17-10-2012
Jordi Galí, un brillante economista, ha escrito un interesante artículo en La Vanguardia en el que describe de forma sencilla el tipo de políticas económicas que una Cataluña independiente debería seguir. Nada es Gratis no tiene una opinión común sobre el asunto de la independencia de Cataluña; es un tema político sobre el que cada editor o colaborador tendrá la suya (o varias). La razón por la que reproducimos el artículo es que sus propuestas de política económica están en línea con las que desde aquí y desde FEDEA hemos hecho para España (por ejemplo, en la propuesta de reforma laboral y el contrato único, aquí, en el ebook sobre Reformas Estructurales, aquí, en el informe FEDEA-McKinsey sobre una agenda de crecimiento, aquí, y en nuestro libro NadaEsGratis, aquí), con bastante poco éxito de momento. Quizás el crear un nuevo Estado diera más oportunidades de éxito, pero esta hoja de ruta sigue siendo necesaria y urgente para el conjunto de la economía española.
Publicado en La Vanguardia el 14 de Octubre de 2012 (traducción del original catalán).
Hasta hoy, el debate sobre el impacto económico de una eventual independencia de Cataluña se ha centrado de forma casi exclusiva en dos cuestiones: el dividendo que supondría el fin del déficit fiscal con España y el coste de un posible boicot a productos catalanes. Estos son, sin duda, dos factores importantes y que hay que tener en cuenta a la hora de evaluar la rentabilidad económica de la independencia. Pero el énfasis en estas dos cuestiones refleja una actitud parecida a la de un inversor pasivo o rentista, que se fija sólo en el aumento o disminución de los intereses o dividendos que puede comportar un cambio en el control de la empresa. Esta actitud contrastaría con la del inversor que pasa a controlar la empresa, y que reconoce la oportunidad que se le ofrece para influir, a través de sus decisiones, en los beneficios que la empresa generará y, por lo tanto, en la rentabilidad de su inversión.Volviendo al caso de una Cataluña independiente, esta oportunidad vendría dada por la posibilidad de diseñar nuevamente las instituciones y reglas del juego que regirán el nuevo Estado, y por la disponibilidad por parte de éste de un abanico amplio de instrumentos de política económica que actualmente están bajo el control casi exclusivo del Gobierno y el Parlamento españoles. Esto permitiría definir políticas propias y un nuevo marco regulatorio en los terrenos laboral, fiscal y financiero, entre otros, así como en el funcionamiento de todos los ámbitos de la administración pública, sin más restricciones que las provenientes de las normativas europeas. Dada la importancia que estas decisiones tendrían a la hora de determinar la prosperidad del nuevo Estado (y por lo tanto el atractivo de la opción soberanista), sería deseable que el debate actual se enriqueciera con propuestas que respondieran la siguiente pregunta: la independencia, ¿para hacer qué?En este sentido, tengo que confesarles que la perspectiva de una Cataluña-Estado no me genera una atracción incondicional. Para que me entiendan, y llevando el argumento al extremo, si la independencia tiene que convertir a Cataluña en una nueva Cuba o una Corea del Norte en el Mediterráneo, pienso que más vale que lo dejemos estar. Mi atracción por la opción soberanista está vinculada a los conceptos de oportunidad y de posibilidades que aquella ofrece. En todos los terrenos, pero especialmente en el económico. Para decirlo claramente, me atrae la oportunidad y las posibilidades que ofrecería la construcción de un Estado nuevo que tuviera entre sus objetivos fundacionales el logro de un crecimiento sostenible máximo y que, por lo tanto, diseñara sus instituciones y las reglas de juego de acuerdo con este objetivo, desde el día el primer día. En el terreno económico, este es un objetivo que tendría que conseguir un consenso amplio, al margen de ideologías