Cifras reales sobre la crisis catalana que preocupan
Los organismos internacionales, analistas y economistas advirtieron durante meses de que el desafío secesionista podía tener efectos importantes sobre la economía catalana. Sin embargo, a lo largo de los tres primeros trimestres del año las señales han sido leves. Los indicadores mantenían una velocidad de crucero: la inversión extranjera creció hasta junio un 20% en Cataluña. El turismo marcó récord en agosto, incluso después de los atentados de agosto en Barcelona y Cambrils. Y en el tercer trimestre del año, el PIB creció un 0,8% con respecto al segundo (una décima menos que el previo, pero en una senda robusta) y un cómodo 3,1% en términos interanuales. Las agencias de calificación durante el verano dedicaban sus informes a señalar que la independencia no era un escenario realista. Sin embargo, desde el 1 de octubre los acontecimientos se precipitaron en Cataluña.
Se celebró un referéndum independentista ilegal y el nubarrón ensombreció la economía. Ya entrados en noviembre el impacto, en forma de cifras, empieza a ser real. Su efecto, insiste el Ministerio de Economía, puede ser reversible si la situación se reconduce. Quizá el nubarrón descargue solo una tormenta de verano. O quizá se instale a medio plazo. De momento, las estadísticas empiezan a mostrar las cicatrices del desafío independentista.
Traslado de empresas. La firma de biotecnología Oryzon fue la primera que anunció que cambiaba su sede social de Cataluña a otra comunidad para evitar la inestabilidad. Se lo anunció al regulador bursátil el 3 de octubre. Los grandes bancos, CaixaBank y Sabadell lo comunicaron el 5 de octubre. La espita se abrió. Según el Colegio de Registradores, desde el 1 de octubre y hasta el pasado jueves (últimas cifras disponibles), son 2.388 las empresas que han registrado un cambio de ubicación de su domicilio social. Algunas de ellas, según han reconocido (por ejemplo, los grandes bancos) también han cambiado su sede fiscal. Pero este cambio solo es necesario comunicárselo a Hacienda, por lo que no hay cifras concretas. En principio, el traslado de sede social tiene más impacto reputacional que económico. El fiscal sí implica que se muevan equipos directivos y del pago de varios impuestos.
Creación de empresas. Las cifras de octubre tardarán en publicarse, pero septiembre deja una foto ya preocupante. Fue un mes malo para el conjunto de España en creación de empresas. Se constituyeron, según el INE, 6.154 compañías, lo que supone un 9,2% menos que un año antes y supone seis meses seguidos de descensos. Sin embargo, en el caso de Cataluña, la caída fue más brusca: un 26,6%. Con solo 1.015 compañías nacidas en 30 días, la cifra es la más baja para cualquier mes en esa comunidad desde septiembre de 2012.
Desempleo. El paro registrado es la primera estadística oficial que se hace pública. El Servicio Público de Empleo la publica el segundo día laborable de cada mes. Es decir, que la de octubre, el mes del referéndum, se conoció el 3 de noviembre. El desempleo registró la mayor subida para un mes de octubre en Cataluña desde 2008, el año en el que la crisis estalló. La comunidad sumó 14.698 desempleados en un mes, el doble que en octubre del año anterior. Y se convirtió en la autonomía donde más se elevó el desempleo.
Turismo. Las playas y los hoteles de Cataluña siguen llenos. Pero hay signos que empiezan a preocupar al sector, ya que a la inestabilidad por el desafío independentista se suma el posible impacto de los atentados de agosto en Barcelona y Cambrils. En septiembre las llegadas de extranjeros crecieron en España un 11,4% y en Cataluña, un 6%. El gasto por turista subió en esa comunidad el 3,7%, la mitad que la media española. Nada dramático. Pero en octubre, hoteleros y restauradores alertaron de que el frenazo empezaba a ser evidente. En el puente del Pilar (del 12 al 15 de octubre) la ocupación de los hoteles de costa en Cataluña, a pesar del excelente clima, se llenaron al 77%, cuando lo habitual es el 90%, según subrayó el Gobierno. Por su parte, el presidente de la Confederación Española de Agencias de Viajes (CEAV), Rafael Gallego, afirmó en un congreso en Valencia que la inestabilidad política en Cataluña había generado una caída de entre el 30% y el 35% en la ocupación de las plazas de alojamiento y de un 22% en la llegada de turistas al aeropuerto de El Prat.
