada y se tiene que conformar con asistir a las pugnas entre los que han ganado las elecciones. Falta de generosidad y discrepancias de fondo sobre quién controlará el poder en los tiempos inmediatos a la formación de un govern.

El bloqueo del conflicto catalán no favorece a Mariano Rajoy que quisiera superar la crisis catalana y dedicarse a los temas que le persiguen en las calles de toda España como la presión de los jubilados, los manteros, la violencia que puede estallar en las . Cuanto más tiempo se tarde en normalizar la situación en la Generalitat, más problemas tendrá el Partido Popular que tiene abiertos muchos frentes sociales en los caladeros de votos conservadores.

La izquierda no puede pedir la dimisión de Rajoy y elecciones anticipadas porque no tendría mayoría. Es más, en ese caso seguramente la suma de PP y Ciudadanos sumaría una fuerza más sólidamente conservadora que hasta ahora. El liberalismo económico que exhiben las dos fuerzas de la derecha, a pesar de la corrupción del PP, es hoy una apuesta ganadora en toda Europa, con la interesante y sorprendente posición de Portugal.

Es difícil luchar contra las corrientes de fondo que en estos momentos se manifiestan en España en las masivas manifestaciones de los jubilados, en las crisis sociales como la de los manteros, en la convulsión que se vive en Catalunya y en el empobrecimiento de las clases medias que no garantizan unas pensiones decentes en los próximos años.

La inactividad estudiada de Rajoy, el hecho de dejar que los temas se pudran y que los resuelva el tiempo, está empezando a pasar factura a un Partido Popular que va a remolque de los conflictos que se manifiesta en las calles. Ha perdido la iniciativa lo que en política es una señal cierta de declive.

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