«La chapuza (creativa) es lo que realmente gobierna el mundo»
«Ahora la cultura no interesa a los poderes políticos. Se ha comercializado y no deja de ser un cúmulo de ofertas». También la filosofía ha dejado de interesar, según el sociólogo y ensayista polacoZygmunt Bauman. De ahí que se le haya sacado de las aulas sin ningún miramiento. «No pasa nada porque aunque los filósofos protesten, los empresarios siguen contentos».
Un papel muy distinto al desempeñado en su origen es el que tiene ahora la cultura, un concepto relativamente moderno porque, según Bauman, no cuenta con más de 200 años.
«En aquellos momentos era un asunto que interesaba a los gobernantes por su capacidad de crear naciones». El Premio Príncipe de Asturias cita a Massimo D’Azeglio cuando, tras completarse la unificación de Italia, dijo aquello de que «ya tenemos Italia, ahora nos hacen falta los italianos».
«La cultura creó italianos, al igual que ciudadanos de otras naciones, haciendo evolucionar las lenguas locales en dialectos y creando currículum de la historia nacional para que todos estuviéramos en el mismo barco y no nos desviásemos de la ruta». Pero aquella época pasó. La cultura dejó de servir para crear naciones.
Ya no era ese elemento homeostático que servía para mantener unidos a los individuos de los estados. Poco a poco se fue convirtiendo en algo comercial: «Ya no tiene que ver tanto con la necesidad de la sociedad como de las instituciones, las televisiones…» Planes educativos como Bolonia y su dependencia de la financiación privada son, en su opinión, reflejo de esa comercialización y empresarización de la cultura y la educación.
Aunque Javier Gomá, quien conversó con Bauman en el II Foro de la Cultura, celebrado en Burgos, no cree ni que empresarios ni políticos sean quienes realmente tiran de los hilos que mueven el mundo. «La sociedad es algo demasiado complejo como para que esto sea así. He conocido a mucha gente con poder (ministros, empresarios, banqueros…) y al final he deducido que lo que realmente gobierna el mundo es la chapuza, una chapuza creativa». Adjudicarles a todos ellos la capacidad de tejer planes maquiavélicos para acabar con la sociedad es sobrevalorarles, en opinión del director de la Fundación Juan March.
Bauman considera que en la actualidad vivimos en un interregnum porque «aunque sabemos que la manera antigua de hacer las cosas ya no funciona, seguimos funcionando de esa manera. Experimentamos con nuevas herramientas pero no somos eficaces. Sabemos lo que queremos y lo que no pero no sabemos dónde dirigirnos».
El pensador polaco citó al sociólogo alemán Ulrich Beck cuando este se refería a la gran paradoja de nuestros días: el ambiente cosmopolita en el que vivimos frente a nuestra mentalidad local. «Existe una idea global de la sociedad pero los individuos seguimos reaccionando de manera local».
Adjudicar a políticos, empresarios o banqueros la capacidad de tejer planes para acabar con el mundo es sobrevalorarles. He conocido a muchos hombres poderosos y he llegado a la conclusión de que lo realmente gobierna el mundo es la chapuza, una chapuza creativa
Por eso, ante problemas como la crisis de los refugiados, son frecuentes reacciones como la indignación generalizada que normalmente no acaba de germinar en ninguna solución. «Se produce el choque entre lo ideal y lo real acrecentado ahora por el problema de incomunicación de esta sociedad»
Pero, ¿cómo puede hablarse de falta de comunicación cuando tenemos más medios para comunicarnos que nunca?, preguntaba a Bauman la periodista Mara Torres, moderadora de la charla. «Porque tenemos miedo a esos mensajeros. Miedo a esa misma gente, a los refugiados, a la gente que necesita ayuda, a los portadores de malas noticias. Tenemos miedo al contenido de su mensaje porque nos recuerda constantemente que también nosotros podemos dejar de vivir tranquilamente en nuestro país y, de repente, convertirnos en gente como ellos. Cada vez que los vemos en nuestras calles nos recuerdan lo frágil que es nuestra realidad».
Gomá, que no se considera precisamente optimista, sin embargo tiene esperanzas en el largo plazo. «Que exista un problema como el de los refugiados es algo malo, pésimo. Pero que la sociedad se indigne por una injusticia como esta es algo bueno porque quiere decir que la moralidad de la sociedad no está deteriorada».
En su opinión, ideal y realidad deben convivir en paralelo pero nunca coincidir porque «cuando lo ideal se convierte en realidad suele desembocar en totalitarismos». No obstante, el paso del tiempo puede cambiar ciertos ideales de forma que estos se desprendan de sus connotaciones negativas: «Pregunta a cualquier persona en qué época le gustaría vivir siendo homosexual, mujer, negro… O refugiado. Porque antes estos eran considerados unos parias y ahora nos indignamos al ver a una persona en sus circunstancias».
El siguiente paso, según Gomá, no llegará ni hoy ni mañana. Tardará un tiempo en llegar pero «el ideal consigue cambiar las cosas en el largo plazo. Por eso estoy seguro de que en unos años conseguiremos ser una sociedad cosmopolita y global de facto».