Pensar en el pacto posterior
Son muchas las personas que me preguntan por la calle o en el transporte público mi opinión sobre lo que puede ocurrir en los próximos tiempos en el conflicto entre Catalunya y España. Incluso independentistas asiduos a todas las manifestaciones formulan la misma cuestión. Pienso que nadie lo sabe, ni siquiera los principales protagonistas de esta confrontación abierta entre el Estado y Catalunya.
El ciudadano ha perdido la confianza en unas instituciones que se han olvidado de algo tan elemental como las reglas de juego y que ya no utilizan el pacto como elemento principal del buen funcionamiento democrático. La concepción pactista del derecho y del poder público han predominado en Europa a pesar de las muchas excepciones en las que el abuso del poder o el absolutismo de las ideologías o de las monarquías, la razón de Estado de Richelieu, rompieron el equilibrio y causaron los grandes conflictos de los últimos dos siglos. El gran teórico del pactismo de la sociedad catalana ha sido el historiador Jaume Vicens Vives, que ahora es prácticamente ignorado porque el espíritu pactista entre los catalanes y entre españoles y catalanes se encuentra en los momentos más bajos.
La confusión que se observa entre las personas que no se dedican ni tampoco están obsesionadas con la política es que no hay instituciones sólidas que protejan sus intereses y preocupaciones más inmediatas. Tal es la ausencia del pacto que la acción política consiste en querellas, denuncias, declaraciones hostiles hacia unos y otros, amenazas apocalípticas y las más diversas acciones astutas para esquivar las leyes.
El despliegue de policías, guardias civiles y mossos persiguiendo todo lo que tenga que ver con el referéndum causa perplejidad. Es sorprendente ver a los mossos identificando ciudadanos por repartir propaganda de un referéndum convocado por la Generalitat. Lo hacen en su condición de policía judicial. O, igualmente, ver a guardias urbanos tomando nota de las acciones de ciudadanos que hacen lo que les permite su Ayuntamiento. Esto no tiene sentido y es un desbarajuste impropio de sociedades maduras.
La reacción del Estado es impedir por todos los medios que se celebre el referéndum. Citar a más de setecientos alcaldes para que declaren sobre su autorización para utilizar dependencias municipales para el referéndum me parece un despropósito y no llevará a ninguna parte. Los tribunales ponen en marcha sus mecanismos y no es fácil detener sus acciones, por muy raras e improcedentes que parezcan a la opinión pública. Es muy probable que el propio Rajoy sea incapaz de detener el proceso judicial que se ha puesto en marcha. Puigdemont tampoco puede parar esta huida hacia adelante porque está condicionado por las exigencias de la CUP y por sectores de ERC con Oriol Junqueras a la cabeza.
Vista desde Europa, la presidencia de Trump es un desastre de grandes magnitudes. Pero no ha conseguido hasta ahora hacer realidad muchas de sus promesas. Porque la opinión pública tiene un control sobre los congresistas y también porque las instituciones son sólidas y protegen los derechos de las minorías con su sistema de pesos y contrapesos que contribuye a que el sistema, hasta ahora, no haya entrado en una crisis profunda.
La ruptura unilateral con el Estado no saldrá gratis para Catalunya, pero tampoco para la España que gobierna Mariano Rajoy. La desconfianza entre los gobiernos de Madrid y Barcelona es muy acusada en estos momentos. Los ciudadanos preguntan sobre el desenlace de un conflicto que se incuba desde hace varios años. No votaron para que se hiciera un referéndum ni tampoco para que desde Madrid se permitiera que la situación llegara a este punto que parece sin retorno.
Si ninguna de las dos partes acepta la posibilidad de un pacto antes del primero de octubre, el conflicto puede tomar caminos insospechados. Ya sé que puede parecer una pretensión inútil pero, cuando escampen los efectos propagandísticos y llegue el buen tiempo, habrá que volver a los pactos y complicidades entre los catalanes y con la España que habrá aprendido también que sólo con la severidad de las leyes no se resuelve un problema que es muy viejo y que se ha incubado irreversiblemente desde la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut en el 2010.
Publicado en La Vanguardia el 20 de septiembre de 2017
http://www.foixblog.com/2017/09/20/pensar-en-el-acto-posterior/
”Si ninguna de las dos partes acepta la posibilidad de un pacto antes del primero de octubre, el conflicto puede tomar caminos insospechados. Ya sé que puede parecer una pretensión inútil pero, cuando escampen los efectos propagandísticos y llegue el buen tiempo, habrá que volver a los pactos y complicidades entre los catalanes y con la España que habrá aprendido también que sólo con la severidad de las leyes no se resuelve un problema que es muy viejo ” Totalmente de acuerdo, los ciudadanos deben de poder confiar en las instituciones, que deben seguir las reglas de juego, marcadas por las leyes, pero todo juez debe aplicarlas con proporcionalidad, en caso contrario provocan rechazo y cuando le toca a una persona le toca, pero cuando es contra una parte de la población muy susceptible y escamada, las consecuencias son imprevisibles. Como bien dice hay que retornar a los pactos, al dialogo, pero para ello faltan estadistas que estén dispuestos a reformar la constitución.
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