y de partidismos, y más allá de las discrepancias legítimas a la hora de definir las políticas concretas a implementar. Entre otras razones, porque no creo que haya una alternativa creíble si queremos poner fin a la lacra del paro (la fuente de desigualdad más perversa) y mantener un Estado de bienestar de calidad.El informe "Doing Business", publicado anualmente por el Banco Mundial, nos da una medida del recorrido potencial en este sentido. En su última edición sitúa a España en la posición 44 (entre 183 países) de su ranking global basado en la “facilidad para hacer negocios” (con Puerto Rico y Colombia por delante, y seguida de Ruanda y Túnez). En algunos de los sub-indicadores la situación es terrorífica (por ejemplo, se encuentra en la posición 133 en términos de facilidad para empezar un nuevo negocio). Este informe y otros semejantes, como el "World Competitiveness Report", no hacen otra cosa que confirmar lo que es evidente para cualquier empresario: el marco institucional español está lejos de ser el más adecuado para la generación de riqueza basada en la actividad productiva. La construcción de un nuevo Estado ofrece, en este sentido, una oportunidad única para hacer borrón y cuenta nueva e iniciar un proceso ambicioso y alentador que mire adelante sin la carga del pasado.A mi parecer, el atractivo económico de la Cataluña independiente se vería muy potenciado si en la construcción del nuevo Estado se tuvieran en cuenta los siguientes principios (sin ánimo de hacer una lista exhaustiva):
1. Necesidad de un nuevo modelo de administración pública basado en los principios de austeridad, eficiencia y servicio de calidad al ciudadano. Satisfacer esta necesidad requeriría, a mi parecer, la introducción de criterios de gestión empresarial en el funcionamiento de la administración pública, con rendimiento de cuentas estricto y con incentivos basados en la productividad individual. La figura obsoleta, discriminatoria y antieconómica del funcionario, como la del caballero feudal, tendría que pasar a la historia. El sistema de gestión de los centros de investigación de la Generalitat de Cataluña, basado en la autonomía de gestión, el rendimiento de cuentas y los incentivos vinculados a la excelencia de resultados ofrece, en este sentido, un modelo de éxito reconocido que se podría exportar al grueso de la futura administración catalana.
2. Importancia capital de procedimientos administrativos y judiciales sencillos, rápidos y eficientes, que maximicen la seguridad jurídica de los particulares y garanticen plenamente sus derechos. Cualquier recurso invertido en este campo tendría una rentabilidad social inmensa.
3. Necesidad de un marco laboral flexible, con un contrato único indefinido que ponga fin a la dualidad actual, y donde el papel de los tribunales no consista en “decidir por las empresas”, sino que esté restringido a garantizar el respeto a los procedimientos establecidos y la no discriminación.
4. Una fiscalidad sobre empresas y trabajadores que favorezca la inversión extranjera y la atracción de talento. El fin del déficit fiscal y la prioridad de la lucha contra el fraude tendrían que dar margen por esta nueva fiscalidad.
5. Adopción del inglés como tercera lengua oficial, enfatizando su papel como lengua de relación con el mundo, incluyendo la relación entre empresas y profesionales extranjeros y administración. Esto requeriría una campaña intensa de alfabetización con la colaboración de medios de comunicación y escuelas. Este también sería, sin duda, un elemento clave en la internacionalización de la empresa catalana y la reducción de su dependencia excesiva del mercado español que, a pesar de los avances en las últimas décadas, todavía resulta desproporcionada con la relativa insignificancia de este mercado dentro de la economía global (0,6% de la población mundial y 1,7% del producto interior bruto mundial, una vez se excluye Cataluña).
