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La pobreza extrema se extingue pero la clase media disminuye

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Parece que no todo pueden ser buenas noticias. En el primer gráfico podéis ver cómo ha evolucionado la pobreza extrema en los principales países del mundo en vías de desarrollo. Hay una clara correlación entre reducción de la extrema pobreza en un país e incremento del PIB per cápita.


Para los estándares de los países desarrollados vivir en la extrema pobreza $1,90 al día es algo que puede escapar a nuestra comprensión, cuando cada día nos podemos estar gastando esa cifra cuando nos vamos a comprar un café un poco sofisticado. Aunque salir de la extrema pobreza y pasar de ganar $1,50 al día a $3 al día nos pueda parecer un cambio insignificante, para los millones de personas que han logrado superar esa barrera puede suponer la diferencia entre morirse o no de hambre.
Esta clara mejora, no lograda nunca antes en la historia de la humanidad tiene su otro lado de la moneda. En los países desarrollados, en los últimos años hemos asistido a una reducción de la denominada clase media y ojo que los datos que tenemos en el siguiente gráfico que os adjuntamos llegan sólo hasta 2010.
La descentralización que presenta España hace que la presión fiscal varíe de manera muy importante de una comunidad autónoma a otra. Las disparidades en IRPF, Sucesiones y Donaciones, sumadas a los impuestos propios de cada región, hacen que las diferencias alcancen en muchos casos los miles de euros y provoquen, incluso, un cambio de domicilio de los contribuyentes.

Andalucía

Es una de las regiones que más impuestos propios tiene: ocho. Entre ellos, destacan algunos como el que grava las tierras infrautilizadas o las bolsas de plástico de un solo uso. El IRPF que aplica es también uno de los más altos de España y sobresale asimismo tanto en el Impuesto de Sucesiones como en el de Donaciones. Según los ejemplos desarrollados por el Consejo General de Economistas para el Impuesto de Sucesiones, un soltero de 30 años, residente en Andalucía y que herede bienes de su padre por un valor de 800.000 euros, de los que 200.000 correspondan a la vivienda del fallecido, deberá abonar más de 164.000 euros por el Impuesto de Sucesiones. En el caso de Donaciones, si ese mismo hijo recibe los mismos 800.000 euros en efectivo sin un destino específico, la cuota líquida que abonará será de 208.159 euros.
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Aragón

Presenta seis impuestos propios, sus rentenciones a las rentas altas son proporcionalmente mayores que las que practica a las rentas medias y bajas, y destaca en los impuestos sobre Patrimonio y sobre Sucesiones. En el primero, y para un patrimonio de 800.000 euros, exigen una cuota de 1.164 euros, mientras que en el caso de que la herencia ascienda a 800.000 euros, la cuota líquida que se pagará en Aragón será de 155.393 euros.

Asturias

La presión fiscal del Principado es especialmente alta en las Donaciones. Para el resto de figuras se mantiene en un nivel medio o medio alto y, al igual que ocurría con Aragón, por IRPF graba proporcionalmente más a las rentas más altas que a las bajas. Cuenta con siete figuras propias, como son el impuesto sobre el juego del bingo o el que aplica sobre los depósitos en entidades de crédito.

Islas Baleares

Su presión fiscal a través del IRPF es especialmente alta para rentas bajas y medias, pero en el resto de variables analizadas está por debajo de la media. Algunos ejemplos son los 56.000 euros que exige por el Impuesto de Donaciones en el caso ya señalado, o los menos de 6.000 que habría que pagar por Sucesiones en una herencia de 800.000 euros. Esta cifra contrasta con los más de 164.000 euros que habría que abonar en Andalucía. Además, tiene sólo tres impuestos propios: sobre los premios del juego, sobre Estancias Turísiticas y el Canon de Saneamiento.

Canarias

Es una de las comunidades con mayores ventajas fiscales: su Impuesto sobre Donaciones es el más bajo, lo mismo ocurre con el de Sucesiones, y un contribuyente con un patrimonio de 800.000 euros debería abonar 280 euros en concepto de este impuesto -cuatro veces menos que en Aragón-. El IRPF es especialmente bajo para las rentas bajas y medias-bajas, y en el único aspecto que supera la media es en el número de impuestos propios con un total de seis figuras.

Cantabria

Sólo tiene tres impuestos propios, que son el Canon del Agua Residual, el recargo sobre el Impuesto sobre Actividades Económicas (IAE) y el impuestos sobre el Depóstivo de Residuos de Vertederos. Las retenciones por IRPF sobresalen entre las rentas más altas y, en esta misma línea, destaca la presión que ejerce mediante el Impuesto sobre Donaciones. En concreto, los 200.122 euros que debería abonar un hijo de 30 años que reciba de su padre 800.000 euros es la tercera cifra más alta de España.

