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Economia del bien comun. Tirole P.N.Economia

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Cuando Tirole ganó en 2014 el Premio Nobel de Economía, pasó a verse detenido en la calle por perfectos desconocidos que le pedían que comentara las cuestiones del día. Su paso de ser un economista académico a un intelectual público lo llevó a reflexionar sobre el papel que desempeña el economista en la sociedad. Así surgió Economía del bien común, un apasionado manifiesto a favor de un mundo en el que la economía, lejos de considerarse una «ciencia lúgubre», se vea como una fuerza positiva a favor del bien común.
El lector penetra en el laboratorio de uno de los economistas más influyentes del mundo, que responde a todas las preguntas que nos planteamos hoy sobre el estado de la economía: universo digital, empleo, cambio climático, Europa, papel del Estado, etcétera, con el fin de ofrecernos soluciones de futuro. Accesible e instructivo sin resultar aleccionador, este ensayo revela el afán comunicativo de un hombre que aspira a conciliarnos bajo el signo de la inteligencia.
Reseñas:
«En su primer libro dirigido al gran público, Tirole se ha propuesto restablecer la paz en todos los frentes del debate económico. Los afronta con valentía, paciencia e infinito afán pedagógico.»
Antoine Reverchon, Le Monde




¿Qué ha sido del bien común?

Desde el rotundo fracaso económico, cultural, social y medioambiental de las economías planificadas, desde la caída del muro de Berlín y la metamorfosis económica de China, la economía de mercado ha pasado a ser el modelo dominante, por no decir exclusivo, de organización de nuestras sociedades. Incluso en el «mundo libre», el poder político ha perdido su influencia en favor del mercado y de una serie de nuevos actores. Las privatizaciones, la apertura a la competencia, la globalización, el sistemático uso de las subastas para los contratos públicos restringen el ámbito de la decisión pública. Y el aparato judicial y las autoridades independientes de regulación, órganos no sometidos a la primacía de lo político, se han convertido en actores imprescindibles.

Sin embargo, la victoria de la economía de mercado solo ha sido una victoria a medias, pues no se ha ganado a la gente. La supremacía del mercado, que solo cuenta con la confianza de una pequeña minoría de nuestros conciudadanos, se acepta con un fatalismo unido, en algunos casos, a la indignación. Una crítica poco precisa denuncia el triunfo de la economía sobre los valores humanistas, un mundo sin piedad ni compasión entregado al interés privado, la desintegración del vínculo social y de los valores ligados a la dignidad humana, el repliegue de lo político y del servicio público, o la falta de sostenibilidad de nuestro medioambiente. Un eslogan popular que traspasa las fronteras nos recuerda que «el mundo no es una mercancía». Todos estos dilemas resuenan con particular intensidad en el contexto actual marcado por la crisis financiera, el aumento del paro y las desigualdades, la incapacidad de nuestros dirigentes de hacer frente al cambio climático, la fragilidad de la construcción europea, la inestabilidad geopolítica y la crisis de los migrantes que de ella resulta, así como por el auge de los populismos en todo el mundo.
¿Qué ha sido de la búsqueda del bien común? ¿En qué medida la economía puede contribuir a su realización?
Definir el bien común, ese al que aspiramos para nuestra sociedad, requiere, al menos en parte, un juicio de valor. Dicho juicio puede reflejar nuestras preferencias, nuestro grado de información, así como el lugar que ocupamos en la sociedad. Aunque estemos de acuerdo en que esos objetivos son deseables, podemos ponderar de diferente modo la equidad, el poder adquisitivo, el medioambiente, la importancia que concedamos al trabajo o a nuestra vida privada. Por no hablar de otras dimensiones como los valores morales, la religión o la espiritualidad sobre las que puede haber opiniones profundamente divergentes.
Sin embargo, es posible eliminar parte de la arbitrariedad inherente al ejercicio de definir el bien común. La reflexión intelectual nos ofrece una buena introducción en la materia. Suponga que usted aún no ha nacido y que, por lo tanto, no conoce el lugar que le va a ser reservado en la sociedad: ni sus genes, ni su medio familiar, social, ético, religioso, nacional... Y plantéese la pregunta: «¿En qué sociedad me gustaría vivir, sabiendo que podría ser un hombre o una mujer, estar dotado de buena o mala salud, haber nacido en el seno de una familia acomodada o pobre, instruida o poco cultivada, atea o creyente, crecer en el centro de París o en Lozère, querer realizarme a través del trabajo u optar por otro estilo de vida, etcétera?». Ese modo de interrogarse, de hacer abstracción del lugar que se ocupa en la sociedad y de los atributos que se poseen, de situarse «tras el velo de la ignorancia», es producto de una larga tradición intelectual, inaugurada en Inglaterra en el siglo XVII por Thomas Hobbes y John Locke, que prosiguió en la Europa continental en el siglo XVIII con Immanuel Kant y Jean-Jacques Rousseau (y su contrato social) y que se ha renovado recientemente en Estados Unidos con la teoría de la justicia del filósofo John Rawls (1971) y la comparación interpersonal de los bienestares del economista John Harsanyi (1955).

. ¿QUÉ DIFICULTA NUESTRA COMPRENSIÓN DE LA ECONOMÍA?

Los psicólogos y los filósofos se han interesado desde siempre en los resortes que se ponen en marcha a la hora de formarnos nuestras creencias. Existen numerosos sesgos cognitivos que nos ayudan (lo que explica sin duda su existencia) y nos perjudican a la vez. A lo largo de este libro nos encontraremos con ellos y afectarán a nuestra comprensión de los fenómenos económicos y a nuestra visión de la sociedad. En pocas palabras: está lo que vemos, o queremos ver, y la realidad.

http://www.megustaleer.com/libro/la-economia-del-bien-comun/ES0149116/fragmento/

http://www.megustaleer.com/libro/la-economia-del-bien-comun/ES0149116

Entrevista en la radio
"Uno de los grandes retos de las sociedades de este comienzo del siglo XXI: Hay que educar a la gente en economía. El populismo explota miedos infundados". Jean Tirole Tirole, con un discurso regeneracionista con ciertos parecidos al que otros economistas han reclamado para España en los últimos años, pide "agencias independientes" (para controlar de forma efectiva el poder) y "más educación financiera" (para que el votante sea consciente de cómo le afectan sus decisiones, en la vida diaria y como votante). Y en todo su discurso late la advertencia contra la tentación de un populismo que "explota miedos infundados". "Estado y mercado no son sustitutos uno del otro, sino complementarios", cada uno en su esfera, defiende el economista que asegura que no quiere un Estado más grande, aunque sí más fuerte en lo que debería ser su principal tarea, fijar las reglas básicas de funcionamiento para los agentes económicos: "En esta crisis, el Estado ha sido demasiado frágil y demasiado fuerte. El verdadero culpable de lo que pasó en 2008 fue el Estado, que no reguló bien a la banca. No hizo su trabajo".J.Tirole.

 http://play.cadenaser.com/audio/001RD010000004563652/

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2.El mercado laboral de España sigue siendo muy injusto
El economista, crítico con la dualidad del mercado español, aboga por la implantación de un contrato único. Avisa de que España podría haber evitado la crisis.
A primera vista, las teorías de Jean Tirole (Troyes, Francia 1953) pueden parecer complicadas. Es propio de un ganador de un premio nobel de economía....


http://www.expansion.com/economia/2017/05/05/590b7b42ca4741fe068b45bd.html?utm_content=buffer8c8a1&utm_medium=social&utm_source=facebook.com&utm_campaign=buffer

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