6. Un Estado del bienestar de calidad, que sea generoso con los desvalidos, pero con mínimas distorsiones y desincentivos, e implacable con el fraude.En resumen, y para acabar: creo que es importante reconocer que la independencia de Cataluña, por ella misma, nos podría hacer más ricos (porque acabaría con el déficit fiscal), pero no necesariamente más productivos. Esto último requeriría hacer un buen uso, desde el día siguiente de los festejos, de la oportunidad única y de las posibilidades enormes que ofrece la construcción de un nuevo Estado. Si estamos a la altura de este reto o no, dependerá exclusivamente de nosotros, y ya no se valdrá echar las culpas a los otros. Al fin y al cabo, quizás esto sería el mejor regalo que nos traería la independencia.
http://nadaesgratis.es/garicano/la-independencia-para-hacer-que-de-jordi-gali
Burlar la ley no es la alternativa para tener instituciones más modernas, un bienestar más sólido y una mejor educación
El 14 de octubre de 2012 escribiste un artículo en La Vanguardia en el que analizabas el tipo de política económica que una Cataluña independiente debería llevar a cabo. Decías (mi traducción): "La perspectiva de una Cataluña-Estado no me genera una atracción incondicional. Para que me entiendan, y llevando el argumento al extremo, si la independencia tiene que convertir a Cataluña en una nueva Cuba o una Corea del Norte en el Mediterráneo, pienso que más vale que lo dejemos estar. Mi atracción por la opción soberanista está vinculada a los conceptos de oportunidad y de posibilidades que aquella ofrece".
Defendías en particular seis objetivos clave para una futura política económica: "(1) Necesidad de un nuevo modelo de administración pública basado en los principios de austeridad, eficiencia y servicio de calidad al ciudadano.... (2) Importancia capital de procedimientos administrativos y judiciales sencillos, rápidos y eficientes, que maximicen la seguridad jurídica de los particulares y garanticen plenamente sus derechos.... (3) Necesidad de un marco laboral flexible, con un contrato único indefinido que ponga fin a la dualidad actual, y donde el papel de los tribunales no consista en "decidir por las empresas", sino que esté restringido a garantizar el respeto a los procedimientos establecidos y la no discriminación. ... (4) Una fiscalidad sobre empresas y trabajadores que favorezca la inversión extranjera y la atracción de talento. ... (5) Adopción del inglés como tercera lengua oficial, enfatizando su papel como lengua de relación con el mundo, incluyendo la relación entre empresas y profesionales extranjeros y administración. Esto requeriría una campaña intensa de alfabetización con la colaboración de medios de comunicación y escuelas.... (6) Un Estado del bienestar de calidad, que sea generoso con los desvalidos, pero con mínimas distorsiones y desincentivos, e implacable con el fraude". No te sorprenderá saber que comparto plenamente estos objetivos, como lo hace la opción política por la que trabajo, Ciudadanos. Luchamos, desde el Parlamento de Madrid, y desde los parlamentos autonómicos, por regenerar España y por modernizar su economía en la línea que planteas.
El motivo de mi carta es rogarte que reflexiones de nuevo, desde 2017, sobre si es razonable pensar que la independencia es el camino para lograr las políticas económicas modernas que planteas. En ese sentido, me gustaría hacerte varias reflexiones. Te rogaría que, frente a la emoción irracional (propia del siglo XIX) que embarga a muchos de nuestros conciudadanos, pensaras en ellas como el economista ilustre que eres, de forma racional y desapasionada.