Castilla y León

Una de las comunidades en las que menos sufren los contribuyentes. Sus rentenciones por IRPF están siempre en la parte baja, especialmente en el caso de rentas bajas y medias y sólo tiene dos impuestos propios. El impuesto por Patrimonio también es comparativamente bajo, y sólo en Sucesiones y Donaciones está por encima de la media.

Castilla-La Mancha

Presenta una situación similar a la de Castilla y León en el IRPF y en el Impuesto de Patrimonio. En Sucesiones y Donaciones, en cambio, se mantiene sensiblemente por debajo de la media. Tanto, que Castilla-La Mancha es uno de los mejores lugares de España para recibir una donación. Sus impuestos propios también son dos: sobre determinadas actividades que inciden en el medio ambiente y el Canon Eólico.

Cataluña

Es, sin duda, uno de los infiernos fiscales de España. En primer lugar, porque tiene más impuestos propios que ninguna otra comunidad autónoma con 17 figuras. Tres de ellas, además, han sido creadas este mismo año: el Impuesto sobre el Riesgo Medioambiental de Actividades Derivadas de Elementos Radiotóxicos, el Impuesto sobre las Bebidas Azucaradas Envasadas y la figura sobre las emisiones de dióxido de carbono de los vehículos de tracción mecánica. Además, la Generalitat presiona especialmente a las rentas bajas y medias. Por ejemplo, un ciudadano con una edad inferior a los 65 años, que no cuenta con una renta diferente a la del trabajo y con una renta de 16.000 euros, deberá abonar 1.611 euros en concepto de IRPF, mientras que si la renta bruta es de 30.000 euros el pago superará los 5.000 euros. En ambos casos, las rentenciones son las más altas de España.

Extremadura

Otro de los infiernos fiscales de España. En primer lugar, porque es una de las comunidades que más castiga a las rentas medias y altas a través del IRPF. Así, para el señalado caso de un contribuyente soltero, sin hijos, y que obtiene de su trabajo una renta bruta de 45.000 euros, deberá abonar casi 9.900 euros por este concepto en Extremadura. Asimismo, si la renta es de 70.000 euros, por este mismo impuesto deberá pagar 20.000 euros, y si la renta llega a los 110.000 el pago será de 38.555 euros. A ello se suma que es la segunda comunidad, sólo por detrás de Andalucía, que mayor presión fiscal ejerce sobre las herencias, también es una de las comunidades en las que más se paga por patrimonio, y es la tercera región que más penaliza las donaciones igualada con Cantabria, Castilla y León y La Rioja. En cuanto a los impuestos propios, la comunidad extremeña tiene cinco figuras incluidos el Impuesto sobre Aprovechamientos Cinegéticos o el Canon de Saneamiento.

Galicia

Galicia se encuentra en un nivel medio o medio bajo de presión fiscal. En la mayor parte de las simulaciones se encuentra por debajo de la media del país salvo en el Impuesto sobre las Transmisiones Patrimoniales y los Actos Jurídicos Documentales. En este gravamen, Galicia está entre las más duras junto a Cataluña, Extremadura o la Comunidad Valenciana. En lo que a los impuestos propios respecta, la autonomía tiene cinco figuras, entre las que están el Impuesto que graba la Contaminación Atmosférica, el Canon Eólico o el Impuesto Compensatorio Ambiental minero.

Comunidad de Madrid

Todo lo contrario de lo que representan Cataluña, Extremadura y Andalucía. En la Comunidad de Madrid no se paga nada por Patrimonio, ya que este impuesto está bonificado al 100%, es la región en la que menos se tributa por las transmisiones patrimoniales y actos jurídicos, y es uno de los territorios que menos grava las herencias. Y, además, todas las simulaciones muestran que esta comunidad autónoma es la que menos presiona mediante el IRPF. Da igual cuál sea la renta bruta del contribuyente. Por ejemplo, si una persona que reside en Madrid gana 20.000 euros al año, pagará 2.303 por este impuesto, que son 200 euros menos que en Cataluña. Asimismo, si la renta es de 45.000, el pago de este impuesto supondrá 9.306 euros, que suponen 500 euros menos que en Extremadura. Y si la renta va más allá de los 110.000, la diferencias con la Comunidad Valenciana puede llegar a los 4.000 euros.

