Una de las frases de la última película sobre Churchill la pronuncia lord Halifax en la Cámara de los Comunes, derrotado y humillado, al ver que las tesis de pactar con Hitler han fracasado sobre el realismo de pactar con él y así evitar la guerra. Churchill hace un discurso de resistencia u desafío a los nazis. Lucharemos en las playas, en el aire, en la tierra… Halifax dice, ante la elocuencia de Churchill que “ha movilizado nuestro idioma y lo ha enviado a la batalla.”

Churchill ganó la guerra porque supo decir lo que convenía en el momento oportuno. Su retórica era lo que Inglaterra necesitaba en aquellos momentos de soledad ante un enemigo que parecía invencible. La palabra es fundamental en la política. Es lo que llega al corazón de las personas, lo que mueve las voluntades, lo que traspasa las líneas enemigas de forma imperceptible.

Azaña decía en los difíciles tiempos de la república y la güera civil que el lenguaje es una cosa viva que nace, se hace adulto y se fija, y cuando está fijado lleva dentro su propia armazón gramatical, su propio artificio gramatical mucho antes de que los doctos vengan a decir en los libros cómo es la gramática del lenguaje. No nos impide el no saber gramática el que aprendamos de pequeños a hablar con verbos irregulares antes de que nos lo enseñen en la escuela.

El que domina la palabra y el lenguaje es el que gana. Aunque sólo sea para la historia. La palabra crea criaturas propias, singulares, únicas. Decía Mefistófeles que “al final acabamos dependiendo de aquellas criaturas que hemos creado”. Mitterrand no era un ejemplo de coherencia pero dijo que en la política, como en el amor, las palabras tienen más peso que las cosas. El que domina el relato, la palabra, el lenguaje, la propaganda, lo que sea que tenga que ver con la repercusión en la sociedad, es el que gana.

De momento. La propaganda no perdura porque no guarda relación con la realidad. Los ministerios de la Verdad los expuso Orwell cuando vio que los suyos podían hacer barbaridades con la supremacía del poder o de la cultura políticamente correcta.

Al final, las cosas son más simples. Lo verdadero se acaba imponiendo sobre lo falso. Se puede hacer comedia para entretener al personal. Pero sólo es comedia. Lo más inquietante es cuando la realidad se viste de ficción, de comedia, de falsas verdades o, lo que es peor, de verdades a medias. Ay de aquella sociedad que debate ardientemente sobre cosas que no son ciertas. Ay, cuando la mentira se impone sobre la verdad. Es el momento más peligroso para la supervivencia.

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