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Periodismo, poder y libertad L.Foix

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Periodismo, poder y libertad

 

Al terminar la película Los Archivos del Pentágono una sala repleta de personas rompió en un aplauso generalizado. No es frecuente. Steven Spielberg ha recreado uno de los momentos más interesantes de la historia del periodismo. La guerra de Vietnam estaba en pleno apogeo. El secretario de Defensa, Robert MacNamara, había escrito unos papeles para que fueran estudiados por la posteridad.

El New York Times publica una primera entrega. El Fiscal General dicta una orden para que no se publiquen más informaciones. El Times detiene su publicación. En Washington hay un diario que no tiene el prestigio del Times neoyorkino pero está dirigido por un periodista de raza, Ben Bradlee, y es propiedad de la familia Graham que atraviesa por dificultades económicas.

Katherine Graham, la editora, viuda tras el suicidio de su marido que dirigió el Washington Post durante años, es la principal protagonista de la película. Ha cultivado las relaciones sociales con el gran Washington, desde Kennedy hasta Nixon pasando por Johnson. Es amiga personal de MacNamara. El director Bradlee pone a su redacción en estado de alerta. Hay que conseguir los papeles del Pentágono cuya primera entrega ha sido publicada por el Times de Nueva York.

Un periodista siempre tiene un punto de obsesión. Bradlee quiere los papeles y uno de sus redactores los encuentra. Se los suministra un ex funcionario del Pentágono que los fue fotocopiando a lo largo de meses. Los papeles llegan finalmente al Post y se plantea la tensión propia de cualquier director o editor, sometido a todas las presiones posibles. Las maneras de la sociedad civil, de los políticos y de los financieros para presionar a los creadores de opinión son las de siempre. Nunca van a favor de la libertad sino de los intereses.

Todos están en contra de Graham, excepto el director Bradlee y los periodistas que trabajan en la historial. Graham sabe lo que se juega. Puede ir a la cárcel por vulnerar la Constitución. Reflexiona. Sopesa los pros y los contras. Finalmente, dice, adelante, a pesar de las amistades que tenía en aquel Washington de influencias y de intercambio de favores.

Se enfrenta al poder de Richard Nixon que no era una persona fácil de tratar. Recibe amenazas, sugerencias y cautelas de sus propios colaboradores. Sabe que su patrimonio puede desaparecer. Pero sigue adelante y publica todos los papeles del Pentágono que demuestran que los sucesivos gobiernos de Washington sabían que no podían ganar la guerra de Vietnam pero, a pesar de ello, continúan enviando a miles de soldados para derrotar al Vietcong.
Unos años más tarde, Graham y Bradlee, se subieron al carro de Watergate y provocaron la dimisión del presidente Nixon. Estados Unidos es una sociedad imperfecta, como todas. Pero tienen un sentido del respeto a la libertad y a las reglas de juego que la han convertido, hasta ahora, como la primera potencia mundial.

Una reflexión que se deduce de aquellos lejanos episodios es que una publicación no se debe a los gobernantes sino a los gobernados, a los lectores, a la opinión pública en general. Sin libertad no hay progreso. La mentira no puede vencer a un periodismo de calidad. El periodismo en nuestros lares no disfruta de la libertad suficiente para que los ciudadanos puedan discernir por su cuenta lo que está ocurriendo en cada momento.

  • http://www.foixblog.com/2018/01/26/periodismo-poder-y-libertad/ 

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"Desde que nos levantamos de la cama somos manipulados", asegura este coronel del Ejército de Tierra en la reserva y experto en geoestrategia

http://www.elmundo.es/papel/historias/2017/12/28/5a2ed5a222601dba7e8b4595.html

 


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