Región de Murcia

Murcia se encuentra en la parte media-alta de la clasificación de presión fiscal de España. Sus retenciones por IRPF se sitúan siempre entre las cinco más altas, y es también una de las que más destaca en el Impuesto de Sucesiones. En Patrimonio y Donaciones, en cambio, está más en linea con la media nacional. Su número de impuesto propios también supera levemente la media: presenta seis figuras con algunos tan habituales como el que grava los juegos de bingo o el de emisiones de gases contaminantes a la atmósfera.

La Rioja

El Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) en La Rioja crece a medida que lo hacen la capacidad económica del contribuyente. Esto supone que la presión que ejerce a las renta bajas es limitada -al menos, en comparación con el resto de España-, y que la presión a las rentas más altas es mayor. En PatrimonioSucesiones Donaciones se encuentra siempre en un nivel medio, y el número de impuestos propios es de cuatro.

Comunidad Valenciana

Al igual que sucede con Murcia, la presión fiscal por IRPF de la Comunidad Valenciana es proporcionalmente mucho menos para las rentas bajas que para las altas. De hecho, la región valenciana se distingue por ser una de las que más castiga a las rentas altas. También destaca esta comunidad por el importante Impuesto de Patrimonio que tiene, mientras que en Sucesiones y Donaciones se mantiene en un nivel medio.
http://www.elmundo.es/economia/2017/05/28/59280dc6e5fdeacc5c8b4661.html