1. El grado de autogobierno que tiene Cataluña es muy elevado, mayor en muchos aspectos que el propio de un Estado Federal. Hay muchos ejemplos de este autogobierno que todos los ciudadanos perciben con claridad. Por ejemplo, mientras en EE UU un atentado como el de Las Ramblas hubiera sido responsabilidad principalmente del FBI, en Barcelona, como presumió el Consejero de Interior, fue responsabilidad principal y casi única de los Mossos. También perciben los ciudadanos que los símbolos de España en Cataluña son prácticamente inexistentes. Hay muchas otras áreas en las que quizás el ciudadano medio no aprecia el enorme grado de descentralización existente. Permíteme que te cuente, entre nosotros (y los lectores de EL PAÍS) las dificultades que tenemos para llevar a cabo cambios en políticas activas, en formación, o en educación, desde Madrid. En reuniones recientes con la ministra de Trabajo hemos llegado a acuerdos para introducir un "cheque de formación" que permita a los trabajadores controlar el dinero para su propia formación y decidir cómo y dónde usarlo. Pues bien, depende de las Comunidades Autónomas sumarse o no, no es posible hacer que se implemente desde Madrid. El TC ha dictaminado que todo el dinero de las políticas de empleo debe ser controlado por los servicios de empleo autonómico. En educación, el presupuesto del Estado son 2.500 millones de euros, que se gastan casi íntegros en becas, frente a los 35.000 millones que controlan las autonomías. En sanidad el Estado controla 4.000 millones de gasto, frente a las comunidades que controlan 55.000 millones. Pues bien, a pesar de esas competencias, los sucesivos Gobiernos de Cataluña no han tratado de poner en marcha las políticas que tú sugieres. Al contrario, la misma corrupción, el mismo amiguismo que, desgraciadamente, ha imperado en muchos ámbitos en muchas regiones de España, ha imperado en Cataluña. El pensar que, por ejemplo, un pequeño aumento de competencias educativas o de empleo llevaría a un giro copernicano de las políticas educativas o de empleo que ya controla el Govern parece desafiar la lógica.
2. El Brexit nos muestra cada día lo delicadas que son las instituciones responsables de la prosperidad de Europa occidental. Los destructores, los nacionalistas, los que buscan el particularismo, han vendido a un electorado británico emocional y harto de austeridad, un camino muy fácil hacia la "independencia" del Reino Unido. Desgraciadamente, este camino simplemente no existe. Como Theresa May descubre cada día, es imposible para el Reino Unido conseguir la prosperidad a la que aspira a base de crear nuevas barreras. En vez de políticas abiertas y modernas, el Reino Unido corre un riesgo cierto de encerrarse cada vez más en el particularismo etnicista. No es difícil de imaginar un camino similar hacia el aislamiento para Cataluña, precisamente el opuesto al que tú deseas. Ese camino es imposible en la situación actual.3. Lo crucial para la prosperidad, como muy bien dices en tu artículo, es el Estado de derecho, la seguridad jurídica, el que las normas se cumplan. Pues bien, este camino a la independencia trazado en confluencia con los sectores más retrógados de la sociedad catalana (la CUP, las fuerzas rurales nacionalistas más regresivas) pasa por ignorar tanto la jerarquía habitual de leyes como las mayorías reforzadas necesarias para cualquier cambio constitucional (recuerda que el propio Estatut requiere de dos tercios para su modificación). ¿Qué te puede hacer pensar que una república nacida con semejantes bases se volvería repentinamente respetuosa con la ley y el Estado de derecho?
En definitiva, Cataluña está sumida, principalmente por la absurda huida hacia delante de los nacionalistas moderados, en una situación preinsurreccional en la que la única esperanza de muchos es una sobrerreacción de "Madrit" que lleve a unas enormes manifestaciones al estilo de la revolución naranja. Pero la situación de Cataluña no es ni la de Túnez ni la de Ucrania.Entiendo y comparto muchas de las frustraciones sobre España que refleja tu artículo. Podemos y debemos hacerlo mucho mejor de lo que lo hemos hecho. Las universidades, que tanto te preocupan, son un caso claro. Pero España no es un Estado fallido. Es un país vibrante y libre, donde la calidad de vida es muy elevada, el Estado del bienestar, particularmente las pensiones y la sanidad, son de las mejores del mundo. Romper este Estado, burlando el necesario respeto a la ley, supone incurrir en enormes riesgos para todos en un mundo incierto. La alternativa es trabajar con los muchos que en España, en la izquierda, en el centro y en la derecha, queremos cambiar el país para que tenga unas instituciones más modernas, un Estado del bienestar más sólido, y un sistema educativo mucho mejor.
