Riesgo reputacional
Caen las reservas, se frena la actividad, las grandes empresas trasladan sus sedes, las agencias de calificación de riesgo amenazan, la bolsa sufre y la inversión, a la espera de que escampe, se frena. ¿Y la prima de riesgo? De momento, poca fiebre. Pero no se dejen engañar: con el BCE comprando deuda pública española en cantidades sustanciales (a finales de año superará los 250.000 millones de euros) es lógico que se mantenga contenida.
Esta sería la somera descripción de dónde nos encontramos hoy. Pero, de no solventarse el conflicto en pocas semanas, las tendencias a las que apunta la situación actual no son esperanzadoras. Tras la doble crisis 2008/2013, y ahora que estábamos recuperando pulso económico y empleo, sólo nos faltaría un nuevo encontronazo. Pero miren, qué quieren qué les diga, todo lo anterior, siendo relevante, no es lo más importante. De entre los efectos económicos de esta crisis política, la consecuencia más duradera, y la más difícil de revertir, es la pérdida reputacional que han sufrido las marcas de Barcelona y Catalunya.
La muy positiva visión que tenemos en el exterior se ha construido a base de buen hacer y mucho trabajo. Son ejemplos de ello la transición política, los Juegos Olímpicos, la capacidad exportadora, unas infraestructuras turísticas envidiables, una sanidad y unas universidades de calidad o una arquitectura envidiada por muchos. Todo ello se resume en una visión de Barcelona y Catalunya como la de un país serio, con talento y capacidad, fiable y, en particular, previsible. Y que se traduce en la atracción que ejerce Catalunya y que se expresa en la amplia simpatía que suscitamos. Pero vayan con cuidado: ello no implica que no infundamos inquietud, y estas últimas semanas no hemos dejado de aumentarla.
El desarrollo de esta crisis ha mostrado una cara imprevisible y poco amable. Inicialmente, ello se ha traducido en salidas de empresas, pero los efectos de esa desconfianza se van a dejar notar en el medio y largo plazo: aunque las tensiones remitan, sus consecuencias no van a desaparecer.
La reacción policial del 1 de octubre fue, desde cualquier punto de vista, excesiva; como lo ha sido, también, la detención de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart. Pero que haya excesos desde Madrid no es óbice para que no analicemos severamente nuestras responsabilidades. Y, visto lo visto, uno tiene la profunda convicción que desde el Govern de la Generalitat se ha estado jugando con fuego y, finalmente, nos vamos a quemar todos. Se ha afirmado hasta la saciedad que la independencia sería a coste cero y, más aún, con mejoras inmediatas al día siguiente de su proclamación y se han ninguneado todas las advertencias sobre las consecuencias económicas de una separación sin acuerdo. Y ahora estamos donde estamos: ha llegado el momento de la verdad. Los efectos negativos inmediatos sobre la actividad pasarán. Pero remontar el choque reputacional costará más. Cuanto antes nos pongamos a ello, mejor.
http://www.lavanguardia.com/economia/20171020/432192284501/riesgo-reputacional.html