Ser clase media es una profesión kafkiana. De casa al trabajo, del trabajo al supermercado, y un día amaneces escarabajo. La vida patas arriba, y la duda de si uno está vivo, existe y sucede, o si sólo es un espectro de la sonrisa de un porvenir prometido. El espejo de la economía es el único que te devuelve el rostro cenicienta de echarle cuentas al presente, o la mirada perdida de la que han huido la identidad, la emoción del futuro e incluso la mueca de hastío antes de abordar otro día tóxico. Ese traguito de veneno que nadie ingiere voluntariamente pero al que la realidad empuja cada jornada a numerosos trabajadores. Mujeres y hombres, profesionales con prestigio y de solvencia demostrada, considerados simples piezas sin valor reconocido por la arbitrariedad y enfermizas exigencias de esos jefes que en tiempos precarios se vienen arriba. No es extraño escuchar, en conversaciones comunes y ajenas, amargas confesiones acerca del desgaste físico y emocional de los que sobreviven en esa nueva forma de heroísmo que es la resistencia en ambientes tóxicos.
Un amigo psicólogo me contaba estos días sobre el aumento del mobbing psicológico en las empresas con profesionales apartados de su rango, sin explicaciones ni funciones que desempeñar durante un horario interminable, a merced de jefes que ejecutan un trato entre la prepotencia y el vacío. Las bajas laborales por depresión están de actualidad. La causa es ese acoso psicológico que, según cifras del Observatorio Europeo de Condiciones de Trabajo, padece un 15% de trabajadores y del que apenas se denuncia un 6%. El miedo de los compañeros refugiados en la individualidad se convierte en una silenciosa y cobarde complicidad. No es extraño que la soledad del acosado lo conduzca al consumo de ansiolíticos, que también parece normalizado, para soportar esas situaciones que en algunos casos precipitan hacia un peligroso abismo. La angustia se enquista y duele entre la erosión progresiva y el miedo a perder el empleo, y a no encontrar en el mercado la posibilidad de saltar a otra ocupación.
No sólo las consultas de psicólogos y de abogados se llenan de víctimas de clase media. Hacienda anda pidiéndonos las credenciales y las ganancias, y se ha dado cuenta de que tiene su banco de datos lleno de fantasmas. Fugaces y en los márgenes en blanco los que no tributan amparados en sus posibilidades secretas para la evasión fiscal. Y encolumnados como bajas los que pertenecen a esa clase media que la crisis ató a la cuerda floja, sin que ninguna política del Gobierno le salvase el horizonte. Nunca imaginaron los que fueron educados para engrosar sus filas que su destino sería el paro y su destrucción en la pirámide social, en cuya cúspide siguen los mismos pero más ricos y a sus anchas que antes. Sus ingresos han aumentado con el expolio de los que disfrutaban de un nivel de vida adquisitivo conquistado con estudios, trabajo, disciplina, esfuerzo y decencia. El lema de aquella Casa de los Martínez de la sobremesa televisa de los sesenta, escrita y dirigida por Romano Villalba. Una ingenua comedia de la clase media, entre cuyas ruinas no rebota la luz del sol cuando orla lo que fueron los pilares en los que se asentaba el gran edificio del bienestar. Varios estudios recientes del Banco Mundial, de Save of Children, y del Centro de Investigaciones Pew acaban de incidir en el certificado de defunción que todos sospechábamos. La clase media está muerta y nadie espera que la resuciten, como pasa en las series televisivas. Tres millones de personas han sido expulsadas de su condición, y sólo un pequeño porcentaje en pie de sus miembros se maquillan, se hacen el nudo de la corbata y cierran la puerta de sus casas, como zombies a los que casi nadie se atreve a decirles que no tendrán jubilación, que sus hijos vivirán peor o bajo su techo, que su supervivencia low cost también tiene los días contados.
La frialdad de los números es elocuente y directa. Siempre utilizan silenciador y, por eso, su impacto no hace ruido social. Cada uno de los análisis nombrados, acerca de las clases medias en once países europeos, coincide en que Alemania, Finlandia y España padecen el mayor hundimiento: del 79% al 64%. En otra autopsia, la Tasa Arope, el indicador con el que la UE mide la exclusión social, sitúa a España 5,6 puntos por encima de la media europea y enumera en drama que seis millones de personas (el 34% de los/as asalariados) cobran menos del salario mínimo. Añade que en los últimos cinco años se ha acumulado una caída del poder adquisitivo de la remuneración media en un 4,5% (912 euros menos); que más de un 15% de las jornadas laborales son a tiempo parcial, y que dos de cada cuatro empleos es temporal. El modelo de vida que imperaba en Europa desde mediados del siglo XX –casa de tamaño razonable, educación para los hijos, sanidad pública y una pensión asegurada– es hoy patrimonio exclusivo de los ricos. Según el INE, el 25% de los españoles con educación superior no puede permitirse ir de vacaciones más de una semana al año; y al 22,3% le resulta complicado afrontar gastos imprevistos. Su lenguaje y hábitos continúan siendo los mismos: la preocupación por el desarrollo de los hijos a través de una buena educación, la adquisición de una vivienda digna, el disfrute de vacaciones veraniegas, la búsqueda del éxito profesional, y el ahorro como un colchón para la vejez. La suma de todo es lo que dramáticamente ha saltado en mil pedazos, mientras la clase media se mantiene en pie en el alambre, sin apenas tregua. Lo raro es que algunos, como mi amigo Félix Ruiz del Portal, al que echo de menos, mantengan la templanza y el buen humor a prueba de invierno y sol.
La globalización y la crisis han impuesto nuevos modelos de mercado y de vida. En El fin de la clase media Eduardo Narduzzi y Massimo Gaggi vaticinaban un sistema social polarizado entre una reducida burguesía tecnócrata con alta remuneración y una desclasada masa convertida en consumidores de usar y tirar, sin identidad social y cuyo poder adquisitivo no irá más allá de los bienes de primera necesidad. Este augurio se evitaría con políticas que protegiesen al trabajador y le diesen una buena formación permanente ante la velocidad de los cambios. Pero en cambio nos engañan con un espejismo que será descodificado cuando en un lustro o menos la robotización laboral destroce el funambulismo del empleo –ya está pasando con la banca que ha sustituido por cajeros automáticos el 37% de sus sucursales, destruyendo empleo, una medida que acaba de aplaudir Mario Draghi del BCE recomendando que sigan con los cierres y los despidos–. Lo que viene está claro: la proletarización y la desaparición de profesiones de clase media, mientras la ovípara codicia financiera de las grandes empresas reduce más los salarios, y las políticas de ajuste recortan los beneficios de lo público. La vida cotidiana sólo podrá mantenerse si, como defiende Podemos, se instaura un salario social, al que debería sumarse el resurgimiento de algún tipo de sindicalismo, o finalmente reventará en un conflicto mundial que quizás propicie una nueva paz social.
El futuro lo escriben las sociedades y el coraje de los ciudadanos. Y en el envite sólo hay tres cartas: la de aceptar ser víctimas; la de hacer lo que decía Eduardo Galeano, como recuerda mi amiga Ana Merchán, «mandarlo todo a la mierda, y volver a empezar. Abrir los ojos y largarnos a soñar». O la de exigirnos pensar y trabajar unidos por políticas y formas de vida que defiendan una economía social, una cultura humanista, y una ética de las ganancias y de la igualdad en contra del esclavismo, y a la altura del corazón de cualquier persona. O no sólo será la clase media lo que para siempre habrá desaparecido.
*Guillermo Busutil es escritor y periodista
www.guillermobusutil.es

http://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2017/05/28/casa-martinez/933638.html


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