Comercio. Todavía no hay cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística. Pero a mediados del mes de octubre, Luis de Guindos, Ministro de Economía, ya avanzó que las ventas en las grandes superficies de Cataluña estaban registrando bajadas de ventas del 20%. Y la facturación del pequeño y mediano comercio ha caído en Cataluña en octubre hasta un 30%, según el secretario general de la Confederación Española del Comercio (CEC), José Guerrero. Los comerciantes dicen que las constantes manifestaciones en el centro y las huelgas no ayudan. La patronal Pimec Comerç, por su parte, señala que casi un 70% de los 423 empresarios a los que consultaron admitió una bajada de ventas en octubre con respecto a 2016 (un 42,5% manifiesta “muchas” o “bastantes” menos ventas). El 61,6% lo achaca a la situación política.
Inversiones. Las cifras oficiales que se publiquen el próximo mes se referirán a los tres primeros trimestres, antes del referéndum. Para conocer de forma oficial el efecto en octubre, habrá que esperar a 2018. Pero los empresarios aseguran que las inversiones han quedado absolutamente congeladas. Según una encuesta publicada por la consultora Kreab, el 55% de los inversores internacionales no considerarán Cataluña como un destino de inversión mientras dure la incertidumbre política.
Consumo. La consultora especializada Reputation Insitute realizó una encuesta que señala que un 20% de los españoles de fuera de Cataluña dice que han dejado de comprar productos catalanes. Las empresas que sufren el boicot empiezan a admitirlo: según el fabricante de medicamentos genéricos Stada, con oficinas en Sant Just Desvern, ya hay farmacias de otras zonas de España que han cortado sus ventas a los fabricantes instalados en Cataluña.
Traslado de empresas. La firma de biotecnología Oryzon fue la primera que anunció que cambiaba su sede social de Cataluña a otra comunidad para evitar la inestabilidad. Se lo anunció al regulador bursátil el 3 de octubre. Los grandes bancos, CaixaBank y Sabadell lo comunicaron el 5 de octubre. La espita se abrió. Según el Colegio de Registradores, desde el 1 de octubre y hasta el pasado jueves (últimas cifras disponibles), son 2.388 las empresas que han registrado un cambio de ubicación de su domicilio social. Algunas de ellas, según han reconocido (por ejemplo, los grandes bancos) también han cambiado su sede fiscal. Pero este cambio solo es necesario comunicárselo a Hacienda, por lo que no hay cifras concretas. En principio, el traslado de sede social tiene más impacto reputacional que económico. El fiscal sí implica que se muevan equipos directivos y del pago de varios impuestos.
Desempleo. El paro registrado es la primera estadística oficial que se hace pública. El Servicio Público de Empleo la publica el segundo día laborable de cada mes. Es decir, que la de octubre, el mes del referéndum, se conoció el 3 de noviembre. El desempleo registró la mayor subida para un mes de octubre en Cataluña desde 2008, el año en el que la crisis estalló. La comunidad sumó 14.698 desempleados en un mes, el doble que en octubre del año anterior. Y se convirtió en la autonomía donde más se elevó el desempleo.
Comercio. Todavía no hay cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística. Pero a mediados del mes de octubre, Luis de Guindos, Ministro de Economía, ya avanzó que las ventas en las grandes superficies de Cataluña estaban registrando bajadas de ventas del 20%. Y la facturación del pequeño y mediano comercio ha caído en Cataluña en octubre hasta un 30%, según el secretario general de la Confederación Española del Comercio (CEC), José Guerrero. Los comerciantes dicen que las constantes manifestaciones en el centro y las huelgas no ayudan. La patronal Pimec Comerç, por su parte, señala que casi un 70% de los 423 empresarios a los que consultaron admitió una bajada de ventas en octubre con respecto a 2016 (un 42,5% manifiesta “muchas” o “bastantes” menos ventas). El 61,6% lo achaca a la situación política.
