Los cupaires consiguen la declaración de ruptura
Muchas prisas. La CUP ha impuesto el debate y la aprobación de la ruptura que equivale a una declaración unilateral de independencia. Todo en nombre de la democracia, desde la soledad política de Catalunya y sin la seguridad de que el presidente en funciones, Artur Mas, sea reelegido en esta semana.
La reacción del gobierno y del Estado la ha esbozado Rajoy con el cumplimiento estricto de la ley. No sabemos exactamente cómo va a implementar la aplicación de las sentencias que puedan venir desde el Constitucional. Lo cierto es que el choque de trenes de los que tanto se ha hablado se ha producido esta mañana con la declaración de ruptura aprobada por una mayoría de diputados.
Se ha actuado al margen de la ley y se ha instado al nuevo gobierno a que cumpla una resolución que no admite otras leyes que las salgan del Parlament de Catalunya. No se aceptarán, por lo tanto, las directivas que vengan de la Unión Europea o del Banco Central de Frankfurt. Es lo que la CUP quería. Fuera de el euro y fuera de Europa.
Un partido europeísta como CDC ha obviado Europa y se ha rendido a las sugerencias de la CUP que ha conseguido que un político conservador, nacionalista y ahora independentista, haya hecho un discurso de investidura con pasajes que no tenían nada que ver con su programa y sí con las directrices de la CUP.
Artur Mas ha cedido todo lo que ha hecho falta para satisfacer a la CUP y que le envista como presidente. Puede que el discurso no le sirva de nada porque los cupaires no le han aplaudido e insisten en que no le harán presidente a él. He recordado aquella advertencia que Churchill le hizo al primer ministro Neville Chamberlain cuando acudió a Munich para ver a Hitler acompañado de su colega francés Daladier. Querían evitar la guerra después de las anexiones alemanas de la tierra de los sudetes en Checoslovaquia. Tenía la oportunidad, le dijo Churchill, de escoger entre la guerra y el deshonor; usted escogió el deshonor y tendrá la guerra.
El choque está servido. Catalunya no juega la partida sola. Hay más equipos. El más poderoso es el Estado español, luego Europa y, por fin, el mundo. Ningún aliado en ninguna parte. El hecho de que hoy los diarios de todo el mundo hayan incluido en sus portadas la votación del Parlament no es necesariamente un signo positivo. Barcelona es una de las ciudades del mundo que más portadas ocupó en la prensa mundial en los años treinta y cuarenta.
El choque no será de sonrisas ni de reuniones de salón. Que lo sepamos todos. Por cierto, ¿cómo cabe interpretar la cautela y prudencia de Oriol Junqueras? Quizás porque observa el panorama desde el banquillo y espera salir para sustituir a Mas si es derrotado en la segunda sesión de investidura.