Un fuerte abrazo
Luis Garicano es profesor de Economía y Estrategia en el IE Business School y responsable de Economía y Empleo de Ciudadanos
https://economia.elpais.com/economia/2017/09/08/actualidad/1504867507_445438.html
17-10-2012
La independència per fer què? Respuesta de Jordi Gali a Luis Garicano
14-9-2017
Te escribo en respuesta a tu carta abierta, publicada por El País (10/9/2017). En ella te refieres a un artículo que escribí hace casi cinco años (La Vanguardia, 14 de octubre de 2012) en el cual apuntaba la oportunidad que ofrece la creación de un nuevo estado para hacer tabla rasa, y donde proponía una lista de elementos –de matriz liberal y que tú dices compartir- que consideraba deseables en un eventual futuro estado catalán. Me ruegas, en primer lugar, que reflexione sobre si es razonable pensar que la independencia es el camino para alcanzar aquellos objetivos y a continuación compartes unas reflexiones sobre los logros alcanzados y la situación actual en Cataluña sobre las que me invitas a pensar “de forma racional y desapasionada.” Lo intentaré.
En respuesta a tu primera pregunta voy a empezar por reconocer que, efectivamente, la independencia de Cataluña no garantiza que se implementen los “principios de buen gobierno económico” que compartimos. Pero en mi artículo no hablaba en ningún caso de garantías, sino de las oportunidades y posibilidades que ofrece la tabla rasa. Oportunidades y posibilidades que, por cierto, van mucho más allá de la economía. Repensar el papel y tamaño del ejército, o democratizar la jefatura del estado, por citar dos ejemplos. Pero el atractivo de una nueva república, pese a sus incertidumbres, también depende de cuál es la opción alternativa. En el caso catalán, la alternativa es la de permanecer en España, estado que ya tuvo una oportunidad de hacer tabla rasa hace cincuenta años y que desaprovechó, por lo menos en lo que se refiere a la lista de “desiderata” que proponía en mi artículo. Si crees que es una exageración, repasa los puntos uno a uno, ponles nota, y juzga por ti mismo. ¡Si son los mismos que tú, hasta tu entrada en Ciudadanos, habías denunciado repetidamente desde Nada es Gratis! Y lo que es peor: no se atisba en el horizonte ninguna perspectiva de hacer tabla rasa, ni en las cuestiones económicas objeto de mi artículo, ni en otras tanto o más importantes para muchos catalanes. ¿Puede ser que “lo nuevo,” aunque incierto, sea peor que “lo viejo”? En un campo que te preocupa especialmente, el del “contencioso catalán,” el Estatuto de Catalunya de 2006 ofrecía una modesta posibilidad de encauzamiento “a la vasca” –por cierto, como considerabas deseable en tu libro “El Dilema de España” (p. 171). Pero tu partido votó en contra del Estatut y después aupó la campaña para declarar su inconstitucionalidad, liderada por el PP. Os pronunciasteis contra el pacto fiscal, pero a la vista de los resultados obtenidos en las últimas elecciones en el País Vasco ahora calláis y otorgáis con la renovación del cupo.
En tu carta comentas que Cataluña goza de un grado de autogobierno muy elevado. Pero esto es engañoso y tú lo sabes. Las comunidades autónomas gestionan políticas, Madrid las decide. Lo hace directamente o mediante leyes básicas que limitan enormemente la libertad de acción de los gobiernos autonómicos, por mucho que se alardee de elevadas cifras de gasto descentralizado y por muchos símbolos autonómicos que se exhiban.La diferencia entre gestionar y decidir es fundamental, en mi opinión, para entender el sentido del proyecto independentista. Los beneficios de la capacidad de decisión dependen del grado en que las políticas elegidas aumenten el bienestar de la población a la que un gobernante sirve, sin que para ello sea necesario ser o creerse más competente. Dicho de otro modo, la clave está en tener los objetivos correctos. Pues bien, la opinión compartida por un amplio espectro de la sociedad catalana --incluyendo entidades empresariales poco afines al catalanismo-- es que muchas de las decisiones económicas estratégicas de los sucesivos Gobiernos de España han despreciado en gran manera los intereses de los catalanes y de su economía. En Ciudadanos a esto lo llamáis victimismo. Pero las cifras están ahí (déficit fiscal, porcentaje de inversión pública), y algunas de las prioridades a la vista de todos (AVE vs. corredor mediterráneo, cercanías). Gran parte de los intentos modestos de la Generalitat de hacer política (y no solo gestión) han sido abortados sistemáticamente por el gobierno central mediantes recursos de inconstitucionalidad (véase figuras tributarias diversas, pobreza energética, modelo de comercio, etc.). Y todo ello en base al argumento, repetido ad nauseam, de que su adopción en Cataluña atentaría contra el principio sacrosanto de la igualdad entre todos los españoles. ¿Pero si este principio de igualdad tiene que prevalecer en cualquier ámbito, qué espacio puede existir para decidir políticas propias diferenciadas y, por lo tanto, para una efectiva autonomía política?