Consumo. La consultora especializada Reputation Insitute realizó una encuesta que señala que un 20% de los españoles de fuera de Cataluña dice que han dejado de comprar productos catalanes. Las empresas que sufren el boicot empiezan a admitirlo: según el fabricante de medicamentos genéricos Stada, con oficinas en Sant Just Desvern, ya hay farmacias de otras zonas de España que han cortado sus ventas a los fabricantes instalados en Cataluña.
Llega la tijera a las previsiones económicas
España será en 2017 una de las economías avanzadas que experimentará un crecimiento más robusto. ¿Se notará el efecto de la crisis catalana en el avance del PIB? En principio, señalan los analistas, el efecto en el consumo se concentra en el mes de octubre y quizá en noviembre. Si se queda ahí, el impacto puede diluirse en un año muy positivo. Aun así, la Cámara de Comercio de España ya ha rebajado su previsión de crecimiento para el PIB hasta el 3% desde el 3,1% para 2017. Y hasta el 2,4% desde el 2,8% para 2018. La patronal CEOE, por su parte, había elevado en julio el crecimiento previsto para este año al 3,2%. Y el 17 de octubre cambió de opinión con una rebaja de dos décimas. BBVA Research también es más pesimista: esta semana revisó dos décimas a la baja su estimación de alza del PIB para 2017 hasta el 3,1%, y en tres décimas la de 2018, hasta el 2,5%. Entre los organismos internacionales, la Comisión Europea asegura que de momento el impacto de Cataluña no se puede cuantificar, y espera un 3,1% en 2017, igual que el FMI.
https://elpais.com/economia/2017/11/11/actualidad/1510426054_496290.html?id_externo_rsoc=FB_CC
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La economía asfixia al secesionismo
El movimiento secesionista se enfrenta al duro rival del capitalismo, que ha dado un baño de realidad al intento de separación de Cataluña y ha puesto en evidencia las debilidades de un discurso
En economía hay una gran diferencia entre el riesgo y la incertidumbre. El primero se puede cuantificar y, por tanto, cubrir con un seguro.
El segundo no se anticipa ni se puede respaldar con nada. Esto explica lo que ha pasado en Cataluña en las últimas semanas. La incertidumbre se ha trasladado a las empresas que, aunque no votaron en el referéndum ilegal, sí han contribuido a través de sus decisiones a estrangular el alcance del procés.basado en que las empresas no se moverían
Ningún indicador lo adelantaba. Hasta el 1 de octubre, y aún hoy, los datos dibujaban un presente sólido. El PIB de la región crece un 3% anual y el paro está en el 13,2%, frente al 17,2% del conjunto del Estado. Exportaciones, turismo, comercio interior, deuda pública, déficit… ningún signo de erosión, al contrario. El tren de la política discurría por una vía y la economía por otra. Pero la crisis ha enseñado una lección que el independentismo haría bien en grabar a fuego: los mercados tardan muy poco en hundirse, y las empresas son capaces de reaccionar a la misma velocidad a la que Puigdemont declara la independencia y la suspende.
La segunda enseñanza es que, con el desarrollo del capitalismo, nunca antes el precio de la autodeterminación —en especial si se quiere conseguir por la fuerza— había sido tan alto, porque la malla que teje el dinero es muy difícil de romper. “España y Cataluña son como dos gemelos que comparten varios órganos, sus economías ya no se corresponden con fronteras medievales”, constata desde Economistas frente a la Crisis Jorge Fabra. Pone como ejemplo los sistemas energéticos: si un centro de control se apaga en Cataluña, puede faltar la luz en Pontevedra. Como el proverbio chino del aleteo de una mariposa que se puede sentir al otro lado del mundo.
