Hay mucha gente enfadada con los políticos. Tanto es así que los políticos clásicos y sus partidos están siendo desplazados por una generación nueva que se aparta de los partidos tradicionales, los de la centralidad, que han protagonizado progreso, libertad y paz social en el mundo occidental durante los últimos setenta años.
Ahora hace un año, un promotor inmobiliario que había ganado en otros cuatro estados las primarias del partido republicano lo expresaba así: la gente está muy enfadada. Con este mensaje simple y contundente, enviado por twitter, el multimillonario Donald Trump ganaría las elecciones y hoy es el presidente del país más poderoso del mundo.
Es paradójico que un hombre de las elites económicas de Manhattan conquistara a los conservadoras sociales, a los rurales y a los más necesitadas del país como campeón de la lucha contra las clases dirigentes. Trump no era político y nunca había sido elegido para nada. Hillary Clinton no tenía la fortuna de Trump pero fue percibida como representante de la política de Washington y de las corrupciones que tradicionalmente se han paseado por los pasillos del poder en el Capitolio, la Casa Blanca y los lobbies que circulan por la capital.
Trump jugó a la contra en todo y contra todos. Los del Brexit hicieron lo mismo. Y ganaron. En Europa y en Estados Unidos la desilusión a corto plazo frente a los políticos tradicionales ha acelerado la hostilidad hacia los sistemas políticos. Algo ha fallado. Se apuntan causas como la desigualdad en las rentas, la crisis financiera y los efectos de la globalización que ha creado mucha riqueza en todo el mundo pero ha sido mal distribuida.
El resultado es que las sociedades se han dividido, se han empatado consigo mismas, y la brecha entre izquierdas y derechas se ha engrandecido entre los partidos, los ciudadanos y las familias. Ha crecido la intolerancia y el desprecio al adversario. Los partidos políticos son imprescindibles para el buen funcionamiento de la democracia representativa.
Lo que ocurre es que son los partidos los que han cambiado. Con programas nuevos, con personajes distintos, con un mensaje simple y repetitivo de ir en contra de todo y de todos.El momento es de un cambio de dimensiones desconocidas. Nos encontramos en un periodo de transición en espera de que los que ahora dicen no a todo vayan cambiando de criterio cuando sean ellos los que gobiernen o sean imprescindibles para formar gobiernos.
Donald Trump no esperaba que ser presidente fuera tan complicado. Los británicos dicen ahora en las encuestas que no acertaron en votar mayoritariamente a favor del Brexit. Todo revolucionario es un conservador en potencia. Cuando llega a gobernar procura retener el poder y se convierte en un político clásico que pretende conservar lo único que le importa que es mandar.
http://www.foixblog.com/2017/04/28/crece-la-intolerancia/