El Reino Unido tuvo la valentía e inteligencia de hacer frente a la voluntad de poder decidir su vínculo con el Reino Unido, manifestada repetidamente por el pueblo escocés, con una actitud impecablemente democrática
Permíteme compartir dos experiencias personales. Durante unos años tuve el honor de ser miembro del CAREC, un consejo asesor en cuestiones de economía creado por el gobierno de Artur Mas y presidido por Salvador Alemany. Nuestra misión principal era la de hacer propuestas de política económica al Govern. A pesar del muy elevado capital humano del consejo y de los estimulantes debates que tuvimos en su seno, mi sensación a los pocos meses de funcionamiento era la de una cierta frustración: la mayor parte, sino la totalidad, de las políticas que discutíamos y proponíamos sobre temas de calado (relaciones laborales, regulación financiera, fiscalidad, etc.) nunca podrían ser implementadas por el Govern, al carecer de competencias sobre las mismas. En cualquier caso los informes están disponibles y, quien sabe, quizás serán útiles en el futuro. Mi experiencia reciente como director del CREI, un centro de investigación en economía que conoces bien, me ha llevado a una conclusión parecida: la autonomía que creíamos gozar, y que ha sido sin duda la clave del éxito de los centros de investigación impulsados por la Generalitat, ha topado con las limitaciones impuestas por la normativa del sector público español, reflejada en leyes básicas del Estado, jerárquicamente superiores a cualquier normativa catalana. Y como tú bien sabes la normativa española no es precisamente la ideal para construir centros de investigación (o universidades) que puedan competir en condiciones razonables con los centros más punteros del mundo. Por cierto, me consta que Ciudadanos votó en contra de varias enmiendas al Presupuesto del 2017 que hubieran flexibilizado algunas de estas normas para los centros de investigación.En la última parte de tu carta me preguntas qué me hace pensar que una eventual república catalana nacida a partir del referéndum del 1-O puede volverse repentinamente respetuosa con la ley y el Estado de derecho. Una vez más tengo que reconocer que no existe ninguna garantía de que sea así y que, como decía en mi artículo, todo depende del uso que se haga de las oportunidades que ofrece el poder empezar desde cero. Pero reconocerás que las bases del proceso catalán son mucho menos rupturistas, por no decir desgarradoras, que las de otros precedentes históricos que difícilmente pueden calificarse de fracasos. A Estados Unidos, por citar un ejemplo que conoces bien, no le han ido las cosas tan mal. Ni a Irlanda o Noruega. Ni les va mal a muchos de los pequeños países que se han creado tras la caída del muro.Además, uno constata que la mayoría de los países que en su día surgieron de un proceso de independencia mantienen una relación especial de amistad con los Estados a los que pertenecían, relación reconocida y apreciada por ambas partes. El caso de las provincias españolas en América, cuya españolidad se presentaba como incuestionable desde la metrópoli y cuya independencia se alcanzó solo tras guerras sangrientas, es un ejemplo paradigmático. Como sabes algunos de estos países han estado celebrando estos años el bicentenario de sus respectivas independencias. Las representaciones diplomáticas españolas en estos países han participado en las conmemoraciones, con Felipe González (who else?) ejerciendo de embajador plenipotenciario. ¡Qué lejos quedan los tiempos en que los Miranda, San Martín, Bolívar y tantos otros líderes de las independencias de Hispanoamérica eran despreciados desde la metrópoli como traidores antiespañoles para quienes se pedía la