Advertencias cumplidas
Al menos esta vez, los académicos ya habían advertido lo que iba a pasar. La inseguridad jurídica provocaría el éxodo de las corporaciones, la congelación de la inversión y la caída inmediata de la confianza empresarial —dato anunciado esta semana por el propio servicio estadístico catalán y que ha pasado desapercibido en medio del caos político—. “En el marco del Círculo de Economía varios empresarios, como José Manuel Lara, anticiparon la salida”, recuerda Antón Costas, economista y expresidente de la institución catalana.
“El problema es que en el mundo de la empresa no puedes estar generando amenazas constantemente”, añade. José García Montalvo, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra, apunta que las empresas tenían planes de contingencia hace tiempo, “pero no los han activado hasta el último momento porque no se querían enfrentar a un poder que, además de legislador, en muchos casos es cliente de sus productos”.
Un premonitorio artículo publicado en este suplemento hace dos años por María Antonia Monés y Montserrat Colldeforns, doctoras en Economía por las universidades de Cambridge y la London School of Economics (LSE) respectivamente, avanzaba punto por punto lo que ha ocurrido tras el 1-O. El principal beneficio para “recuperar” los 16.000 millones de euros del déficit fiscal —un argumento que abandera el independentismo y que, pese a ser falso, el presidente de la Generalitat se empeñó en mencionar en su discurso del martes— no iba a servir de nada, decían las autoras, sin un control de costes de la segregación. Y la autoexclusión de la zona euro dispararía esos costes, que crecerían por la sensación de incertidumbre ante un futuro desconocido. “Los románticos buscan en la independencia una especie de capacidad de controlar algo”, analiza ahora Colldefons. “Muchísimas pymes, negocios que han sufrido con la crisis, tienen la sensación de que el Gobierno de España no les ayuda. Llegan a esa conclusión, tonta pero comprensible, porque aún somos una economía muy corporativa, un capitalismo buscador de favores. Esa sensación explica que parte de la pequeña empresa catalana apoye el independentismo”.
Ningún experto de los consultados cuestiona que Cataluña sea teóricamente viable desde el punto de vista económico. Lo es. Como también lo pueden ser el País Vasco, Madrid o Andalucía. “Esa no es la pregunta. Lo que hay que decirle a los ciudadanos es: ¿está usted dispuesto a ser mucho más pobre para que sus hijos o nietos estén igual?”, interroga Andrés Rodríguez-Pose, profesor de Geografía Económica en la LSE. “Las secesiones que se están poniendo como ejemplo fueron traumáticas. El PIB de Letonia dos años después de su independencia había caído un 50%. Los de Lituania y Estonia también se desplomaron”. Un trabajo suyo junto al investigador Marko Stermsek realizado en 2015 demuestra que todas las repúblicas de la ex Yugoslavia sufrieron un durísimo golpe a su PIB del cual sólo Eslovenia, Macedonia y, posteriormente —y con dificultades— Croacia, se recuperarían, mostrando en 2011 (20 años después) niveles de renta superiores a los de 1991. Eso sin hablar del coste en vidas humanas en procesos violentos; o de que, en definitiva, las comparaciones con la Cataluña actual se parecen como un huevo a una castaña.
“Una economía global, interconectada y con organizaciones supranacionales imposibilita de facto cualquier aventura secesionista”, apoya Juan Ignacio Crespo, estadístico del Estado y gestor de fondos. “El resultado de la consulta en Cataluña dijo que sí a la independencia, pero en la práctica va a ser un no por las consecuencias económicas que ya se están viendo”. ¿Tienen entonces margen los ciudadanos frente al capital? Pablo Martín-Aceña, catedrático de Economía, Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Alcalá de Henares, piensa que sí, y que el Govern lo ha demostrado actuando contra las presiones del lobby económico: “A veces olvidamos que la política tiene grados de autonomía con respecto a la economía. Caixabank, el Sabadell… sus decisiones no lo han condicionado todo”. Otra cosa es que considere la independencia una buena idea para el bolsillo de los ciudadanos. “La racionalidad y el cálculo económico han desaparecido. Los catalanes tardarían varias generaciones en recuperarse si se independizan. El nacionalismo es emoción, y los sentimientos a veces no dejan ver más allá. Además, la economía catalana ha estado irremediablemente unida a la española. Buena parte de su prosperidad partió del comercio con América en el siglo XIX tras la ruptura del monopolio que tenían Sevilla y Cádiz”.
