de El Mundo, me envió algunas preguntas por correo electrónico para documentar su artículo titulado “De cómo la ética ‘hacker’ podría rescatar la universidad española“, publicado como “‘Hackers’ al rescate de la universidad” (pdf) en la versión papel, dentro del suplemento Campus del periódico.
El tema lo he tocado en muchas otras ocasiones, con particular mención a esta entrevista de Jorge Jiménez allá por abril de 2013, pero ahora me afecta mucho más directamente si cabe debido a mi papel como senior advisor de innovación y transformación digital en IE Business School… ahora, las cosas que digo tienen un traslado inmediato a los foros en los que trato este tipo de cuestiones dentro de mi propia compañía. Sin embargo, intento seguir planteando las cosas tal y como las veo y sin cortarme en absoluto, lo que espero se refleje en el artículo de Borja y, en general, en la conversación larga que mantuvimos.
A continuación, el texto completo de preguntas y respuestas que intercambié con Borja:
P. ¿Crees que la Universidad está estancada? ¿Qué apenas ha modificado sus pilares en las últimas décadas?R. La universidad mantiene las mismas estructuras jerárquicas y los mismos sistemas de control de gestión que tenía hace décadas, y lo peor del tema es que esos sistemas ni siquiera fueron buenos en sus orígenes. La mayoría de las universidades mantienen fidelidad al sistema denominado “publish or perish”, que ha demostrado generar incentivos perversos que llevan a investigadores a mentir, a simular datos o a trabajar en temas completamente irrelevantes para maximizar el número de publicaciones, y otras – entre otras, muchas de las españolas – han corrompido ese sistema, mezclándolo con elementos de corporativismo y nepotismo, para dar lugar a cócteles auténticamente frankenstenianos. El “publish or perish” genera unincentivo perverso que lleva al profesor a centrarse en incrementar el número de publicaciones a toda costa para obtener una plaza en propiedad, que una vez obtenida se convierte como tal en desincentivo para cualquier mejora. Es un modelo completamente profesor-céntrico, carece completamente de enfoque al cliente, porque considera al estudiante una simple “materia prima” que es integrada en un supuesto “proceso de fabricación”. En lugar de privilegiar lo que debería ser el verdadero objetivo, impartir una educación de gran nivel, se centra en que el profesor consiga una serie de objetivos para asegurar su puesto.P. ¿En qué crees que debería cambiar la universidad para modernizarse y adaptarse a la sociedad informacional en la que vivimos?R. La universidad tiene que adaptarse al entorno en que vive. Eso, en el entorno digital de hoy, supone llevar a cabo procesos de transformación digital que permitan maximizar el rendimiento del proceso educativo. Para ello, es preciso que modifique los procedimientos de comunicación con sus usuarios y entidades externas, tiene que adaptar sus procesos de comunicación y gestión interna, y finalmente, tiene que incorporar modelos de plataforma basados en la explotación de los datos de los dos procesos anteriores. Eso permitiría trabajar con los alumnos de manera individualizada, llevar a cabo procesos que optimicen el rendimiento del alumno, y al tiempo, generar un entorno de mejora continua para los profesores. La educación tiene que convertirse en un proceso orientado al dato, en el que analizamos a cada alumno y maximizamos tanto sus capacidades como su futuro encaje en su futuro entorno profesional o laboral. En lugar de eso, las universidades son monstruos burocráticos del pasado, en las que persisten clichés completamente absurdos, una orientación al “aprobado” en lugar de a la excelencia o al aprendizaje, y donde subsisten monstruos que se suspenden a sí mismos en docencia cada vez que suspenden a un porcentaje absurdo de sus alumnos, o que menosprecian su labor docente aplicando cada año la ley del mínimo esfuerzo.P. ¿Cómo se podría aplicar la ética hacker a una universidad? ¿Y la filosofía del software libre?R. Un proceso educativo tiene que responder a principios de apertura y compartición, el conocimiento que se produce tiene que ser de acceso libre y abierto, porque se tiene que edificar sobre él de manera constante. Cada curso tiene que construir sobre lo que dejó el anterior, en lugar de centrarse en aprender de memoria cosas que están al alcance de un clic. El conocimiento generado en una universidad tiene que fluir de manera continua, y servir como plataforma para que alumnos, empresas y profesores colaboren constantemente en proyectos que permitan maximizar el aprendizaje. Además, debe integrar elementos internos – profesores con la formación y disciplina de investigación adecuada que aporten estructura – con elementos externos que aporten frescura, contacto con el exterior y elementos que impidan un aislamiento del entorno.P. ¿Se ha trasladado esa democratización de contenidos que vemos en internet a las aulas o el modelo universitario es todavía muy rígido?R. El modelo universitario aún está construido en torno a la idea de conocimiento cerrado, de saberes que se almacenan en libros y en bibliotecas. Hoy, las bibliotecas no deberían contener prácticamente libros, sino sistemas que permitan acceder a ellos cuando son necesarios, y orientar a los alumnos y profesores a disciplinas de lectura electrónica más productiva. Que una universidad siga siendo “el