cabeza! Una relación de igual a igual, respetando la identidad y legitimidad del pueblo que se siente como nación y con derecho a ser sujeto político, es la mejor garantía y una condición necesaria para una buena relación. El Reino Unido tuvo la valentía e inteligencia de hacer frente a la voluntad de poder decidir su vínculo con el Reino Unido, manifestada repetidamente por el pueblo escocés, con una actitud impecablemente democrática. ¿Por qué el Estado español no ha podido hacer frente de forma similar a una demanda parecida de la población catalana? ¿Es que Cataluña es menos nación que Escocia? ¿O que alguno de los trece estados europeos que han alcanzado la independencia en los últimos 30 años? ¿Cómo es posible que la principal razón que el Estado español pueda esgrimir contra un referéndum en Cataluña sea un artículo de la Constitución que --como explica Solé Tura en sus escritos sobre el proceso de su redacción-- no es más que una transcripción de una nota escrita a mano, no negociable, acordada con “los sectores consultados”?Es difícil no compartir la idea de que las condiciones y bases del referéndum del 1-O no son las ideales. El mismo President Puigdemont lo reconoce abiertamente. ¿Pero qué alternativas quedaban después de la masacre del Estatut (que Ciudadanos aplaudió), la negativa tajante del Gobierno español a negociar un pacto fiscal y una relación confederal (como las que sugerías en tu libro), así como la negativa sistemática a negociar por parte del Estado un mecanismo que permitiera dar una salida digna a la demanda del derecho a decidir –que no necesariamente de independencia-- expresada mayoritariamente en urnas y encuestas por la población catalana? ¿Qué tipo de adjetivos se deben usar, de entre todos los que ofrece la rica lengua española, para describir las críticas al 1-O por su falta de garantías formales por parte de poderes públicos y partidos políticos que han hecho y harán lo imposible para impedir que se pueda hacer una consulta con todas las garantías deseables, como se hizo en Escocia?La inmediatez del 1-O ha motivado tu carta, que se refiere a un artículo que escribí hace cinco años. Aunque ocasionalmente doy mi apoyo público a causas que considero meritorias, hace tiempo que no escribo artículos en la prensa. Pero por el respeto que te tengo como académico no he querido dejar sin respuesta las preguntas que me formulabas en tu carta.Recibe un fuerte abrazo,
Jordi Galí, Director del CREI y Catedrático de la Universitat Pompeu Fabrahttps://economia.elpais.com/economia/2017/09/13/actualidad/1505301027_988527.html
Comentario Miguel L
La mayoría de los países que se han independizado en los últimos 30 años, eran colonias Británicas, o excisiones de la URSS. Este es un dato muy relevante.
14-9-2017
Te escribo en respuesta a tu carta abierta, publicada por El País (10/9/2017). En ella te refieres a un artículo que escribí hace casi cinco años (La Vanguardia, 14 de octubre de 2012) en el cual apuntaba la oportunidad que ofrece la creación de un nuevo estado para hacer tabla rasa, y donde proponía una lista de elementos –de matriz liberal y que tú dices compartir- que consideraba deseables en un eventual futuro estado catalán. Me ruegas, en primer lugar, que reflexione sobre si es razonable pensar que la independencia es el camino para alcanzar aquellos objetivos y a continuación compartes unas reflexiones sobre los logros alcanzados y la situación actual en Cataluña sobre las que me invitas a pensar “de forma racional y desapasionada.” Lo intentaré.
Comentario Miguel L
La mayoría de los países que se han independizado en los últimos 30 años, eran colonias Británicas, o excisiones de la URSS. Este es un dato muy relevante.