La historia enseña otras lecciones. El punto de partida, insiste Jorge Lanchas, investigador y analista de Agenda Pública, es determinante. Más allá de que carece de estructuras de Estado, Cataluña no tiene un banco central que pueda bombear dinero a su economía, ni ayuda externa. El propio Consejo Asesor para la Transición Nacional de Cataluña decía textualmente en un informe de hace dos años que “las entidades bancarias con sede social en Cataluña” no tendrían acceso directo al crédito del BCE ante una independencia unilateral. “El secesionismo catalán ha puesto encima de la mesa que los países están mucho más integrados de lo que pensábamos, especialmente España”. La facilidad para deslocalizar sedes sociales dentro del país, lo que han hecho ya más de 40 grandes empresas, —desde Gas Natural a Planeta, Colonial o Cola Cao —, hablan de que los costes ocultos son mucho menores de los que se producen con un cambio de domicilio fuera del Estado. “Los movimientos secesionistas en países muy integrados son mucho más difíciles de llevarse a cabo, lo cual resta de facto poder a cualquier estrategia política que pretenda jugar la baza de la independencia a su favor. Cataluña no tiene estructura institucional como pueden tener el Reino Unido para el Brexit o Grecia cuando se planteó salir del euro”. Pero, como dice Montalvo, “aquél que asegure cuáles serán las consecuencias económicas de una independencia sencillamente no sabe de lo que está hablando. Es muy difícil hacer estimaciones fiables”. Y recuerda que en economías menos desarrolladas el coste de oportunidad es menor, porque los ciudadanos tienen menos que perder.
La España actual no parece estar en esa situación. Enrique Feás, Economista del Estado y coeditor del blog NewDeal, desmenuza por qué nadie va a invertir, a corto plazo, en la región. “Existe el riesgo de que el gobierno catalán exija a las empresas el pago de tributos actualmente asignados al Estado, como el Impuesto de Sociedades o el IVA, poniendo a las empresas en una difícil situación”. Si se prolonga la tensión, es evidente que a corto y medio plazo la salida de empresas será aún mayor, y la situación económica regional empeorará. “Una situación de legalidades fiscales enfrentadas provocaría que las empresas redujeran su negocio y sus activos físicos y humanos —su riesgo, al fin y al cabo— en Cataluña”. Para él es el peor de los escenarios a corto plazo. “Supone un efecto brutal para las empresas”.
Aunque eso no suceda, recuerda que cualquier crisis la va a asumir peor una pequeña o mediana empresa. “La gente no tiene muchos conocimientos y en situaciones de confusión todo se agrava. Un señor de Turquía puede dejar de comprar en Cataluña en base a lo que lee en los medios”. Un gran problema para una economía que exportó productos por valor de 65.141 millones el año pasado, más de lo que vende al resto de España (casi 40.000 millones, según la predicción de C-Intereg).
Consecuencias globales
Por descontado, el resto del país también perderá plumas. El ministro de Economía, Luis de Guindos, anticipó esta semana en Luxemburgo un recorte de las previsiones de crecimiento para el año que viene (del 2,6% al 2,4%). La patronal catalana Fomento del Trabajo ya adelanta una caída del 50% en las reservas turísticas, pero los viajeros también están descendiendo en Canarias. “Sufrirán ambas partes”, proyecta el historiador económico Martín-Aceña. La intensidad del conflicto y su duración en el tiempo definirán hasta qué punto.
A corto plazo hay consenso sobre que persistirá la fuga de sedes de las empresas. “Ese tipo de decisiones estratégicas son en cierto modo irreversibles”, valora Javier Andrés, desde el departamento de Análisis Económico de la Universidad de Valencia. ¿Volverán? Depende de si continúa la inestabilidad. “El día en que La Caixa vuelva, el procés habrá muerto”, resume.