reino del papel” y “los apuntes” cuando las compañías modernas son cada día más paperless nos demuestra que la universidad, en lugar de ir por delante, va terriblemente por detrás. Si lo piensas, que un profesor vaya a una clase a leer unos apuntes para que sus alumnos los copien al dictado en un papel supone una aberración tan grande, que debería hacer que dimitiesen un buen número de rectores y decanos por pura vergüenza torera. Es un sinsentido total. El único papel que debería haber en una universidad debería ser el higiénico en los baños.P. ¿Son los hackers la encarnación adelantada de los cambios sociales?R. Los hackers suelen representar una cultura de adaptación al entorno que suele aprovechar esos elementos de manera más rápida, más brillante, centrada en la funcionalidad y con vocación de reescribir los protocolos, sean del tipo que sean. En ese sentido, tienen muchísimo que aportar. Un hacker no es más que alguien que no soporta la visión de una puerta cerrada, siente la necesidad de abrirla, y ese proceso de búsqueda es inherente al proceso educativo. Nunca somos tan innovadores como cuando nos sometemos a un buen proceso educativo.P. ¿Camina el estudiante a ser un prosumidor (productor de contenidos, no sólo consumidor)?R. Una buena universidad se caracteriza por buenos procesos de admisión y por una cierta selectividad en la misma, que asegure que los estudiantes que acceden cuentan con las características adecuadas para, al final del proceso, llegar a graduarse. Desde ese punto de vista, si nuestros estudiantes son buenos, ¿que nos lleva a despreciar absurdamente su capacidad de aportar ideas y contenidos? ¿Por qué restringir al alumno a un papel de materia prima, en lugar de buscar una integración total en el proceso? Cada día más, los alumnos tienen un acceso tan ágil a la información, que el modelo de “profesor con saberes ilimitados” resulta imposible de plantear… cualquier alumno en una clase puede saber más o estar mejor informado que el profesor en un momento determinado, y la mecánica debe acomodar esa posibilidad para generar un entorno que maximice el aprendizaje.P. ¿Debería enseñarse resiliencia en la universidad?R. La resiliencia es una habilidad fundamental en todo entorno con velocidad de cambio acelerada, y el actual, indudablemente, lo es. Para adaptarnos al cambio, tenemos que enseñar al alumno que “nada es, todo fluye”, y eso incluye que entienda que todo lo que aprende es susceptible de cambiar, de evolucionar en función de nuevos descubrimientos o avances. Tenemos que enseñar a los alumnos a replantearse todo en todo momento, a adaptarse al cambio, a replantearse cada situación en función del entorno. Eso es resiliencia, y no tengo claro que haya que enseñarla como tal, simplemente tiene que ser una consecuencia de la manera en que enseñamos.P. ¿Cómo sería un hacker/profesor?R. Un profesor tiene que ser un supernodo, un elemento capaz de catalizar el proceso educativo posibilitando una aportación directa del alumno, en función de sistemas que maximicen el tiempo de interacción (flipped classroom), que combinen lo presencial con lo virtual, una orientación a problemas y a proyectos, y una visión holística, que arranca desde una base fuerte de Humanidades y se complementa con el acceso al conocimiento más actualizado. En muchas ocasiones, el profesor deberá retar al alumno para que aporte cosas que él mismo no es capaz de aportar, y eso debe ser visto como parte de un proceso completamente normal.P. ¿Utilizar tablets y pizarras digitales en las aulas implica de por si la modernización del aprendizaje?R. Reducir el papel debe ser un fin en sí mismo, porque el papel es una tecnología de tres mil años de antigüedad completamente amortizada y que tiende a fosilizar la información, en lugar de hacerla fluir. Pero de ahí a entender la modernización como “llenar el aula de trastos”, va una gran distancia. De nada sirve gastar dinero en herramientas si no se utilizan correctamente. En este momento, tiene mucho más sentido integrar en la educación el smartphone que todos los alumnos llevan encima que plantearse comprar un tablet para cada uno.P. ¿Deberían ser personalizables los programas académicos? ¿Algo así como el menú de un restaurante?R. Ya existen startups, como source{d} capaces de tomar las características de un desarrollador desde repositorios de código como Github y otros, y aplicar machine learning e inteligencia artificial para conseguir un encaje lo mejor posible entre un desarrollador y el puesto en el que se le requiere. Si una compañía es capaz de hacer eso con datos obtenidos de repositorios externos, ¿qué no podría hacer una universidad si prestase atención y maximizase los datos generados por el alumno durante un proceso educativo que dura años? ¿Qué no podemos llegar a saber de un alumno al que martirizamos durante años pasando por distintos cursos y profesores? ¿No podríamos determinar de manera maravillosa sus características, intereses, habilidades, etc. y ser capaces de asegurarle un encaje maravilloso en el trabajo o proyecto de su vida? Y en lugar de eso, ¿qué hacemos? En el peor de los casos, nada… se gradúa, y sale por la puerta para buscarse la vida por su cuenta. Y en el mejor de los casos, le damos un “departamento de carreras profesionales” que simplemente funciona como expositor de ofertas de trabajo. Realmente, queda mucho, muchísimo por hacer…